Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

No olviden la otra pandemia

Se dice que unos 79,3 millones de personas se han infectado con el VIH en las casi cuatro décadas de desarrollo de esa epidemia

Autor:

Mileyda Menéndez Dávila

Aunque la COVID-19 ha acaparado la atención en los últimos dos años y aún representa un tremendo desafío en materia de salud, el mundo no puede darse el lujo de olvidar al VIH (virus de inmunodeficiencia humano) o el sida, su síndrome asociado.

La Hoja informativa titulada Últimas estadísticas sobre el estado de la epidemia de sida, confirma que en junio pasado casi 40 millones de personas vivían con VIH en el planeta. De ellos 28,2 millones tenían acceso a terapia antirretroviral (ARV), mientras que en 2010 no llegaba a los ocho millones.

El crecimiento es loable, pero aún estamos lejos de las metas 90-90-90: el 84 por ciento conocían su estado, el 73 por ciento tenían acceso a los ARV y el 66 por ciento tenía una carga viral indetectable.

¿Qué pasará con los millones que permanecen sin detectar y los que no reciben asistencia en países donde esos medicamentos son un lujo que solo pueden pagar unos pocos? En realidad, ¿qué pasará con toda la población, expuesta de un modo u otro?

Se dice que unos 79,3 millones de personas se han infectado con el VIH en las casi cuatro décadas de desarrollo de esa epidemia, cuya propagación responde fundamentalmente a conductas de riesgo durante las prácticas sexuales o el consumo de drogas por vía inyectable.

De ese total han muerto al menos 36,3 millones por enfermedades asociadas al sida, fundamentalmente en las primeras dos décadas, aunque aín las cifras anuales son altas.

¿Qué ha fallado en la atención integral de esta epidemia en el mundo? Muchos aspectos: desde el control de las patentes por parte de empresas farmacéuticas que se rehúsan a dar prioridad a la responsabilidad bioética por encima de sus ganancias, hasta políticas públicas fallidas, corrupción en algunos gobiernos y razones culturales sustentadas en mitos tan arraigados como fatalmente erróneos.

Uno de esos mitos es seguir pensando que el sida es una enfermedad de personas homosexuales o sexualmente promiscuas que se exponen a voluntad. La consecuencia de esa falacia es que hoy el 53 por ciento de todas los infectados en el mundo son mujeres y niñas, sobre todo en países donde esos segmentos de población tienen escasos recursos económicos y educativos y muy poca capacidad para ejercer sus derechos.

Casi dos millones de los actuales portadores conocidos son menores de 14 años. En esto influye mucho la tercera vía de propagación: la transmisión directa de la madre al feto o al lactante, algo perfectamente evitable si se tomaran las medidas oportunas. Pero al menos una de cada cuatro embarazadas seropositivas no recibe ARV.

Sumemos a ese escenario el uso de productos inadecuados y la poca adherencia a los tratamientos con ARV por irregularidad en el suministro o por rechazo a sus efectos indeseados. Esto ha mantenido un reservorio del virus en países de África, América y Asia donde las cepas se multiplican, lo cual hace más difícil el desarrollo de vacunas (además de no contar con los recursos y la fuerza política que respalda en varios países la investigación acelerada para erradicar la COVID-19).

Otro elemento que conspira (y sí está a nuestro alcance) es que las personas supuestamente sanas no siempre confirman su seronegatividad o la de sus potenciales parejas antes de tener prácticas sexuales desprotegidas, y se exponen al peligro porque lo minimizan, también por razones culturales.

En el año 2020, más de seis millones de portadores del VIH desconocían su situación. A pesar de que la prueba es rápida y segura, aún mucha gente duda para hacérsela porque temen más al estigma social que a las consecuencias del virus, lo cual es un serio obstáculo para las metas de Onusida.

Hoy se estima que 26 de cada cien personas infectadas no conoce su estado serológico y no ha dado pasos para descartar esa posibilidad. El año pasado la cifra de nuevos contagios conocidos fue de un millón y medio de personas, pero ¿cuántos se infectaron sin saberlo aún?

El pico pandémico de tres millones en un año se dio en 1997. En 2010 fueron 2,1 millones, y desde entonces las cifras globales siguen bajando, tanto en adultos como en menores, pero en algunos países no hay mejora visible porque el manejo de la situación no cambia y la nueva pandemia ha estresado aún más sus sistemas de Salud.

Las restricciones pandémicas interrumpieron en muchos países las pruebas de VIH, por lo que bajaron los diagnósticos y remisiones para tratamientos, así que la estadística de estos dos años también estará comprometida.

En el África subsahariana radican dos tercios de las personas que viven con el VIH y menos del 3 por ciento de la población total en esos países ha recibido al menos una dosis de vacuna anti-COVID-19. En esas condiciones, portar el VIH implica el doble de riesgo de morir si hay coinfección con el SARS-CoV-2, o sufrir cuadros más graves y presentar mayor comorbilidad.

Valora tu riesgo

Comparado con el promedio de la población mundial, el riesgo de infectarse con VIH es…

* 35 veces mayor entre personas que se inyectan drogas,

* 34 veces mayor para las mujeres transgénero,

* 26 veces mayor para quienes practican sexo transaccional,

* 25 veces mayor entre los hombres que tienen sexo con hombres,

* y 1,5 veces mayor en mujeres que han sufrido violencia física o sexual dentro de la pareja.

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