Richard acude semanalmente a la Cárdenas para ayudar a sus compañeros sordos en el proceso de aprendizaje. Autor: Ismael Batista Publicado: 21/09/2017 | 05:24 pm
CARACAS.— El método cubano Yo, sí puedo y su consecución Yo, sí puedo seguir, durante una década han alfabetizado y abierto el universo del saber a más de siete millones de personas en el mundo.
Cientos de millones más esperan por él. Lo más probable es que ni sepan que existe, pero seguro sueñan con algo así. Desde los asentamientos yanomamis, de Venezuela, a los aymara de Bolivia; desde las poblaciones originarias de Australia a no pocos iletrados en regiones de Europa —incluidas zonas de España—, la letra y la lectura se hicieron asequibles.
No solo se ha aprendido el abc. Como ocurre aquí, se alcanza el sexto grado, o la educación media, o la media superior, y hasta muchos cursan o casi terminan carreras universitarias, incluyendo a miles de personas con alguna discapacidad.
El sonido del abecedario
De niño empezó en la escuela. La debió dejar a medias. Hoy, ya rondando la tercera década de vida, acaba de concluir el segundo año de la Licenciatura en Educación Especial, con énfasis en la disciplina del lenguaje de señas.
Richard Noguera vive en San Cristóbal, la capital del estado venezolano de Táchira. Es sordo. (No son mudos, aunque algunos le digan así). Cuando en junio de 2003 la Misión Robinson del Gobierno Bolivariano abrió sus puertas, estuvo entre los primeros en inscribirse en los ambientes —aulas— de alfabetización y luego de postalfabetización del método Yo, sí puedo.
En lo personal, los individuos con limitaciones auditivas me son cercanos. Mi hermano menor padece desde niño de sordera profunda. No necesitaba intermediario para conversar con Richard. Por cortesía, dejé que una joven y hermosa venezolana, facilitadora de las misiones Robinson y Rivas en el aula especial de la escuela Román Cárdenas, me sirviera de traductora.
Con Richard fluye limpia la conversación. Su lenguaje de señas es suave, armónico, musical —como el decir venezolano—. Los casi 20 sordos inscritos en la Cárdenas —en la Robinson o la Rivas— lo escuchan siempre con atención. Es el líder.
Descubrí que el temperamento nacional también corre por las manos. Los que aprendimos a «hablar» en La Habana, tenemos un tono grave, ríspido, presuroso, críptico, anfibológico. Richard no. Habla pausado, con la palabra exacta, aunque sea mediante sus manos.
Dice: «He tenido la suerte de transcurrir por las tres misiones educativas de la Revolución Bolivariana, la Robinson I —de alfabetización— y la II —para alcanzar mayores grados—. Entonces éramos seis sordos. Y me gradué. Y continué en la misión Rivas, tres años que me abrieron el camino a la educación media y luego las puertas de la enseñanza superior.
«Terminé la Rivas con muy buenas calificaciones. De ahí seguí para la Misión Sucre, creada por mi Comandante-Presidente Hugo Chávez. Primero fue un curso introductorio. Y ya concluí el cuarto semestre en educación especial.
«Sí, ya estoy en la universidad. No obstante, cada semana me llego hasta aquí para acompañar y ayudar a mis compañeros sordos. Los apoyo con las letras y las matemáticas. Quiero que quienes lo deseen, como yo, entren a la universidad».
Maestra, vida, Cuba
Ángela Ochoa Maldonado es la coordinadora estadual de las misiones educativas en Táchira. Está en ellas desde sus inicios, primero como miembro de la «sala situacional» y desde 2007 al frente de las misiones Robinson, Rivas y Sucre, un sistema que cierra el ciclo desde la alfabetización a la enseñanza universitaria para quienes antes estaban excluidos.
«Son cientos las personas con problemas auditivos, retardo en el aprendizaje, minusvalías visuales y físico-motoras que han pasado por nuestros ambientes educativos en Táchira.
«Usted no puede imaginarse la satisfacción que da este esfuerzo. Es un gran honor ser parte de él. A ellos, como a nuestros adultos mayores, les hemos llevado, como dice nuestro Comandante-Presidente, “la luz del Sol, la luz del saber”, hasta el último rincón de esta patria de Bolívar.
«Antes de la Revolución, las personas especiales eran totalmente excluidas. Ya con Robinson, luego con Rivas y después con Sucre, su nivel de estima y autoestima cambió. Se les ha insertado a la sociedad y se les ha demostrado que tienen los mismos derechos y deberes, como cualquier otro ciudadano.
