Cuando surgieron las primeras Olimpiadas en Atenas, en el siglo VIII Antes de Nuestra Era, uno de los incentivos para atraer atletas de todo el mundo conocido hasta entonces eran las famosas orgías de esa ciudad mediterránea
Los obstáculos que he tenido en mi vida me han hecho madurar, los éxitos me han hecho reflexionar, y los fracasos me han hecho crecer. José Mazariegos
Cuando surgieron las primeras Olimpiadas en Atenas, en el siglo VIII Antes de Nuestra Era, uno de los incentivos para atraer atletas de todo el mundo conocido hasta entonces eran las famosas orgías de esa ciudad mediterránea.
Ganar una corona de laurel en aquellos juegos garantizaba el mejor vino y las más sensuales caricias… pero hasta los perdedores eran favorecidos con esa especie de tributo carnal, del que participaban tanto las mujeres como los hombres atenienses.
Al parecer, combinar deporte y erotismo en las grandes competencias internacionales aún mantiene su encanto, según comentan por estos días medios de prensa europeos, ante cuyos micrófonos atletas de varios países han reconocido que los topes «amistosos» no se limitan al terreno, sino que a veces se extienden a las habitaciones de la villa londinense y a sus hermosos jardines circundantes.
El diario español La voz de Galicia, por ejemplo, afirma que tres de cada cuatros participantes en el evento buscan una buena aventura sexual. Es algo que sus corresponsales constataron en la cita de 1992 en Barcelona, y ahora tienen la confirmación de que en la capital británica hay más de lo mismo.
El coqueteo eventual motiva incluso a participantes muy jóvenes, quienes en la cita anterior eran adolescentes y no pudieron «participar». Con esa experiencia acumulada, ven en Londres su oportunidad de alzarse con medallas… y con otro tipo de «trofeos» también.
Por eso, a juicio del citado periódico español, los 150 000 preservativos que la firma Durex decidió repartir entre los 16 000 atletas participantes no serán suficientes: en los Juegos de Invierno de 2010, en Vancouver, se distribuyeron 100 000 entre 7 000 deportistas ¡y no alcanzaron!
También la revista estadounidense ESPN abunda en opiniones de atletas muy reconocidos, quienes ven en las fiestas nocturnas de la villa el espacio ideal para lograr ese «empate» multinacional. Solo hay que preguntar «¿Qué deporte practicas?» y la conversación fluye sin contratiempos porque hay muchas cosas en común: interés profesional, buena forma física, éxito personal… y la certeza de que lo ocurrido bajo los cinco aros multicolores va a quedar ahí, sin reclamaciones, y además sin la indiscreción de periodistas que suelen inmiscuirse en su vida cotidiana.
Además de la diversión, si algo tienen en común deporte y sexo, es su contribución a la salud física y mental de sus practicantes.
Sin embargo durante muchas décadas se defendió la idea de que los atletas de alto rendimiento no debían practicar el coito durante las jornadas de competición porque eso les «robaba» energía.
Hoy se sabe que la actividad sexual consume un promedio de 200 calorías en cada encuentro, fácilmente recuperables con una dieta adecuada. A cambio mejora mucho el ánimo y genera un placer de largo efecto, porque libera en el torrente sanguíneo una carga importante de endorfinas beneficiosas para todo el organismo…, casualmente las mismas que se disparan con la práctica deportiva sistemática.
Cuando el ejercicio físico se asume como profesión hay una gran probabilidad de que la libido o deseo sexual se mantenga alto. Por eso, gran número de atletas reconocen que masturbarse o tener sexo con su pareja antes de competir les ayuda mucho, y si lo hacen después del reto resulta también muy relajante para sus músculos y nervios.
Por si acaso, a mediados de los 80 se hicieron varios estudios en Europa y América para medir fisiológicamente el impacto de la actividad sexual en el rendimiento deportivo y poner un punto final a esa difícil polémica.
Las pruebas medían velocidad, fuerza, fatiga corporal y capacidad anaeróbica, y todas coincidieron en que no había grandes diferencias entre deportistas que habían tenido sexo la noche anterior o esa misma mañana y los que llevaban varios días de abstinencia.
La desventaja no procede entonces del acto, sino de las circunstancias que lo rodean, argumenta la sexóloga uruguaya Carolina Villalba.
Cuando el sexo se acompaña de alcohol o drogas, el desgaste emocional y físico es mayor, y lo mismo ocurre si para ligar una pareja hay que trasnochar (a costa del necesario descanso), si el acto resulta demasiado relajante y bloquea la ansiedad lógica ante la competencia, y sobre todo si la persona cree realmente que se va a debilitar, porque el poder de la autosugestión es innegable en estos casos.
Asimismo influye abrumadoramente el hecho de practicar sexo con alguien que no es tu pareja habitual: impresionar a una nueva conquista genera más estrés y demanda un esfuerzo extra de los sistemas nervioso y circulatorio… lo cual explica también porqué es más frecuente el infarto durante el coito extramatrimonial.
De todo eso puede haber en Londres por estos días… pero una abrumadora mayoría prefiere arriesgarse. ¿Y quién puede negar lo tentador que resulta para la imaginación ese ambiente festivo, a la vista de esos cuerpos y espíritus juveniles, duramente forjados para pulsar el límite de la capacidad humana?