Guiados por la instructora de arte cubana, Sandra. Los Originales ensayan con frecuencia en las aulas del Centro de Atención Integral de Deficiencias Visuales, ubicado en la capital de Portuguesa Autor: Yaimí Ravelo Publicado: 21/09/2017 | 05:45 pm
GUANARE, Portuguesa, Venezuela.— Cuando Sandra Pérez Ajate llamó a su mamá en San José de Las Lajas y le comentó la empresa en la que estaba enfrascada, inmediatamente escuchó del otro lado del teléfono la voz de asombro: ¿Y cómo te la vas a arreglar, mi hija?
La incredulidad de Vilma, la progenitora, era lógica. Su muchachita de 25 años había decidido dirigir un grupo coral de personas ciegas.
Ella tenía preparación, talento, deseos… secretos aprendidos en la escuela de instructores de arte de la antigua provincia de La Habana, que la llevaron a convertirse en la graduada más integral de su territorio en el año 2005; también poseía la pedagogía adquirida como Licenciada en Educación (2009).
Sin embargo, nunca había enfrentado un proyecto como este, que empezó a echar alas apenas un mes después de su llegada a Venezuela, en mayo de 2012. Además, como contó ella, varios de los integrantes del coro no son ciegos de nacimiento, por tanto no poseían algunas habilidades avanzadas de la escucha que se adquieren como contrapartida a la falta de visión.
«Era algo muy difícil porque el trabajo coral requiere entrada y salida de voces, estar atentos a las señales del director y otros elementos técnicos para los que hace falta la vista. Y yo solo había trabajado en Cuba con niños. Pero lo comenzamos a lograr a partir de sonidos que se me ocurrieron, de palmadas, de tocarlos a la hora de entrar, bajar, acoplar... Ellos tienen algo a su favor: la perseverancia », narró esta muchacha nacida el 15 de noviembre de 1986.
Claro, hubo antecedentes. Otra joven instructora de arte, venida de Matanzas, Yilian, y el animador cultural venezolano Ramón Coromoto habían convencido a varias de estas personas –que no cantaban ni en el baño, como dicen ellas- a ejercitar el arte, aunque la mayoría de los números estaban montados por solistas.
Lo increíble es que poco tiempo después del nacimiento de la agrupación de 13 integrantes (tiene tres videntes) fue notable el ascenso, al punto que llegó a un festival estadual de Portuguesa, en el que provocó la admiración y el estupor de centenares de asistentes.
«Fue un día histórico para nosotros. Estábamos temblando por los nervios, pero cuando escuchamos los aplausos y los gritos, la aceptación del público... lloramos de la emoción. Hasta nos invitaron a un evento nacional de aficionados en Caracas, al que finalmente no pudimos ir», dijo Liliana Rosario Justo para contar aquel momento de tensión y alegría.
Ya hoy en Guanare y otras ciudades de Portuguesa Los Originales –como se hacen llamar- no son tan desconocidos. Aunque más allá de los éxitos artísticos y de la posible celebridad, ellos resaltan el buen quiebre que han tenido sus existencias después de incursionar en el arte.
Por ejemplo, Ana Gardenia Díaz, Paula Rosario López y Benigno Antonio del Rosario, nos explicaron cómo les ha crecido la autoestima desde que se enrolaron en la original coral. El último, que ya tiene 70 años, nos confesó con una humildad hermosa que «esto te despierta la ansiedad de vivir; uno llega a creerse que es alguien en este mundo, te dan deseos de seguir porque sabes que vas sembrando una semilla para los que vienen detrás».
Todos, empero, se muestran abatidos cuando les mencionan a abril, el mes en que Sandra debe terminar su misión aquí. Ya sufrieron la despedida de Yilian, por eso saben que la de ella también los sacudirá.
«La profesora ha sido muy paciente con nosotros, muy dulce, muy profesional, excelente en una palabra. Toda despedida es un hecho triste, pero esta la vamos a sentir de verdad; ella nos hará mucha falta», nos comentaron.
Sandra los escucha y desvía sus ojos, sonríe y algo le sube por la garganta inevitablemente, y ensancha la mirada sin saber qué decir. «Vamos», expresa. «Somos el mundo», agrega, enunciando la canción que ensayarán y tratando de disimular alguna humedad que empieza a nacerle en la mirada.