«La gran mayoría de las personas con discapacidad auditiva, incluso, no disponían de su cédula de identidad. Se manejaban con la partida de nacimiento para todas partes. Ahora la Revolución los ha dignificado. Todos tienen su cédula, que es lo mínimo que te da el decoro de ciudadano.
«Su condición como seres humanos con todos los derechos se les ha reivindicado. Se les ha dado la oportunidad de ser útiles, plenos, que nos importan y aportan a todos.
«Y todo empezó con la educación, que es, junto a la vida, uno de los primeros derechos que hemos de tener.
«Por eso es que quiero y admiro tanto a los cubanos. Sin ustedes hubiera sido imposible sacar adelante, a partir de 2003, las misiones médicas, la educativa y tantas otras. Ustedes y el Comandante Fidel pusieron a nuestra disposición la mayor riqueza que puede tener un país, el talento y la solidaridad, sin condiciones y sin ambiciones».
Enseñando, aprendiendo
La máster en Ciencias Diana Lina Hernández Medida asesora las misiones educativas en Táchira. Es parte del grupo de pedagogos cubanos que colaboran en esta región andina.
Como todos los que hay en el país, son profesionales de altísima calificación, con una gran humildad y un elevado compromiso patriótico y humanista. He conocido a muchos en toda la geografía venezolana. Son cubanos ejemplares. Hombres y mujeres dedicados en cuerpo y alma a la misión que cumplen.
Ana Lina está aquí desde octubre de 2010; el mes que viene debe concluir su cooperación. Una de sus tareas básicas es acompañar metodológicamente a los facilitadores y maestros locales. Antes era directora de la escuela primaria Lázaro Acosta Paulín, de Pinar del Río.
Tiene 39 años de edad, pero parece una joven veinteañera.
«Esta es mi primera misión internacionalista. Qué te puedo decir. Profesionalmente he crecido, es un reto; una realidad que Cuba superó hace más de medio siglo. Y ya no solo es asesorar que el método se imparta correctamente, como fue aprobado, sino que te entregas completamente. Se deja de ser una misma y nos convertimos en algo más; algo así como si te multiplicaras.
«¿En lo personal? Aprendes, sientes en carne propia lo que significa ser verdaderamente un internacionalista. Te refuerzas más en el querer a Cuba, pero también en propia carne comienzas a amar a América Latina, a sentir que todos somos hermanos. Por aprender, hasta he departido con integrantes de culturas originarias del continente, como me ocurre en las tres comunidades indígenas asentadas en la zona de García Hevia.
«Incluso hemos ayudado a desarrollar ambientes educativos en centros penitenciarios, en empresas y hasta incorporamos a otros latinoamericanos que no están nacionalizados, pero tienen residencia legal y la Revolución Bolivariana les ofreció la oportunidad única de aprender a leer y escribir, cursar la enseñanza media e incluso entrar a la universidad.
«La Revolución Bolivariana tiene eso: es tierra de América, tierra de todos, donde nadie, ni siquiera quienes nacieron en países limítrofes, y más allá, son excluidos. La mayor lección de estar aquí es que “Nosotros, el pueblo único que es Latinoamérica y el Caribe, Sí podemos”. Lo estamos demostrando».
Nadie debe ser analfabeto
Cuba coopera con cerca de 30 países mediante el método Yo, sí puedo, con más de un millón de personas actualmente en aulas. Según informó la víspera la Unesco, en el mundo hay 775 millones de individuos que no saben leer ni escribir. Así que queda mucho por hacer. Y se puede.
La colaboración cubano-venezolana permitió alfabetizar en poco tiempo a más de 1 700 000 iletrados, lo que llevó a declarar en 2005 al país sudamericano como el segundo territorio libre de analfabetismo en la región, condición que luego se le adjudicó a Bolivia (2008), Nicaragua (2009) y Ecuador (2009).
Naciones pertenecientes a la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) han beneficiado con esta iniciativa a más de 3 500 000 ciudadanos, buena parte de los cuales, como ocurre en Venezuela, han continuado estudios hasta el sexto grado, la enseñanza media e incluso la superior.
Y no es capítulo cerrado. Aquí, por ejemplo, se sigue buscando a sectores remanentes que por uno u otro motivo no han accedido a estos programas. El propósito de Venezuela es que ni uno solo de sus ciudadanos deje de saber leer y escribir.