La ONG Peace Now afirma que Israel anunciará la construcción de 2 600 nuevas casas en los asentamientos de la Ribera Occidental. Autor: Internet Publicado: 21/09/2017 | 06:58 pm
EL 5 de junio de 1967, a las 07:24 hora local, el gobierno israelí sorprendió al mundo y a su propia población con la difusión, mediante la radio oficial, de la falsa noticia de que esa mañana Egipto había atacado a Israel por el sur con tanques y aviones. Minutos más tarde, otro comunicado oficial israelí precisaba que sus fuerzas armadas habían contraatacado y estallaron violentos combates.
Las sirenas sonaban sin cesar en Tel Aviv. El resto del país fue puesto en estado de alerta. Por tercera vez, desde el mismo día de su unilateral proclamación como estado independiente, el 14 de mayo de 1948, Israel entraba en guerra con sus vecinos árabes.
Como demuestran los relatos oficiales del ejército Israelí, disponibles en su sitio web www.idfblog.com, así como testimonios de historiadores israelíes, el gobierno del primer ministro Levi Eshkol recurrió a la mentira para justificar la agresión, como una guerra preventiva en defensa propia.
El pretexto esgrimido fue la decisión adoptada el 22 de mayo por el presidente egipcio, Gamal Abdel Nasser, de prohibir a barcos israelíes la entrada al estrecho de Tiran. Entre los mitos que se forjaron figura la idea de que ante un inminente ataque egipcio, Israel tomó la iniciativa y comenzó la guerra.
Desde entonces se elaboró una dramática narración de aquel conflicto bélico, que terminó siendo otra guerra de despojo de las tierras y derechos del pueblo palestino.
Del 5 al 10 de junio, Israel se enfrentó a una coalición de países árabes: Egipto, Jordania, Siria e Irak. A partir de ese momento, refiere la mitología, «Israel sufría la gran posibilidad de su aniquilación».
A la medianoche del primer día, Tel Aviv anunciaba que había neutralizado a la aviación egipcia. Unos 400 aviones, entre ellos 300 egipcios y 50 sirios, fueron destruidos. Los diarios publicaban al día siguiente fotos de tanques y aviones egipcios destruidos en tierra, en sus bases del Sinaí.
Según el profesor Ron Forthofer, en un documentado artículo publicado en Palestine Chronicle, existe una gran desinformación sobre quién y por qué inició la guerra. Recuerda que la inteligencia Israelí y estadounidense habían anticipado que Tel Aviv ganaría rápidamente una guerra contra las fuerzas árabes.
Se destapan las falsedades
Al respecto cita al general israelí Matityah Peled, jefe del comando logístico durante la guerra de 1967, quien en marzo de 1972 declaró que «desde 1949 nadie estaba en posición de amenazar la existencia de Israel». Sin embargo, admitía el veterano militar, a pesar de eso continuamos alimentando un sentimiento de inferioridad, como si fuéramos un pueblo débil e insignificante luchando por preservar su existencia frente a un peligro inminente de exterminio.
Otro protagonista de la guerra, el integrante de la coalición de gobierno Mordechai Bentov, admitió que «todo ese cuento de la amenaza de exterminio fue utilizado para justificar la anexión de nuevos territorios árabes».
En su análisis sobre la decisión tomada por el presidente Nasser de pedir la retirada de territorio egipcio de la Fuerza de Emergencia de Naciones Unidas (UNEF) que vigilaba la frontera con Israel —uno de los pretextos para desencadenar la guerra— Forthofer recuerda que si Israel hubiera querido, podía aceptar el despliegue de esas tropas de la ONU en su lado, pero de inmediato y repetidamente rechazó esa petición. Asimismo, destaca que Nasser movió tropas hacia el Sinaí después que Israel comenzó una movilización a gran escala de sus reservistas.
Un día antes del inicio de las hostilidades, James Reston, corresponsal de The New York Times en Egipto, escribía: «El Cairo no desea la guerra y realmente no está preparado para una guerra».
Algún tiempo después, el que fuera ministro de Relaciones Exteriores de Israel en esa época, Abba Eban, escribió en su autobiografía; «Nasser no quería guerra, el quería una victoria sin guerra».
Según las recién desclasificadas actas del Gabinete de Seguridad de Tel Aviv, el martes 6 de junio, el equipo volvió a reunirse, ya en un ambiente de triunfo. «Es posible ocupar toda Cisjordania, apropiarnos de Sharm el Sheik (Sinaí), superar el Litani (río del sur de Líbano). Puede que mucho más allá. Podríamos estar en Beirut en unas pocas horas…», explicaba un optimista Moshe Dayan, el famoso general del parche en el ojo izquierdo.
