Que un país esté seis meses sin gobierno, parece tema de una novela de ficción. Pero ese territorio es real, y forma parte de la Unión Europea: Es el reino de Bélgica, donde desde el 10 de junio, fecha de las últimas elecciones parlamentarias, no se ha podido formar gabinete.
Mucho de egoísmo hay en esta historia, y bastante pesa la ambición de muchos políticos de Flandes —la parte norte—, deseosos de más potestades de autogestión, para poco a poco dividir el país y dejar por su cuenta a la sureña Valonia.
De Belder, durante una manifestación por los derechos sociales en Bélgica. En diálogo con nuestro diario, el doctor Bert de Belder, miembro del Comité Central del Partido del Trabajo belga, explica: «La causa es el desacuerdo entre los grandes partidos clásicos burgueses acerca de la separación de poderes entre las dos regiones: Flandes, de habla flamenca, y Valonia, francófona. Buena parte de la burguesía flamenca quiere mayores poderes para avanzar más rápido en la aplicación de medidas antisociales en su zona».
«De otro lado, otros sectores de la burguesía belga desean mantener al país íntegro. Dentro de la misma clase hay fuerzas opuestas, pero ambas desean instrumentar medidas impopulares, en línea con la Agenda de Lisboa de la UE, acordada en el año 2000, como facilitar los despidos, privatizar los servicios públicos y acumular más ganancias para las empresas, en detrimento de los trabajadores».
—¿Coincide el interés separatista de los políticos con las aspiraciones de los ciudadanos comunes?
—No. Dos años atrás, un sondeo mostró que solo el cuatro por ciento de los flamencos quería la independencia. Hoy, ese índice es del diez por ciento, una minoría ínfima, pese al bombardeo de los medios de comunicación y los políticos.
«De todos modos, la campaña ha tenido algunos efectos. Hay prejuicios de los flamencos hacia los valones, y viceversa. Y no son corregidos, sino atizados por la prensa.
«Además, como desde hace unos 40 años estamos en un proceso de descentralización, los partidos se han separado según líneas lingüísticas. La TV también se ha dividido según ese patrón, lo que ha provocado que las personas del norte y del sur ya ni se conozcan entre sí».
—Se insiste en subrayar que Valonia es más pobre que Flandes. ¿En qué medida lo es realmente?
—Es más pobre hoy, pero hace 50 años era al revés: Valonia era más rica. El desarrollo capitalista desigual hizo que los sectores industriales valones —el carbón, el acero, los textiles— decayeran, mientras en el norte cobró auge la industria química, la automovilística y la alta tecnología, que atraen más capital y posibilidades de desarrollo. Luego la pobreza y el desempleo en el sur son más elevados.
«Pero yo digo: esos son motivos adicionales para mantener la solidaridad. En el norte debemos ser más solidarios con quienes tienen menos oportunidades en el sur».
—¿Ha fracasado entonces el modelo de convivencia?
—No lo creo, porque la gente se siente sobre todo belga. Muy pocos dicen sentirse flamencos o valones. Imponer la división es un proyecto burgués, no de la gente común.
«Por otra parte, en Bruselas laboran juntos flamencos y valones, en iguales condiciones y con los mismos salarios. Ahora se quiere aplicar la diferencia de sueldos y derechos laborales, para enfrentar a los trabajadores entre sí».
—¿No sería viable la celebración de un referéndum?
—Los sondeos ilustran que la gran mayoría desea la unidad. Dado el clima de separatismo azuzado por los medios de comunicación y los políticos, ellos podrían manipular una consulta, por tanto, no sería una buena opción.
«No obstante, las bases sí están gestando iniciativas. Por ejemplo, una mujer lanzó una petición para la unidad nacional que ya obtuvo 140 000 firmas, y organizó una manifestación de 40 000 personas en Bruselas. Hay otra solicitud de los sindicatos, los artistas y la izquierda, por la unidad y la solidaridad, para salvar los beneficios sociales y los derechos de todos los obreros. Se han recogido 90 000 firmas, y la meta es llegar a 100 000.
«Como dijo Fidel, hay que globalizar la solidaridad. Hoy ese es el concepto clave en Bélgica. Estoy convencido de que ese valor está bien instalado en el corazón de la mayoría de los belgas, y con él podremos seguir adelante».