Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

El amor no es cosa de películas

Pocos saben en la adolescencia que amor y querer son cosas diferentes, lo cual exige mayor responsabilidad que antes Aún queda mucho por aprender Pregunte sin pena

Autor:

Dennis Valdés

Hoy desperté pensando en una frase que ya es costumbre oír entre muchas personas: no existe el amor a primera vista. La vida demuestra que pasando el tiempo nos llenamos de sentimientos inusuales a nuestra edad, y que pasaremos por muchas pruebas hasta ser capaces de sentir verdadero afecto hacia alguna persona en especial.

Entonces, ¿el amor existe realmente? Creo que sí, aunque a veces aparece en momentos difíciles para nosotros y parece, como dicen por ahí, cosa de películas.

Es algo que a todos nos ocurre. Viene sin avisar y a veces nos hostiga hasta el punto de sentir rabia y dolor en el pecho: no sabes en qué dirección ir, te pierdes y te torturas para saber qué piensa esa persona amable que nos llena el alma con tan solo una mirada.

Tal vez sea porque a nuestra edad pocos saben que amor y querer son cosas diferentes, lo cual exige un grado de responsabilidad mayor que en nuestra vida anterior, y he descubierto también que todos formamos parte de la misma madeja y que de algún modo aprendemos lo difícil de vivir sin aquella persona que en verdad amamos.

No confundas y no persigas meras apariencias de apego con sentimientos más profundos, porque las depresiones vendrán como leones sedientos a cebarse en tu autoestima y tu deseo de vivir.

Hay quien piensa que en esta época el amor no vale nada y que las miradas provocativas son más tentadoras que una flor o un beso, pero también se dice que nuestros ojos son la ventana del alma, así que no te engañes, no compliques tus emociones y trata de distinguir el bien del mal, lo superfluo de lo verdadero.

Hay adolescentes que se matan por conseguir una cita solo para estar al otro día en la cama con una persona conocida, y adolescentes que buscamos la forma de topar con la persona ideal y miramos a los ojos como reflejo del espíritu aventurero, más allá de la ropa o el físico, a los que tantos puntos se les da ahora.

¿A quién no le gusta lo bello? Es verdad. Pero al buscar lo perfecto solemos ser ciegos, mudos y sordos: ciegos porque no hallamos la esencia real del amor, sordos al no escuchar al corazón y mudos si no somos capaces de hablar por nosotros mismos y hacer que fluya nuestra personalidad, esa que muchas veces dejamos caer al piso cuando estamos cara a cara con el amor.

No trates de huir de tu verdadera forma de ser, o la pasión y el ímpetu cordial se estarán perdiendo en el transcurso del tiempo. No es la moda la culpable de esta problemática situación: culpable eres tú, si lo permites.

Usa tu imaginación, dale vuelta a tu vida, mira solo lo que en realidad necesitas y no te desgastes en amores imposibles, o fugaces, o baratos. No confíes en esos amores que vienen y van y hacen daño para después llegar con promesas que no cumplen.

No hay nada como respirar el aire limpio de un espíritu enamorado, así que saca tu personalidad a la luz y cambia tu forma de ser por esa que te hace especial.

Todos somos exclusivos, y para todos, el amor también puede ocurrir fuera de las películas.

Aún queda mucho por aprender

Del libro Extrañando a DINA, escrito por el psicólogo costarricense Mario Alonso Madrigal, es la siguiente prosa poética, enviada por un lector y amigo de Sexo Sentido.

Yo, que creí saber tanto respecto a relaciones amorosas, últimamente, sin querer y sin darme cuenta, observando mis experiencias, mis aciertos y sobre todo, mis errores, he visto que en materia de amor, aún me falta tanto por APRENDER... por ENTENDER... por CAMBIAR... por CORREGIR... por ACEPTAR... por MEJORAR...

DEBO APRENDER que enamorarme no es obsesionarme ni irme a los extremos. DEBO APRENDER a no poner toda la motivación de mi vida en solo una persona. DEBO ENTENDER que no se debe rogar amor y que una relación de pareja no es para vivir angustiado. DEBO APRENDER que si pretendo tener una relación de adulto, debo comportarme como tal.

DEBO ACEPTAR que en el amor como en cualquier otra cosa de la vida, existen los tropiezos, las caídas y los dolores, y el miedo solamente dificulta más las cosas. DEBO APRENDER que no es bueno sobrevalorar, endiosar, ni idealizar a nadie. Porque todos somos humanos y no debo esperar de mi pareja más de lo esperable de un ser humano. DEBO APRENDER que es bueno ser como soy, siempre y cuando eso no implique irrespetar a quien esté conmigo.

DEBO ACEPTAR que en algunas ocasiones es necesario pasar por un gran dolor para conocer una gran felicidad, ya que a veces el suelo del fondo es el más apto para brincar. DEBO ENTENDER que la confortabilidad brindada por la rutina es engañosa, porque la realidad está en constante cambio, por eso es necesario aprender a tolerar la inseguridad natural de la vida cotidiana.

