Todo dilema o conflicto nos pone ante riesgos de pérdidas que no queremos asumir
E.C.: Soy casado hace muchos años. Me costó mucho aceptar mi bisexualidad y sobre todo atreverme a llevarla a cabo. Mi esposa no sabe nada de mis gustos, que abarcan además la vida swinger. Siempre deja clara su intransigencia. He optado por vivir esa experiencia solo y me siento mal, aunque no culpable. En realidad quisiera que mi esposa me acompañara en esa aventura. Ese es mi gran dilema.
En ocasiones, luego de muchas vueltas, algunas parejas encuentran un modo de vivir con diferencias como estas. Siempre requiere asumir riesgos y andar con cautela.
Pero no todo es posible: cada quien decide lo que acepta para mantener el lazo. Acompañar tus aventuras requiere que ella también las disfrute, ya sea como fantasías, en escenas donde juegue algún papel o en el acto. Si eso no sucede no podrá acompañarte, aunque te quiera complacer.
Todo dilema o conflicto nos pone ante riesgos de pérdidas que no queremos asumir. Resolverlos implicará aceptar límites. ¿Qué prefieres ganar? ¿Qué estás dispuesto a perder? Hasta ahora has resuelto disfrutando a solas aquello que tu esposa rechaza. Esta es una alternativa para mantener matrimonio y placeres. Pero quedas solo, sin ajustarte a lo que has pautado al constituir pareja. Si te descubren tendrás, cuando menos, una crisis matrimonial, y si acepta, posiblemente tendrá normas o acuerdos que limitarán tu libertad actual. También puede no ver sentido a estar juntos si cae el velo de la ilusión y cree tener ante sí a un extraño que no cumple sus condiciones de amor y goce. Tal vez pierdas el matrimonio y puedas intentar iniciar otro donde tus preferencias eróticas sean claras desde el primer día.
Mariela Rodríguez Méndez, Máster en Sicología Clínica