Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Intermedio con Nikki en el «teatro» de la ONU

Autor:

Enrique Milanés León

Si algo no puede decir nadie de Nikki Haley es que traicione la primera impresión que deja. Verla este miércoles patear como un balón la voluntad planetaria hizo inevitable el recuerdo de cuando el 27 de enero de este año presentó sus cartas credenciales en la ONU anunciando, sin aceptar preguntas, que llegaba un «nuevo Estados Unidos» y el advenimiento del «momento de la fuerza, el momento de la acción, el momento de hacer cosas». Ayer apreciamos una muestra de ellas.

En una declaración que dejó pequeños todos los precedentes de arrogancia imperial en la ONU —incluido el nefasto debut en ese foro del presidente actual, Donald Trump, el 19 de septiembre—, la Embajadora de ese país ante el organismo mundial dejó claro que su Gobierno está decidido no solo a mantener el bloqueo a Cuba, sino también el menosprecio y bloqueo a la mismísima Asamblea General. Oyéndola, hasta un marciano tendría claro cómo habría de votar.

Lejos de asumir que su país es responsable de muchas de las penurias de los cubanos por un período que excede el medio siglo siempre aludido, la diplomática lanzó una andanada de insultos contra el «régimen» de la Isla que, según dijo, ha utilizado el debate en la ONU para «distraer la atención» internacional de la destrucción de su pueblo y aun de otros. Como argumentación, enunció una versión distorsionada de la Crisis de Octubre de 1962 y los roles que en ella tuvieron los Gobiernos de Cuba y de Estados Unidos.

En un discurso que rápidamente deberíamos enviar a nuestras escuelas, para aprovechar su diáfano magisterio de por qué debemos ser antimperialistas, Haley refirió el supuesto compromiso de su Gobierno con la ayuda al pueblo cubano, según ella, reprimido.

La pose descarnadamente imperial de esta hija de inmigrantes indios de Punjab que en realidad se llama Nimrata —nombre que, partido entre «m» y «r», parece quedarle mejor que el artístico «Nikki»— la llevó a decir que cada año «esta Asamblea pierde su tiempo y Estados Unidos se ve sometido a todo tipo de reclamaciones ridículas». A seguidas, sentenció que su Gobierno no se dejará «distraer» y remarcó que la Casa Blanca «no va a detener sus acciones» en función de un supuesto futuro mejor para el pueblo cubano.

Está demostrado: la torpeza de Donald Trump tiene clones en su propio equipo. La diplomática menospreció a «aquellos confundidos» por la posición de Estados Unidos, que ahora cambia la abstención de 2016 por un voto en contra, metamorfosis que ella justificó en los derechos constitucionales de su país a relevar un Gobierno por otro, a todas luces, más reaccionario.

En pasaje que remeda patéticamente el título de la gran novela Ensayo sobre la ceguera, de José Saramago, la Haley aseguró que Estados Unidos no veía aislamiento en el salón de la ONU «y en ninguna otra parte», sostuvo que los «principios» de su país no se cambian y amenazó con mantener su obcecación en el organismo internacional, «aunque nos quedemos solos». ¿Más…?

La prepotencia no quedó ahí. Aduciendo «honestidad», Nikki Haley dijo que «esta Asamblea no tiene la facultad para poner fin al bloqueo de Estados Unidos» y que «lo que hace la Asamblea General, hoy y todos los años, es un teatro político».

La funcionaria admitió que «muchos (cubanos) tenían esperanzas en el restablecimiento de las relaciones», un reconocimiento tácito de que el actual Gobierno de Estados Unidos es el responsable del retroceso bilateral, pero ese fue apenas un breve ictus de sinceridad.

En seguida, dijo que «nuestra amistad con el pueblo de Cuba sigue» y pronunció una sarta de mentiras para culpar al Gobierno cubano de supuestas «acciones políticas» contra su propia población y de «exportar su ideología» —no faltó aquí, como el Diablo manda, el ataque paralelo a Venezuela—, falacia de la época más tenebrosa de la nunca acabada, por ellos, Guerra Fría.

Cinismo aparte, la tesis más inverosímil de su discurso vino en el resumen: Estados Unidos —dijo— se opone a la resolución cubana y mantiene su solidaridad con el pueblo cubano. ¿Creerá realmente que estos asertos son compatibles o es que de veras vive montada en el cometa «Haley»?

«Cuando llegue el día de la libertad para el pueblo cubano, estaremos con ellos de forma libre», dijo la Nikki, seguramente instalada en el sueño imposible del día que su Gobierno consiga ahogar entre muros al pueblo de la Isla.

Seguramente, verla ayer ladrarle a Cuba en la ONU remitió a muchos a aquel día de enero en que el mismísimo secretario general, Antonio Guterres, tuvo que tragar en seco. «Para aquellos que no nos apoyan, vamos a anotar sus nombres. Nos aseguraremos de responder a eso adecuadamente», vociferó entonces. Este miércoles, la Nimrata tendría que llevar a la Casa Blanca una lista con las señas de 191 alumnos incorregibles.

Comparte esta noticia

Enviar por E-mail

  • Los comentarios deben basarse en el respeto a los criterios.
  • No se admitirán ofensas, frases vulgares, ni palabras obscenas.
  • Nos reservamos el derecho de no publicar los que incumplan con las normas de este sitio.