No es nada habitual que un ex presidente de Estados Unidos critique al mandatario en funciones en la Casa Blanca. Una especie de código no escrito lo establece; pero el actual gobernante parece que ha colmado la copa y al ruedo se lanzó Jimmy Carter para decir en una entrevista telefónica publicada este sábado en el diario Arkansas Democrat-Gazette que George W. Bush es el «peor de la historia» de su país.
La sentencia fue argumentada: «Creo que en cuanto al impacto negativo de la nación alrededor del mundo, esta Administración ha sido la peor de la historia»... «Hemos abrazado el concepto de guerras preventivas en las que vamos a un conflicto militar con otra nación incluso si nuestra seguridad no se ve directamente amenazada, si queremos cambiar el régimen allí o si tememos que en algún momento futuro nuestra seguridad puede estar amenazada. Esto es una diferencia radical de las políticas de todas las administraciones previas».
Carter dijo que Bush no ha tenido conversaciones de paz para el caso israelí-palestino, y su administración «abandonó o directamente rechazó» cada uno de los acuerdos negociados sobre armas nucleares.
Lo acusó, además, de abandonar «los valores básicos de América» —ya ustedes saben, América es Estados Unidos—, de eliminar la línea entre la iglesia y el estado, favoreciendo con cuantiosos fondos económicos a determinados grupos religiosos, y lamentó también las políticas ambientales del mandatario republicano, que en su criterio ha echado atrás los esfuerzos de todos los presidentes que le antecedieron.
No se salvó de la diatriba carteriana el primer ministro saliente británico Tony Blair, quien por su apoyo incondicional a las políticas bushianas se ganó estos epítetos: «Abominable. Leal. Ciego. Aparentemente servil».
Y como si no fuera poco le añadió punzante —y para que todos los británicos lo oyeran— en declaraciones a la British Broadcasting Corp. (BBC-radio): «Creo que el firme respaldo de Gran Bretaña a las desacertadas políticas del presidente Bush en Iraq han sido una enorme tragedia para el mundo».
Mas no fue Jimmy Carter la única celebridad responsablemente empeñada en amargarle el fin de semana a Bush, cantándole las verdades. El actor Leonardo DiCaprio —quizá avizorando un remake del hundimiento de un Titanic capitaneado por el W.— lanzó en el Festival de Cine de Cannes el documental The 11th Hour (La oncena hora), en que insta al mundo entero a hacerse ecologista ahora, antes de que sea demasiado tarde.
Sin andarse por las ramas o mirar a otros para no verse la viga en el ojo propio, DiCaprio apuntó: «Somos la mayor potencia mundial. También somos los mayores contaminantes»; así que se volvió para Bush con esta simple expresión: «Hizo muy poco por la protección del medio ambiente»... «Podría seguir hablando durante horas, pero esta frase expresa claramente mi opinión».
Una a una, las críticas van creciendo, y muestran la existencia de una ciudadanía responsable, horrorizada por una administración que insiste en hacer la guerra, tanto en los escenarios bélicos contra supuestos o inventados peligros, como contra la naturaleza que asumen como de su propiedad.