Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Trascender el cuerpo y conectar con el amor

Un tema que siempre ha generado fascinación y polémica es la práctica del erotismo tántrico, sobre todo su entrenamiento

Autor:

Mileyda Menéndez Dávila

Todos somos gotas del mismo océano.
Isabel Allende (escritora chilena)

En los casi 25 años que acumula Sexo sentido, un tema que siempre ha generado fascinación y polémica es la práctica del erotismo tántrico, sobre todo su entrenamiento, para acceder de manera más intensa a la energía sexual propia y «ajena».

El sexo tántrico es una práctica meditativa, un camino para enfocar el eros en un vínculo del cuerpo y la mente a niveles más elevados y sutiles. Es una intimidad que rebasa lo carnal y permite descubrir tu naturaleza en sensaciones rara vez vivenciadas en un acto sexual común, mucho menos en una descarga despojada de toda espiritualidad.

Como todo lo diferente, requiere tiempo y ambiente adecuado para enfocarte en la experiencia, y mucha confianza en la persona que guía, en caso de acceder al conocimiento a través de un taller, no en la práctica con una pareja experimentada.

Tantra significa red, conexión, y lo que se anuda en este caso va más allá de los cuerpos participantes: son las emociones, los conocimientos, las necesidades de reconocerse en una mirada ajena, cargada de devoción.

Todos los sentidos participan de esta práctica, y tanto las personas expertas como las que se acercan de manera intuitiva avanzan en ese camino, guiadas por su respiración, como en el yoga y otros lenguajes antiguos para expresar y gestionar la energía de los cuerpos.

Respirar de un modo particular, y sobre todo consciente de lo que despierta en tu cuerpo cada inhalación y exhalación, es la mejor llave para acceder al sexo tántrico. Lo demás es paciencia, constancia, sincronía y presencia: no haces el amor para salir de tu cuerpo o para regalar placer a otros, sino para abrirte a tu propio mundo interior y encontrar a tu amante en esa hermosa dimensión.

El sexo tántrico se origina en la antigüedad, en el sur de lo que hoy conocemos como India. Su propósito espiritual es exaltar el lado femenino-creativo de la vida y conectarlo con su lado masculino-estabilizador, metafóricamente representado en las deidades hindúes Shatki y Shiva.

En el polarizado cuerpo humano (como en casi cualquier cosa de la naturaleza), esas energías están en los puntos opuestos a lo largo del eje vertical: Shiva en el tope de la cabeza y Shatki en la base de la columna. A grandes rasgos, el ritual tántrico procura elevar esa energía dormida al sur (llamada kundalini) y hacerla florecer en contacto con la consciencia, también dormida, en el norte.

No necesitas (ni te limita) ninguna creencia religiosa o condición física especiales para lograrlo: cuando haces el amor con pausa, disfrutando cada instante, y logras comunión especial con tu pareja, accedes a esa energía y la guías por el camino adecuado para un placer superior.

La sensualidad es más importante que la apariencia, y no importa quién dura más o tiene un repertorio más amplio de caricias, sino de la capacidad de fluir juntos en cualquier intercambio, incluso mirarse a los ojos, que puede ser lo más retador si tu ego levanta barreras de suspicaz separación.

Lentitud es un concepto clave en la práctica tántrica, que no significa aburrimiento, sino intensidad: con cada movimiento en sintonía con la respiración y la observación de la energía en tu cuerpo, el orgasmo deja de ser estrella fugaz para convertirse en volcán que despierta y se derrama por todo tu sistema nervioso de forma controlada y sanadora, venciendo las autolimitaciones ante tu condición de ser sexuado.

Inconformidades comunes en el sexo moderno, como la eyaculación prematura, la disfunción eréctil o la anorgasmia pueden llegar a desaparecer en el sexo tántrico, en el que el coito es parte del menú, no el plato principal, y el descanso posterior es importante para mantener la conexión y la energía creativa fluyendo.

Tantra no es un manual de posiciones, aunque hay posturas y rutinas recomendadas, sobre todo para quienes se acercan con demasiadas dudas y necesitan referentes para avanzar. Sobre el tema puedes leer muchísimo, pero necesitas dar el paso siguiente y experimentar para que entiendas de qué se trata, del mismo modo que nadie puede explicarte en palabras las sensaciones de observar de cerca una aurora boreal.

Necesitas comprender tu cuerpo, educarlo, liberarlo, escucharlo y consentirlo antes de pensar en ofrecer placer a otros, del mismo modo que un alfarero debe familiarizarse con el barro antes de hornear su primera pieza.

En la próxima página abundaremos sobre el tema, a pedido de lectores vinculados con la plataforma Senti2Cuba a través de nuestras redes sociales.

De las redes

La empatía tiene una chispa indescriptible. Dicen por ahí que la persona que la lleva en el alma es como esa pequeña luciérnaga que va por el camino compartiendo su luz.

Parece que tuviera el poder de entrar suavemente en el corazón del otro, repartiendo la grandeza que conduce su existencia. Anda por ahí y por aquí, escuchando sin prisas, mirando con amor y sintiendo todo en su propia piel.

La empatía conoce de ser dulce con quien lo necesita e incluso, sabe mostrarse fuerte en el momento exacto.

Esas pequeñas luciérnagas actúan con sutileza, porque su mayor temor es herir a quien ya está herido…Quien lleva ese brillo sanador en el alma, comprende y va por la vida desatando nudos, ofreciendo su hombro, secando lágrimas.

Quien va vestido de empatía, recorre caminos escuchando miradas, leyendo silencios, desinfectando heridas… Y va empujando al que ya no puede para que vuelva a comenzar. Su fuerza es la bondad. (Marcela J. Villalón. Fragmento de Las personas correctas).

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