Mujeres de la etnia xhosa, en sus vestidos tradicionales cantan y bailan mientras esperan el paso del coche fúnebre. Autor: AFP/Getty Images Publicado: 21/09/2017 | 05:42 pm
En sus memorias, Mandela cuenta con nostalgia su vida en Qunu, la aldea donde pasó su infancia. Allí llegó tras la muerte de su padre, para criarse bajo la guía del regente de la tribu. Desde muy pequeño bebió la savia de rebeldía y amor a la justicia que le guiaría en toda su vida de lucha por una nueva Sudáfrica, libre de apartheid y de la centenaria dominación blanca.
Ese espíritu fue cultivándose con los relatos de los ancianos que contaban una historia muy distinta a la que le enseñaban en la escuela. La historia de resistencia y de lucha de los ídolos ancestrales que conformaron el orgullo del pueblo sudafricano, que nada tenía que ver con la deformación historiográfica que le inoculaban a los niños, según la cual, los héroes solo tenían un color, el blanco, y los negros eran salvajes y ladrones de ganado, y las rebeliones eran un descrédito.
Luego vendrían los años de formación académica y trabajo en Johannesburgo, el activismo político, pero en Qunu estaba la semilla.
A ese Qunu, por cuyas tierras corrió y que poco ha cambiado en 90 años, vuelve Mandela. Esta vez, a su entierro, en una ceremonia que empezará hoy a las ocho de la mañana.
Mandela había expresado su voluntad de vivir sus últimos meses en su querida aldea rural; sin embargo, los pasó en un hospital en Pretoria y después en su casa en Johannesburgo, debido a su estado crítico de salud a causa de problemas pulmonares que tuvieron su cimiente en los 27 años de prisión en las mazmorras del apartheid y los trabajos forzados.
Pero el regreso siempre es posible, y su familia se encarga de cumplir cada una de sus peticiones hechas en vida.
En el jardín de la casa que él mismo mandó a construir, y a donde volvía en sus últimos años siempre que su salud se lo permitía, Madiba recibirá el último adiós para unirse con sus ancestros y familiares.
Allí descansará juntos a tres de sus hijos, uno de ellos, Makgatho, fruto de su primer matrimonio con la enfermera Evelyn Mase, fallecido en 2005 a consecuencia del sida cuando tenía 54 años; un acontecimiento que le dio muchas más fuerzas a la lucha de Mandela contra esa pandemia, específicamente contra el estigma de padecer la enfermedad, que contribuía a la muerte prematura de muchas personas que se negaban a hacerse pruebas y recibir tratamiento médico por no verse excluidos socialmente.
Luego de largas jornadas en las que el pueblo sudafricano, y líderes mundiales rindieron tributo masivo al ex presidente sudafricano en la capital, Pretoria, los restos mortales de Mandela fueron trasladados este sábado en procesión hasta Qunu.
Salieron en la mañana de la base de la fuerza aérea de Waterkloof, donde el Congreso Nacional Africano (ANC) le honró con una última ceremonia. Allí seguía acompañado por su nieto, Mandla, quien no se despegó un instante del abuelo durante los tres días de su velatorio en una capilla ardiente en la sede del Gobierno sudafricano (Union Buildings), visitada por más de 100 000 ciudadanos, y figuras públicas internacionales.
Con sus palabras, Mandla enviaba un mensaje de esperanza a quienes consideran que el ANC quedó huérfano tras la muerte de Mandela, el 5 de diciembre.
«Durante los últimos tres días me he sentado junto a mi abuelo (...) He visto a su Ejército (de Sudáfrica), a su gente... Y puedo asegurar al ANC que el futuro de este país parece brillante», apuntó Mandla Mandela.
Un momento muy especial de este rito tuvo lugar cuando la viuda de Nelson Mandela, Graça Machel, lloró al recibir la bandera del ANC que cubrió el féretro de su esposo en la sentida ceremonia de despedida que le dedicó su partido.
El presidente de la nación, Jacob Zuma, entregó la enseña, cuidadosamente doblada.
Luego de este evento, el cuerpo de Mandela voló hasta el aeropuerto de Mthatha, capital comarcal en la provincia del Eastern Cape, donde desde muy temprano muchas personas querían darle el último adiós al padre de Sudáfrica.
Miles se congregaron junto a la ruta que utilizó el convoy para trasladar el ataúd, cubierto con una bandera sudafricana. Durante todo el viaje fue escoltado por una guardia policial y desde el aire por helicópteros militares.
Muchos cantaban y bailaban al ritmo de canciones de la lucha contra el apartheid. No querían acabar el homenaje. Todo tiempo es poco para cantarle a la vida de Madiba, el hombre que cambió el destino de un pueblo sumido en la esclavitud en pleno siglo XX, abriéndoles el camino a la conquista de la dignidad.
La misma fiesta se sintió en Qunu, a 30 kilómetros del aeropuerto. No había llanto, porque rezaban y cantaban por la vida plena de un padre.
La ceremonia, este domingo, tendrá primero una parte en presencia de unas 5 000 personas, y será transmitida por televisión. Luego, el entierro será estrictamente íntimo y familiar.
Los ritos tradicionales de la etnia xhosa, incluyen el sacrificio de un buey, una práctica recurrente en momentos trascendentales de la vida.
Los ancianos del clan thembu, al que pertenecía Mandela, supervisarán las exequias, durante las que Madiba será tratado de Dalibhunga, el nombre que le dieron a los 16 años en el rito iniciático a la vida adulta.
Su cuerpo será recibido al grito de «¡Aaah! Dalibhunga», que se repetirá durante la ceremonia.
Así, como a alguien que vuelve a la vida, le dan su último adiós.