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Amor en las redes

Historias sobre amores que surgen mediante las redes sociales se han vuelto comunes, más aún en tiempos de pandemia

Autor:

Mileyda Menéndez Dávila

«No te buscaba y llegaste a refrescar mi alma que ardía de ausencia. Ese atrevido “Hola” en mi chat cambió todo, y responder fue la mejor decisión. Desde entonces, escribiendo… es lo más cercano a la desesperación que he conocido».

Así comienza su relato la camagüeyana Eilyng Ruiz, una de las ganadoras del concurso sobre amores virtuales que lanzamos en febrero: «Tenerte cerca ha liberado en el pecho sentimientos hasta entonces encadenados, que hoy andan por todo mi ser sin control y rompen a su paso mi voz al decir te quiero, y mis dedos al escribir cada noche para ti.

«Sé que existes, que eres real, pero en la distancia vives donde te quiero, donde te sueño, donde te necesito, donde te beso, donde me enciendes o me apagas, donde me iluminas con tu resplandor, donde te abres paso con tu cariño hasta lo más profundo de mí, y allí te encuentro cada vez que vuelvo en tu búsqueda, porque estás encarcelado en un lugar especial del que no deseo que escapes.

«Encontré un mundo nuevo a través de tus letras y tus sentimientos. Así te colaste en mis días como si nada más importara. Como si nada más existiera. Encontré lo que no buscaba en nuestras noches de confesiones, en tu pasión por el cine. Más que todo te fui descubriendo el alma oculta y te abrí la mía en los detalles que se filtran entre las letras de cada postal o mensaje escrito solo para ti.

«¿Sabes? La magia de la inspiración aparece cuando la necesito y tú provocas la libertad de mis musas, que te escriben cada madrugada como si fuera el primer día. Por ti nace el verso, el recuerdo más intenso del minuto que ya es pasado porque no se pudo detener, la risa cómplice de la que solo nosotros conocemos su motivo. Todo me nace de ti y por ti.

«Cuando no buscamos nada y encontramos todo, solo queda decir gracias. El resto de las palabras, por muy ordenadas que estén, a mí me resultan sobrantes. Dejo al poeta terminar, te quiero mucho y bien: Y si beso la osadía / y el misterio de tus labios / no habrá dudas ni resabios / te querré más todavía».

Febrero

Desde Granma comparte Yulieski Castillo su historia: «Todo inició con el confinamiento por la COVID-19. Nunca habría creído que estar solo con un teléfono me daría ocho meses de felicidad en la situación que vivimos en este mundo.

«En ese tiempo nació en mi vida una relación con una bonita mexicana. Era todo lo que necesitaba. Vivimos las ilusiones de un futuro para nuestras vidas; un futuro inimaginable. Creció un amor profundo entre ambos y teníamos planes infinitos para nuestras vidas.

«Las caricias intangibles nos llenaban, hasta que llegó el 2 de febrero la terrible noticia que estaba enferma por el coronavirus. El letal destino escogió para ella el 14 de febrero para llevarla con Dios. Fue un dolor incomparable. La pandemia se llevaba mis sueños de estar con ella».

Sin dirección electrónica

Desde Remedios, en Villa Clara, escribe Yoanky Díaz: «Cuando conocí a Yaíma, las redes sociales de internet eran una utopía en su pueblo campestre de Carrillo. No imaginamos entonces que una pandemia nos obligaría a la reclusión para salvarnos del contagio y de la muerte.

«En aquella década los asuntos sentimentales se resolvían frente a frente, sin otra comunicación que un abrazo apretado bajo un árbol florido o un beso de piquito en una esquina del gallinero. Así de simple, con el corazón a todo dar, como un tractor que viene rompiendo trillo. Las caras tapadas eran cosa de los árabes, el cloro en las manos solo para hervir ropa de desmochados, y la separación a un metro en la Educación Física.

«No tuve que conectarme por medio de un software para tener una interacción virtual con ella: simplemente le puse una chirimoya madura en sus manos tibias y mirándole a los ojos le dije que la quería. Aquella mujer hermosa no tuvo que compartir mi mensaje con una cadena de participantes, solo con un pestañazo me respondió.

«En este tiempo de aislamiento le recordé a mi esposa nuestra historia de amor, tan lejos de las redes sociales. Ahora no hay mucho tiempo para conectar pupila con pupila. Estamos enyugados con el celular, siempre con la cabeza baja.

«Sigo luchando para que nuestra hija Angélica sea en la vida más que un nombre con su foto. Mientras, esperamos la llegada de nuestra segunda hija, Almah, que nos sorprenderá en abril como la primavera, y pienso que también le enseñaré que existe otro mundo fuera de esa pantalla; un mundo verdadero donde los frutos son más dulces cuando se dan y cuando se reciben. Que ella y su hermana deben cuidarse de los falsos conquistadores, fuera y dentro de la red, aunque no hay de qué temer porque tendrán un padre más rápido que Yahoo y Google, un buscador de peligros para limpiarles el camino.

«Un día será un mal sueño esta pandemia mundial. Para entonces las redes sociales irán a mayor velocidad, pero el amor permanecerá para siempre, esperándonos bajo un árbol florido que no tiene dirección electrónica».

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