El miércoles 7 de junio los paracaidistas israelíes entraron a Jerusalén, que permanecía bajo control de Jordania desde la fundación del Estado hebreo en 1948. Cisjordania ya estaba en sus manos. Al día siguiente las fuerzas de Israel ocuparon la orilla oriental del canal de Suez tras haberse apoderado de toda la península egipcia.
El viernes día 9 tomaron los Altos del Golán, la meseta siria que domina las tierras de Galilea. El sábado, sexto día de la ofensiva, el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó un alto el fuego.
Medio siglo de consecuencias
La guerra duró menos de una semana, pero sus consecuencias aún se sienten medio siglo después, subraya Richard N. Haass, presidente del Consejo de Relaciones Exteriores de los Estados Unidos. El nuevo Israel superaba en territorio más de tres veces al anterior.
En su opinión, la batalla unilateral y su resultado pusieron fin a la idea (o sueño para algunos) de que era posible eliminar a Israel. La victoria de 1967 dio a esa nación una permanencia que las guerras de 1948 y 1956 no le habían dado. El nuevo Estado obtuvo finalmente un grado de profundidad estratégica.
Como resultado de la Guerra de los Seis Días, el Estado sionista ocupó la Franja de Gaza (365 km²), Cisjordania (5 655 km² de superficie terrestre y 220 km² del Mar Muerto) y Jerusalén Este, además de las Alturas del Golán sirio y la península egipcia del Sinaí. Esta nueva conquista militar le permitió darle continuidad a la limpieza étnica, mediante la implantación de un régimen de apartheid, reconocible por todas sus medidas discriminatorias.
A pesar de la aprobación por el Consejo de Seguridad de la ONU de la Resolución 242, la cual demanda a Israel retirarse de los territorios ocupados en el conflicto, Tel Aviv ignoró la decisión del mismo organismo que en 1947 aprobó la partición de la Palestina, ocupada entonces por Gran Bretaña.
La resolución 242 del Consejo de Seguridad, aprobada en noviembre de 1967, fijó el derecho de Israel a vivir dentro de fronteras seguras, pero al mismo tiempo estableció las bases para la constitución de un Estado palestino en los territorios ocupados en 1967. Sin embargo, las autoridades sionistas han frustrado todas las iniciativas destinadas a alcanzar ese objetivo, mediante su política de colonización.
La última llamada de alerta fue la resolución 2334, aprobada en diciembre último por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas con la abstención de Estados Unidos —que no la vetó como había sido hasta entonces su política y posición—, y que condena como ilegales los asentamientos judíos en territorios palestinos ocupados. La resolución refleja un consenso internacional: la expansión de las colonias judías en Cisjordania amenaza la viabilidad de un Estado palestino.
En Cisjordania hay 196 asentamientos judíos y 232 puestos avanzados (embriones de futuras colonias), según el Instituto de Investigaciones Aplicadas de Jerusalén (ARIJ). Algunos de esos asentamientos son en realidad ciudades y en ellos habitan casi 800 000 colonos judíos (más de 400 000 en Cisjordania y 360 000 en Jerusalén Este). Considera también que en 2020 habrá un millón de colonos israelíes en Cisjordania y en 2040 llegarán a 2,2 millones.
Tras los acuerdos de Oslo, firmados en 1993, que debían abrir el camino hacia la creación del estado palestino, Cisjordania quedó dividida en tres áreas: A, B y C. El área A, quedaba bajo control de la Autoridad Nacional Palestina; en el área B, los palestinos tenían el control de los asuntos civiles e Israel el control militar, mientras que el área C se mantendría bajo control total israelí.
«En la práctica no hay área A: los israelíes pueden entrar cuando quieran. El muro ha convertido a Cisjordania en un archipiélago, separando el área A de la B, creando islas. Y por último, quien controla el área C controla Cisjordania», según explicó al diario El Mundo, de España, Jad Isaac, director general del ARIJ.
Uno de los conocedores a fondo del conflicto del Medio Oriente, el expresidente estadounidense James Carter, promotor del acuerdo de paz entre Egipto e Israel, plantea en su libro Palestina: Paz, no apartheid, que la única alternativa admisible para Israel es «retirarse de los territorios ocupados hasta las fronteras existentes en 1967, según lo estipulado en la Resolución 242 del Consejo de Seguridad de la ONU». Carter dice que es «apartheid en su forma más brutal… donde los palestinos son privados de sus derechos humanos básicos».
A medio siglo de la Guerra de los Seis Días, la verdad se impone a la mentira, los pretextos utilizados para justificar la ocupación de los territorios árabes revelan su falsedad, a la luz esclarecedora de sus resultados.