En Cuba, el marco legal establece regulaciones específicas para proteger a las personas de prácticas coercitivas en el ámbito erótico y familiar. Sin embargo, la manera en que se concibe y ejerce ese consentimiento en la práctica varía a lo largo de la vida, dependiendo de la edad, la madurez emocional y la educación recibida sobre el tema
Los límites que pongo son para respetarme, no para ofenderte.
Frase asertiva de las redes
El consentimiento es uno de los fundamentos en cualquier relación de pareja construida sobre la base del respeto mutuo, la equidad y la autonomía de cada individuo, ya sea ocasional o a largo plazo. Por eso es un concepto clave en la legislación sobre derechos humanos y violencia de género.
En Cuba, el marco legal establece regulaciones específicas para proteger a las personas de prácticas coercitivas en el ámbito erótico y familiar. Sin embargo, la manera en que se concibe y ejerce ese consentimiento en la práctica varía a lo largo de la vida, dependiendo de la edad, la madurez emocional y la educación recibida sobre el tema.
Durante la adolescencia, el consentimiento se ve atravesado por múltiples factores, sobre todo el descubrimiento de la sexualidad, la influencia de la cultura, la presión social y la educación recibida en el hogar y la escuela.
En Cuba la edad mínima para el consentimiento sexual es de 16 años: cualquier relación erótica con menores de esa edad puede calificarse como delito, en tanto no se les considera con aptitud legal, sicológica y cognitiva para decidir responsablemente en un acto de esa naturaleza.
La ley protege a los adolescentes de relaciones coercitivas o abusivas, incluso si se emplean métodos de seducción o engaño, y especialmente ante una diferencia de poder significativa entre las partes involucradas; por ejemplo, dependencia afectiva o económica de esa persona, o si es quien provee servicios clave como educación, alimentos o salud.
Nuestro Código Penal sanciona con severidad la corrupción de menores y el abuso de autoridad en relaciones de confianza. No importa el tiempo transcurrido: la denuncia puede ponerse en el momento en que se tiene claridad del hecho, aun cuando transcurra un tiempo de aparente aceptación.
Si se trata de una relación de pares, es esencial enseñarles el valor de su consentimiento para todo tipo de prácticas que involucren su cuerpo, su imagen y sus sentimientos, no una, sino todas las veces en que ocurra la acción, así exista un noviazgo reconocido por la familia de ambos.
Esto vale para caricias y besos, sexo coital y otros juegos eróticos, y también para tomar fotos en circunstancias comprometedoras, usar objetos de su propiedad, mirar la correspondencia y otros contenidos en cualquier soporte, comentar en las redes y compartir sus contenidos.
Para entrenar esta habilidad es valioso empezar por la familia y desde la infancia; algo tan simple como pedir aceptación en lugar de forzar abrazos, besos o procesos de higiene, por ejemplo, porque si enseñamos que el amor o los lazos son por sí mismos un permiso, estaríamos creando vulnerabilidades frente a esas personas que luego despiertan su atracción o sus afectos.
«Sí, quiero» y «no, gracias» deben ser poderosas herramientas a su alcance, junto a la claridad de su derecho a denunciar a cualquiera que supere esos límites o haga saltar las alarmas de su aún inocente intuición.
Durante la juventud, la noción del consentimiento suele estar más clara, pero persisten retos importantes. Las dinámicas de poder, la falta de comunicación efectiva y los mitos sobre la sexualidad pueden afectar la capacidad de las personas para expresar o reconocer un consentimiento libre e informado, porque a esas alturas es importante insistir en el pleno derecho a preguntar y decidir, con asesoría de la familia u otros adultos significativos.
La educación sexual desempeña un papel fundamental en esta etapa para evitar situaciones de coerción, chantajes emocionales y violencia sicológica o simbólica.
Incluso, es importante fragmentar los permisos: un beso no es una puerta al sexo oral, un roce provocativo durante el baile no significa que deba consumarse el coito, y ni siquiera el acto sexual de una vez implica una patente de corso para forzar futuros encuentros, mucho menos para divulgar lo ocurrido o sacar provecho de ello.
El típico ejemplo de estos tiempos es el de los videos y fotos en la efervescencia del acto amoroso, que luego se comparten en las redes por chantaje o despecho. Nuestra recomendación es no permitir cámaras de ningún tipo en el lugar del encuentro, pero si consienten a una grabación, es importante clarificar en la propia cámara su posible uso posterior, además de evitar el rostro y marcas distintivas.
Legalmente, cualquier relación que implique manipulación, chantaje emocional o presión psicológica puede ser denunciada y sancionada según las leyes cubanas contra la violencia de género y los delitos contra la libertad sexual.