Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Verano que acerca o separa

Las vacaciones influyen en la estabilidad de muchas parejas juveniles. ¿Cómo ven este fenómeno sus protagonistas?

Autor:

Donarys Cruz Cruz

Solo hay dos emociones: Amor y miedo. El primero es nuestra herencia natural; el otro es una hechura de nuestra mente.

G. Jampolsky (Del libro Amar elimina el miedo)

Para la santaclareña Isabel González este verano ha sido decisivo en su vida amorosa. La etapa estival la llevó a formalizarse con un chico después de permanecer dos años sin compromiso.

Hubiera preferido otro momento para no sentirse tan presionada, pero el calor resultó buen catalizador de una relación que de pronto echó a andar. «¡No iba a esperar dos meses! La atracción podía congelarse y quizá tuviera que seguir sola por miedo a iniciar algo formal con un muchacho días después de haberlo conocido», comenta.

En cambio para una coterránea amiga suya, estudiante de la capitalina Universidad de Ciencias Informáticas (UCI), este verano significó una inesperada ruptura: su novio habanero optó por terminar el noviazgo porque «no iba a aguantar que ella le fuera infiel en este tiempo».

No obstante le propuso volver a estar juntos en el nuevo curso, condición que la muchacha aceptó, porque se confiesa «locamente enamorada de él y no piensa perderlo por sus instintos liberales o sus celos injustificados», aunque reconozca que tal reacción es muy machista.

Balanza veraniega

El período vacacional y su carga de fiestas acrecienta la inestabilidad de algunas parejas, porque aumentan la infidelidad y las relaciones sexuales irresponsables, sobre todo en quienes buscan pareja para ese período, pero sin querer encontrarla de verdad a largo plazo, opina Rafael Wert, director del Centro de Orientación para Jóvenes, Adolescentes y la Familia (COJAF).

Un buen ejemplo es el del espirituano Ernesto González, que acaba de cumplir su servicio militar y planea aprovechar este momento para disfrutar de nuevos y también viejos amores, pero sin amarrarse a nadie: «En septiembre entro en la Universidad y allá me espera un nuevo mundo con una inmensidad de chicas por conocer».

Igual piensa Ramón Linares, recién graduado de preuniversitario: «Si me cae algo en mi pueblo bien, pero pronto empiezo una escuela en Santa Clara y no voy a dejar una novia atrás. No me interesa buscar algo serio; solo empate, lo que venga».

Pero nada es absoluto. Mucha gente joven ve en estos meses libres una oportunidad para mejorar sus relaciones, sobre todo si han estado sometidas a esa prolongada lejanía de espacio y tiempo que exigen los estudios.

«A mí me encanta esta etapa, porque puedo pasar más tiempo con mi novio en mi pueblo», explica Marlén Lorente López, de 15 años. «Ahora empiezo el preuniversitario y sé que la distancia pudiera influir en nuestra relación, pero justo por eso aprovecho al máximo», dice.

«Mi novio se pasa el año en el pre y solo nos vemos los fines de semana», cuenta la maestra habilitada Diadenis Pérez, de 22 años. «Ahora tenemos todo el tiempo para divertirnos y compenetrarnos aún más», afirma, y agrega que está dispuesta a mantener su relación contra viento y marea.

«El verano influye en los amores, pero en dependencia del tipo de pareja que tengas», opina la cienfueguera Leslie Corrales, estudiante de la Universidad Central Martha Abreu, de Villa Clara. «A mí me beneficia porque estoy con mi novio donde vivimos, pero otras parejas universitarias tienen muchos inconvenientes debido a que ambos quieren pasar tiempo con sus respectivas familias».

Tal es el caso de Liudmila Morales y Liosday Landaburo, quienes estudian en la misma universidad y viven en diferentes provincias. Para ellos este verano se convirtió en un constante ir y venir para estar juntos.

