La bandera siria en Deir Ezzor. Autor: RIA Publicado: 03/11/2017 | 10:01 pm
La plena liberación por el ejército sirio de la estratégica ciudad de Deir Ezzor, próxima a la frontera con Irak, marca la pérdida del último bastión militar del llamado Estado Islámico (EI) y su pretensión de derrocar al presidente Bashar al-Assad.
La victoria del gobierno sirio sobre la agrupación terrorista, que desde 2011 sumió al país en la barbarie mediante sus criminales acciones, representa un fracaso para Estados Unidos, sus aliados occidentales y regionales, que también promueven un cambio de régimen en Damasco.
Aunque resulte paradójico o contradictorio, el papel del agrupamiento terrorista internacional, que sumó decenas de miles de hombres bien entrenados (mercenarios) procedentes de 80 países, también prestó un importante servicio a Washington y sus seguidores.
Actos sanguinarios de los denominados yihadistas o soldados de una presunta guerra santa de la rama sunita del Islam, como la decapitación de algunos ciudadanos de Occidente, violaciones de mujeres cristianas o de otras confesiones, vendidas como esclavas, que estremecieron la opinión pública internacional, dieron el pretexto a Washington para intervenir por su cuenta, sin consentimiento de la ONU, al frente de una coalición internacional.
Tal vez por eso, la hazaña de los combatientes sirios y las fuerzas aliadas de las milicias libanesas de Hizbolá, con el apoyo solicitado por Damasco de la fuerza aérea rusa, despierta poco o ningún entusiasmo en Estados Unidos y otras naciones aliadas, que proclaman estar combatiendo al terrorismo.
«Con la captura del último gran centro urbano con presencia del grupo yihadista Estado Islámico (EI), el régimen de Damasco se perfila como el vencedor de la guerra desde el punto de vista estratégico», comentó la agencia AFP.
Las fuerzas de Bashar Al- Asaad, agregó la AFP, retomaron el control de más de la mitad del territorio sirio, arrebatándole al EI la ciudad antigua de Palmira y expulsando a los rebeldes (no los llama terroristas) de su bastión de Alepo, en el norte.
Por su parte, Reuters admitió que «el califato autoproclamado del Estado Islámico quedó prácticamente reducido el viernes a un par de ciudades fronterizas entre Irak y Siria».
El llamado grupo yihadista —por considerarse inspirado en versiones extremistas del Islam político sunita que se predica en algunos países del Golfo— pretendió ejercer su autoridad sobre todos los musulmanes en 2014, cuando llegaron a controlar cerca de un tercio de Siria e Irak y millones de residentes en ambos países.
Deir Ezzor era la última gran ciudad en el desierto oriental sirio donde los terroristas tenían presencia.
Por el lado iraquí, recordó Reuters, fuerzas progubernamentales capturaron el último puesto fronterizo con Siria en el valle del Éufrates y entraron en la ciudad cercana de al-Qaim, el último bastión del EI en ese país.
Este viernes la agencia oficial SANA anunció que «el ejército sirio restablece la seguridad y la estabilidad en toda la ciudad de Deir Ezzor después de la eliminación de los últimos feudos de la organización terrorista Daesh (en árabe el EI)».
La importancia estratégica de la ciudad radica en su posición próxima a la frontera de Irak y ser una zona productora de petróleo.
Con la recuperación de la capital de la provincia de Deir Ezzor, las fuerzas gubernamentales asumen casi todo el control de la parte oriental de Siria.
El sueño del derrocamiento del presidente Assad y el establecimiento en Damasco de un régimen leal a Washington y la OTAN, parece ya algo poco probable, aunque ahora intenten obtener esos mismos resultados por medio de nuevos subterfugios, presiones políticas y diplomáticas.