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Una muy mala IDEA

El nombre de Luis Almagro pone la guinda a la selección de personajes oscuros que una autotitulada red «democrática» pretende agasajar… en el sitio que menos toca 

Autor:

Marina Menéndez Quintero

Para saber qué clase de democracia defiende la que se hace llamar Red «Latinoamericana» de Jóvenes por la Democracia, basta conocer la mala IDEA a la que pretenden rendir honores: un prontuario de expresidentes de mal recuerdo casi generalizado en sus países, a pesar de lo cual algunos bregan por seguir cerca de las primeras magistraturas, retorciendo el cuello de su gente mientras enfilan la proa al Norte.

Para calar el número que calza la llamada Iniciativa Democrática de España y las Américas (esa es IDEA) solo hace falta haber estado al tanto de las noticias y, ahora, volver a escuchar algunos nombres.

Por ejemplo, destaca en la nómina el de José María Aznar, hacedor de entuertos latinoamericanos a pesar de vivir en España; Fernando de la Rúa, vendedor de la soberanía argentina al FMI, razón por la cual el pueblo lo depuso en diciembre de 2001 con aquel estentóreo «¡Que se vayan todos!»; la «complaciente» Mireya Moscoso, a quien no le tembló el pulso para abrir las rejas a terroristas y obtener residencia en Miami a cambio de dejar libre a Luis Posada Carriles; ¡Alfredo Cristiani!, el salvadoreño que heredó los escuadrones de la muerte creados por el también militante del partido Alianza Republicana Nacionalista (Arena)Roberto D’Abuisson, y conocido por algunos como «el presidente salvadoreño de la guerra»; el boliviano Jorge «Tuto» Quiroga, de quien alguien dijo que hizo carrera bajo el manto del exdictador Hugo Bánzer, y quien no se resigna a dejar la vida política… Y otros cuantos.       

Apenas un datico más los retrata y deja adivinar sus propósitos de dar marcha atrás a la historia: IDEA tiene por titular a Nelson J. Mezerhane, un empresario venezolano más poderoso que conocido, actual director del diario Las Américas y cofundador de la venenosa Globovisión (la televisora que casi, casi, ella sola, intentó el fracasado golpe de Estado contra Hugo Chávez).

¿Con qué idea y siguiendo qué mandato, un empresario editorial como Mezerhane —uno de los invitados, dicho sea de paso, a la toma de posesión de Donald Trump— los juntó? No puede ser otro su derrotero que promover las «democracias» destejidas bajo el mandato de aquellos. Y no puede ser otro el «ejemplo» que la Red, al premiarlos, reconozca.

La guinda a tan indigesto pastel la pone el intento de sumar al premiado de 2017, el muy conocido Luis Almagro, cuyo nombre rueda escaleras abajo más desacreditado que el de la misma Organización de Estados Americanos que representa, por ser la suya una ejecutoria más apegada al rol de marioneta de Washington con que nació la institución, que a los nuevos aires que la geopolítica regional le otorga.

Todavía ahora juega un servil papel Almagro contra Venezuela y navega contra ese pueblo y contra la unidad regional, siguiendo la línea Monroe de «América para los americanos» bajo la directriz de Maquiavelo: «Divide y vencerás».

Pretender homenajearlos en Cuba, tan lejos de unos y otros,  es un despropósito que no hace falta argumentar. ¿Acaso saben qué opinaría la población sobre semejante afrenta?

El contrasentido tiene una sola lógica: hallar justificación para la única fórmula a mano de los mediocres contra la democracia de la Isla, que no es la que preconiza aquella autotitulada Red sino la que, como parte del pueblo, vive hoy toda la juventud cubana.

La susodicha Red y algunos en su lista de «premiados» andan por ahí queriendo hacer algo de ruido en las redes: ese puede ser su único consuelo.

 

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