Otras parejas viven con angustia estos meses y en lugar de disfrutarlos sufren pensando que después de la tranquilidad les espera una nueva etapa de lejanía. En ese afán algunos exageran y se olvidan de darle a su «amada mitad» un respiro para vivir sus vacaciones también individualmente.

Por eso un muchacho, que decide ocultar su identidad, cataloga este verano como un verdadero tormento: «Mi novia me exige que me pase todo el día con ella y eso me aburre inmensamente. Yo también tengo otros gustos, hice mis planes… Estoy loco porque empiecen las clases a ver si despejo un poco de esta relación que me incomoda».

Visto así, es normal que muchos problemas «estallen» en el verano (también las ITS elevan sus cifras en esta temporada), mientras la risa fluye fácil, con música y diversión de fondo.

Más allá de buenos o malos momentos, la etapa vacacional puede devenir paisaje de fondo para compartir experiencias, vivencias y sugerencias múltiples, con o sin pareja. Y ya que tanto se aboga por una recreación sana, no sería menos importante promover una búsqueda amorosa de igual calidad, sobre todo entre jóvenes y adolescentes.

Sabías que...

Expertos de todo el mundo se reunieron durante esta semana en San Juan, Puerto Rico, para exponer sus últimas investigaciones sobre el sida, disfunciones y salud pública, temas que figuraron en la agenda del encuentro anual de la Academia Internacional de Investigación Sexual (IASR, por sus siglas en inglés).

El presidente de esa organización, el estadounidense Eli Coleman, señaló a la agencia EFE que la reunión sirvió para conocer de primera mano las últimas tendencias sobre investigación en la sexualidad, además de ampliar la base de conocimientos para enfrentar grandes problemas en este campo, como la expansión del sida, las disfunciones o la violencia, entre otros.

Durante la cita se conoció que el número de infectados por sida aumentó de forma significativa entre los heterosexuales latinos de Estados Unidos en los últimos años. David Pérez-Jiménez, investigador del Departamento de Psicología de la Universidad de Puerto Rico, apuntó que según un estudio reciente más del 60 por ciento de los nuevos casos de sida entre latinos de Estados Unidos se detectan entre parejas de heterosexuales.

Pregunte sin pena

A.N.: Créame que me ha sido difícil decidirme a escribirle. Soy homosexual. Me ha dado trabajo aceptarlo, me siento incapaz de contárselo a mi madre, a pesar de decidir no aparentarle cosas que no soy. No sé por dónde empezar. Tengo miedo de lo que pueda suceder en lo adelante. Me he remitido a algunas amistades gays como yo y unos me han dicho que lo oculte y otros que se lo diga. No sé que hacer.

Es una decisión que no debes tomar a la ligera. Depende de varios elementos. Primero es necesario que tú mismo tengas claras tus razones para confesarle a tu madre tu orientación sexual. Dices no querer aparentar más lo que no eres. Es bueno que analices qué significa para ti no aparentar, y el valor que le otorgas en la relación con ella.

Por otra parte, es importante que sepas sus ideas sobre la homosexualidad y su postura ante la posibilidad de que un hijo fuera gay. Esto te ayudará a saber si es oportuno contarle o si sería mejor intentar aportarle ideas que la familiaricen con el tema y la desprejuicien paulatinamente. También eso podría ayudarte a saber por dónde comenzar, en caso de que evalúes que podría escucharte. Asimismo, tal vez tengas una idea de lo que podría suceder si le confiesas.

Usualmente los padres requieren de un período de aceptación de la homosexualidad de sus hijos. Algunos no se adaptan, otros demoran, pero lo logran. Generalmente requieren ser acompañados en este proceso.

De cualquier modo, debes estar advertido de que el hecho de que tu madre lo conozca no implica que te permita actuar como quisieras ante ella. Debes tener claro qué esperas al contarle y qué estás dispuesto a aceptar entre las posibles consecuencias.

Mariela Rodríguez Méndez, máster en Psicología Clínica, consejera en ITS y VIH/sida y psicoanalista.

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