La herencia de Alberto Fujimori planea sobre su hija Keiko. Autor: Getty Images Publicado: 21/09/2017 | 05:10 pm
De alguna manera, ambos han sido colocados por la propaganda electoral en los extremos: a Humala se le quiere presentar como un «nuevo Chávez», y a Keiko se la proyecta como la potencial jefa de un gobierno que sería copia al calco del desempeño de su padre, Alberto Fujimori, acusado de autoritario y quien cumple 25 años de cárcel por corrupción y otros delitos.
De tal suerte, parecería difícil prever cuál sería en verdad la ejecutoria de quien resulte vencedor de acuerdo con sus más recientes alocuciones, obligados como han estado los contrincantes a atemperar sus posturas para contrarrestar el proselitismo del contrario.
Contenido él en los anuncios originales de su programa nacionalista y defensor del Estado, con tal de frenar las acusaciones de que acabaría con la inversión extranjera y viraría la economía al revés; excedida ella en los programas sociales prometidos para ganar el voto de quienes son aplastados por el modelo actual, Ollanta Humala y Keiko Fujimori, los contendientes por la presidencia de Perú en la ronda del desempate del próximo domingo, han terminado sus respectivas campañas con discursos bastante parecidos.
Así se deduce de lo que cuentan observadores que siguieron sobre el terreno la polarizada y tirante carrera por el balotaje. Pero, de cualquier modo, existe entre ambos una diferencia que nadie podría soslayar: la hija del ex mandatario y ex primera dama sería más del extemporáneo neoliberalismo que ha hecho crecer la macroeconomía de Perú incrementando, como en todas partes, la capa de pobres —echemos, si no, una ojeada a Europa—; en tanto el ex militar representaría un cambio —más leve o radical, según se comporte— inclinado a un nacionalismo con matices alejados del modelo que naufragó en otros países latinoamericanos, y que allí se ha mantenido en boga.
No faltan entonces quienes señalen al continuismo del saliente Alan García como responsable de los muchos adeptos que ha conseguido el candidato de Gana Perú —un hombre que antes de comenzar el proselitismo de la primera vuelta ni siquiera estaba incluido en los pronósticos—, pues el mandato que concluye hizo crecer al país pero siguió dejando en el olvido a los marginados. Y Humala se pronuncia porque el crecimiento llegue a todos.
Del otro lado, ha pesado mucho también en la campaña el fantasma de Fujimori padre: positivo para Keiko entre quienes agradecen a la mano dura de aquel haber arrasado con el grupo Sendero Luminoso e infligido arteros y duros golpes al guerrillero MRTA (Movimiento Revolucionario Túpac Amaru), pero negativo para quienes ven ese y otros hechos como resultado de un régimen dictatorial que golpeó el respeto a los derechos humanos y sumió al país en la corrupción. De allí ha salido el frente común que a última hora se ha erigido ante ella, y posibilitado apoyos tan desconcertantes como el que ha otorgado el neoliberal y entreguista ex presidente Alejandro Toledo a Humala.
De tales vericuetos entre lo que se recuerda, lo que se dice, y lo que en verdad se hará, puede que nazca el presunto empate técnico que arrojan hasta último momento las encuestas, y que harían dirimir como en el tango —«por una cabeza»— la presidencia que se decide el próximo domingo.
Según los estudios de opinión, la intención de voto favorecería a Keiko Fujimori, de Fuerza 2011, con apenas unos tres puntos porcentuales sobre Humala, y la última palabra la tendrían los indecisos, quienes según los diversos sondeos fluctúan entre el diez y el 20 por ciento del padrón. Sin embargo, otros apuntan que Ollanta tiene su mayor potencial en los sectores rurales, adonde no llegan los encuestadores.
Advertidos de lo tendenciosos que pueden ser los sondeos en función de inclinar hacia uno u otro platillo el fiel, no faltan, empero, quienes se mantienen expectantes y, sin apostar a uno u otro, prefieren esperar lo que digan las urnas. Lo que nadie parece dudar es que están en liza el continuismo, quizá con mano aún más férrea, y la posibilidad de que, con mayor o menor profundidad, cambien las reglas.