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Alemania: De copas y demoras

Autor:

Luis Luque Álvarez

Para los alemanes del oeste, se trataba de solo apretarse el cinturón durante breve tiempo, mientras los del este se ajustaban a las estructuras económicas de la República Federal Alemana.

Pero pasó el tiempo, y aunque ya no existen barreras entre el territorio de la antigua República Democrática Alemana y el de su adversaria ideológica, aún está lejos la homologación: «Habría que contar con unos diez, 15 o 20 años», ha dicho el comisionado para los nuevos estados federados, Wolfgang Tiefensee, quien presenta cada 3 de octubre —día en que se recuerda la reunificación del país, en 1990— un informe sobre cómo va el proceso.

Con la absorción de la RDA por parte de la RFA, los políticos decidieron y la gente pagó. Se instituyó un denominado «impuesto de la solidaridad», por el que los ciudadanos financiarían el costo de equiparar progresivamente el estándar de vida de los cinco nuevos estados federados al de los 11 restantes.

Solo por ese concepto, hasta el momento se han canalizado 10 000 millones de euros hacia el este. Para algunos, es ya demasiado dinero, ¡y demasiado tiempo! Y Tiefensee se apea pidiendo a los bolsillos particulares «más apoyo» para otras dos decenas de años. Ello, mientras maneja cifras que suenan a contradicción.

En los cinco nuevos länder, el crecimiento económico es de un tres por ciento (en los del oeste, es de 2,7), y según la página web del comisionado, la industria manufacturera gana en desarrollo, las ventas se disparan en comparación con las de 2006, y asimismo las exportaciones.

Sin embargo, una piedra se obstina en fastidiar dentro del zapato de Alemania oriental: la emigración hacia los viejos estados federados. Datos de la oficina de Tiefensee revelan que, en busca de mejores perspectivas, muchísimos jóvenes —mayormente los de alta preparación profesional— se mudan hacia el oeste, en ocasiones porque no encuentran trabajo en la ex RDA. «Más y más personas se marchan hacia regiones más prósperas, porque nadie quiere quedarse atrás», señala la web, que reconoce en este fenómeno un auténtico «robo de cerebros, y la pérdida de la capacidad de innovación».

Como resultado, las tiendas no tienen clientes suficientes, hay muy pocos niños en las escuelas y guarderías infantiles, la infraestructura y el transporte público están subutilizados, y muchas empresas no encuentran personal capacitado, por lo que cierran sus negocios y los plantan en otro sitio. El desempleo, entretanto, cabalga sobre el 22 por ciento.

¿Quién aprovecha estos espacios vacíos, que hacen ver engañosamente al este como una tierra perdida? Desde luego, la extrema derecha. El Partido Nacional Alemán (NPD), una formación que celebra a la luz del día los cumpleaños de los más terroríficos jerarcas nazis, experimenta un ascenso tal, que en ciertas zonas es mejor valorado que el Partido Socialdemócrata, integrante de la coalición de gobierno.

Del este han venido asimismo buena parte de los últimos ataques racistas contra inmigrantes —durante el Mundial de Fútbol de 2006, se aconsejó a los extranjeros no visitar ciertas zonas—. Y en dos de sus estados: Sajonia y Mecklemburgo-Pomerania Occidental, el NPD ha llegado al Parlamento regional, mientras se apresta a hacer otro tanto en Brandemburgo, el estado que rodea a Berlín, la capital.

No obstante este ruidoso panorama, y el cansancio por la lentitud de la prometida igualdad socioeconómica, más del 70 por ciento de los alemanes —según un sondeo de la emisora privada N24— cree que hay motivos para celebrar la reunificación. Y ayer levantaron copas...

Pero tener que esperar 15 o 20 años, con svásticas pintarrajeadas más a menudo, ¡y con cada vez menos gente para esperar!, es algo que nadie imaginó en aquel eufórico otoño de 1990. El gobierno alemán estará tomando nota...

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