D.A.: Somos una pareja de tres años y medio que convive con privacidad en un ambiente armonioso. Hace seis meses tenemos problemas en el sexo y lo achacamos a la falta de búsqueda en la cama. Eso ha espaciado nuestros actos sexuales, pero ahora mi esposa me plantea que ha perdido todo el deseo sexual, no quiere que la toque, no siente nada, nada la excita, ni me permite hacer algo para lograrlo. Al principio pensé que era una excusa o que ya no sentía nada por mí. Ella insiste en que me ama, pero tiene un problema que la está matando. Ella tiene 23 y yo 32.
Te ama, pero necesita reencontrarse con la dimensión del deseo que ahora se encuentra obstruido y ha de dirigirse a algo diferente. No por más insistir, exigirlo o analizarlo, aparecerá. Requieren invenciones diferentes a estas que «sin quererlo» llevan a esos «problemas en el sexo». No duden en pedir ayuda psicológica porque muchas veces el cambio es posible, aunque no se trate de soluciones de hadas.
Desear implica experimentar la falta de algo para sentir la satisfacción anhelada, esa que muestra su rostro y al mismo tiempo la esconde, reapareciendo en fantasías y sueños. Amor y deseo se enlazan cuando se encuentra quien nos invade e ilusiona con el placer y su repetición o superación futura. Pero también amar implica la imagen del encuentro de dos mitades que se completan. Esa imagen ideal lleva a veces a la ilusión de que se tiene todo o de que todo está hecho; el método está pautado y puede apagar el deseo. Travieso y escurridizo, el deseo nos advierte de nuestra capacidad de soñar, buscar y crear según nuestra singular naturaleza.
No tarden en solicitar ayuda especializada, porque muchas causas pueden estar influyendo.
Mariela Rodríguez Méndez. Máster en Psicología Clínica y psicoanalista
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