Muchas mujeres se quejan del desempeño de sus nuevos compañeros sexuales y reaccionan con duros reclamos o fingen el orgasmo para «protegerlos»
Quien se empeña en buscar
defectos, los encuentra hasta en el
paraíso.
Henry Thoreau
¿Han pensado en lo increíblemente acoplada que debe estar una orquesta para que la combinación de instrumentos produzca música? ¡Ni siquiera el maestro más experimentado tocaría frente al público con una agrupación que se reúne por primera vez!
Tampoco saldría al terreno un equipo deportivo recién formado, ni una pareja de alpinistas ascenderían el monte Everest no más conocerse. De hecho, todo lo que se hace con el concurso de dos o más personas lleva práctica, acople, entrenamiento… y el coito no es una excepción.
Sin embargo muchas mujeres se quejan del desempeño de sus nuevos compañeros sexuales y reaccionan con burla o duros reclamos, cuando no fingen el orgasmo para «protegerlos» o rompen de inmediato la relación a partir del augurio de que ese no podrá «cumplir bien sus deberes».
Algunas, en especial las más jóvenes, ni siquiera conocen sus propios puntos erógenos, sus tiempos de reacción a cada caricia o los factores externos que pueden ralentizar o acelerar su respuesta sexual, ¡y esperan que ellos lo adivinen todo desde la primera vez!
Es lo que ocurre cuando se cree en el estereotipo que desde el pasado siglo deposita la responsabilidad por el placer de ambos en el «macho experto»; en consecuencia, siete de cada diez hombres se queja por falta de control sobre su reflejo eyaculatorio en casi todo el orbe.
Sin embargo cuando se indaga en las consultas, la mayoría de estos individuos confiesan que ellos disfrutaron el coito, pero como a ellas «no les dio tiempo», igual se sienten frustrados porque ven mal parada su hombría.
Curiosamente la cifra de quejas es casi nula en los países donde el orgasmo femenino no cuenta (como los que se rigen por principios musulmanes), y en aquellos donde se potencia más el «trabajo en equipo», como los escandinavos.
Está bien dominar las reacciones del cuerpo, dilatar el placer, preocuparse por el bienestar de la pareja… pero el centro de la expectativa sexual no puede ser «cuánto aguanto esta vez». Con ese mandato omnipresente el coito durará cada vez menos y a la larga deriva en un trastorno psicológico que en ambos genera vergüenza, evasión y ruptura.
Muchos inquieren a través del correo o en los talleres que realizamos —sobre todo con jóvenes— a lo largo del país, cuánto debe tardar la eyaculación para no ser calificada de precoz. Nuestra respuesta casi siempre es una serie de preguntas íntimas: ¿Cuánto necesita como promedio tu pareja actual? ¿Qué haces para garantizar su orgasmo antes de penetrarla? ¿Qué haces con tu pene una vez que eyaculas? ¿Lo hacen una sola vez o lo repiten al poco rato…?
Mezclar esas condicionantes da un tiempo ideal diferente para cada hombre con cada mujer en distintos momentos del día y hasta del ciclo ovulatorio de ella. Por supuesto que hay estándares fisiológicos aceptados internacionalmente. En el Congreso de Urología realizado en 2009 en nuestro país, por ejemplo, se manejó el rango de lo normal entre uno y cinco minutos, y se habló de tratamientos médicos para que la eyaculación no bajara de los tres minutos.
¿Alguna mujer se conformaría con eso? Pues sí… y no. Depende de cuánto le importe su pareja, de cómo llegue a ese momento, qué puede esperar después, qué papel desempeñó en la historia y, sobre todo, de su manera de llegar al orgasmo. De hecho muchas no lo alcanzan ni con una hora de penetración si no es en determinadas posturas, mientras que unos minutos de caricias orales o digitales bien dirigidas al clítoris las llevan al clímax en minutos; y luego con la penetración ambos disfrutan sin preocupación.
¿Cómo se descubre eso? Pues practicando… en pareja y a solas también. Franqueza y apoyo son las armas femeninas para ajustar tiempos, siempre que se entienda que el placer es responsabilidad de ambos, y que el de él también cuenta.
Todo lo que ocurra entre dos cuerpos es normal, si es consentido, y todo llega si no prima la desesperación. Hay ejercicios para fortalecer y controlar los músculos pélvicos a voluntad, pero además cada uno tiene dos manos y dos metros cuadrados de piel para estimular a gusto, ¿no?
Como cualquier actividad a dúo el coito exige empatía, confianza, paciencia, reiteración… Si además hay amor, puede esperarse la calificación más alta. A fin de cuentas, nadie viene con manual de usuario a este mundo, y mientras más se familiaricen con la «capacidad instalada», más a gusto se sentirán los dos.
Hoy a las dos de la tarde nos vemos en el Parque Almendares. Recuerden llevar memoria para copiar libros. Varios amigos nos han obsequiado unos cuantos por estos días. El próximo miércoles 2 de marzo a las 4:30 p.m. retomamos la peña de Sexo Sentido en la facultad de Matemática y Computación. ¿Tienen una música favorita para el amor? Ese es el tema.
Yuleisi y Laura escriben por ganadomenor@cima-minag.cu; Mario, mgcorrea@ecg.moa.minbas.cu; dany.cabrera08@gmail.com; Yarima, juridico@islazul.hlg.tur.cu; Adolfo, pazlopez@fcm.cav.sld.cu; Yohandy, comercial@geleca.co.cu;
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