DEBO ACEPTAR que los planes pueden desaparecer en un instante, porque el futuro se mueve como él desee y no como a mí me dé la gana. Si este me permite hacer algunas cosas sobre él, debo estar agradecido y no lamentándome por lo que no pude hacer.

DEBO ACEPTAR que alrededor del amor se han creado muchas mentiras. Por eso debo dejar de volverle la cara a la verdad solo para seguir en una falsa comodidad o por miedo al dolor. Si la vida me demuestra que aquello en donde puse mi corazón es una farsa, debo aceptarlo; llorando, desahogándome y renaciendo como una nueva persona.

DEBO MEJORAR mi amor propio, para que la partida de quien quiero no me haga sentir despreciado, humillado o rechazado. Para no ser tan sensible al abandono. Para no terminar creyendo que me dejaron por feo o por tonto, y aceptar que simplemente funcionó el tiempo necesario. Para no arrastrarme poniéndome de alfombra a los pies de nadie.

DEBO ACEPTAR que agradarle a alguien hoy no garantiza el agradarle mañana. Y eso no tiene por qué ofenderme si lo acepto... Si acepto que a veces las personas no pueden dar más. Si acepto que quien esté conmigo tiene derecho a no estarlo, y a que yo ya no le guste. Si acepto que quien amo tiene derecho a tomar sus propias decisiones, aunque a mí no me satisfagan.

DEBO RECORDAR que a veces lo bueno se obtiene esperando, y presionando se arruina. Por eso es necesario tener paciencia, esperar tranquilamente y RECORDAR que la impaciencia es producto de un impulso emocional, el cual tal vez pronto pasará. Que la impaciencia asfixia a quien está conmigo. Que la presión se puede convertir en irrespeto. Que tomar una decisión mientras estoy impaciente es peligroso, porque estoy influido por un estado emocional extremo y pierdo toda objetividad. Ahí no va mi verdad sino mi impulso, mi compulsión, y podría hacer algo de lo que me arrepienta. Además, si soy paciente no veré la espera como sufrimiento.

DEBO APRENDER a no ser posesivo. Que alguien se marche no es perder una pertenencia que me gustaba mucho. Mi pareja no es mía, es prestada, y «su dueño» tiene derecho a llevársela cuando desee. Y aunque ser dueño de alguien brinde más seguridad que tenerlo prestado, debo entender que eso es una ilusión. Aunque la crea mía, no lo es, por lo tanto no puedo decidir sobre la vida de quien esté conmigo. No puedo esperar que actúe solo de acuerdo con mis deseos. No debo controlarle, manipularle, adueñarme de ella ni decidir su destino. No debo reclamarle a la vida por hacerme devolverle lo que me prestó.

Pero sobre todo DEBO APRENDER QUE NUNCA DEJARÉ DE APRENDER, y mientras continúo aprendiendo, debo permitirme vivir y sentir. Y ahora, que me empiezo a recuperar de los dolores sufridos gracias a ni siquiera haber aprendido que aún queda mucho por aprender, lo único restante por hacer es, en medio de unas cuantas lágrimas, tomar un gran suspiro y decirme a mí mismo: ¡Bueno amigo...volvamos a empezar!

Pregunte sin pena

O.S.: Estoy con una muchacha que me gusta y quisiera hacerla feliz en todo. Tuvimos un encuentro sexual sin penetración y noté que no tuve erección aunque eyaculé. Entonces, la duda mía es que si cuando volvamos a tener relaciones íntimas podré superar eso, pues es una parte fundamental de la relación. No quiero perderla. Tengo 20 años.

No tiene que volver a suceder ni ella ha de dejarte por eso. Tampoco hay que magnificar el suceso. A veces no respondemos acorde con nuestras expectativas. Esto nos pasa en el sexo, pero también cuando nos sorprenden, en los exámenes, en determinadas conversaciones, etcétera. Existe un sinfín de situaciones en las cuales no reaccionamos como quisiéramos. Luego, con más calma, analizamos práctica e idealmente lo que enfrentamos y todo empieza a marchar. La relación íntima-erótica no es una excepción.

No somos máquinas perfectas, y sobre todo nuestro cuerpo no obedece órdenes arbitrarias. La respuesta sexual se desarrolla satisfactoriamente si a nuestros sentidos llega placer. Cuando nos preocupamos en el momento de disfrutar, el cuerpo se resiste. De modo que la próxima vez intenta seguir el ritmo de tu deseo, respeta tu intuición y confía en que tu felicidad pueda hacerla feliz. En otro momento conversan de lo sucedido, de sus preferencias, de las fantasías a poner en práctica en lo sucesivo. Así, poco a poco, irán compenetrándose.

Los primeros encuentros suelen ser imperfectos para muchos. El desconocimiento recíproco y el nerviosismo suelen restarle disfrute. Pero todo esto se puede ir superando paulatinamente. En lo que respecta a su felicidad, debes saber que no depende solo de ti. Es necesario además que ella resuene con aquello que puedas darle. Intenta descubrir lo que la hace feliz. Luego verás si guarda relación contigo.

Mariela Rodríguez Méndez, Máster en Psicología Clínica, consejera en ITS y VIH/sida, psicoanalista.

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