Las memorias flash y dispositivos que utilizan este tipo de interfaz se han subido al trono de la informática en muy pocos años, aunque es posible que su reinado no sea eterno
Cada vez es más raro encontrar en centros de trabajo, instituciones e incluso en las tiendas más especializadas, computadoras que incluyan aún torres de disquetes como forma de entrada y extracción de la información.
Si hace apenas cinco o seis años las memorias USB (Universal Serial Bus), incluso las de menor capacidad, eran un lujo para muchos, su extensión y el abaratamiento de precios, unido a la mayor capacidad que actualmente poseen, las han convertido de una moda en casi una necesidad para quien debe transportar información digital.
Las USB, como se les dice popularmente, son ya imprescindibles no solo en el mundo de las computadoras, sino que se han extendido al ámbito de la telefonía celular y otros dispositivos inalámbricos, adentrándose hasta en los equipos de video y siendo parte de los reproductores con disco duro o televisores.
Esta es quizá la historia del «puerto» más exitoso del mundo, que para todos es ya imprescindible, y sin embargo tiene menos de 15 años de creado, desde que en 1996 se fabricaron los primeros aparatos con esta interfaz de conexión.
La trayectoria de las conexiones USB es extremadamente azarosa, y existen varias versiones y «padres» de esta tecnología, aunque la más difundida es el esfuerzo que hicieron en 1996 las empresas Digital Equipment Corporation, NEC, Compaq, Intel, Northern Telecom, Microsoft e IBM para unirse y crearla.
Según la enciclopedia virtual Wikipedia, tras este acuerdo las primeras unidades flash fueron fabricadas por la empresa israelí BM-Systems bajo la marca Disgo, en tamaños de 8 megabytes (MB), 16 MB, 32 MB y 64 MB.
Los nuevos dispositivos, de los cuales se decía que serían el verdadero reemplazo de los disquetes, entonces en boga, pronto comenzaron a aumentar paulatinamente su capacidad, hasta llegar a las unidades actuales, que pueden almacenar hasta 256 o más gigabytes (un gigabyte equivale a 1 000 megabytes), aunque a partir de los 16 GB su costo es muy elevado, por lo cual los dispositivos de mayor capacidad son raros de encontrar.
Otra historia es que el invento de las «memorias», que inicialmente fabricaría IBM, fue considerado por algunos ejecutivos de esta empresa como un proyecto sin futuro y por ello no patentaron la idea, que fue cedida a M-Systems para que se encargara de desarrollar y fabricar el aparato, convirtiéndolo en uno de los mayores éxitos tecnológicos de la todavía joven historia informática.
Sea cual sea la realidad, en apenas diez años la interfaz USB se ha popularizado en extremo, no solo como dispositivo de almacenamiento, sino como conexión para mouse de computadoras, teclados, bocinas, discos externos y demás, gracias en buena medida a que se lograra acoplar por un solo puerto la toma de energía eléctrica y la transferencia de datos.
Para ello fue imprescindible que en su diseño se adoptara una topología de estrella y se organizara internamente por niveles a partir de un controlador host (anfitrión) instalado en la placa base, que actúa de interfaz entre el bus de esta y el primer dispositivo USB, el denominado concentrador raíz, instalado también en la placa.
Esta interfaz es la encargada de distribuir cinco voltios para alimentación eléctrica y además recepcionar y transmitir datos a una velocidad de 12 megabits por segundo (Mbps), en los modelos actuales, lo cual es más o menos de tres a cinco veces más rápido que un dispositivo de puerto paralelo y de 20 a 40 veces más veloz que un dispositivo de puerto serie.
Uno de sus mayores problemas, y que causa la «muerte» de muchas memorias, es precisamente esta dualidad del puerto de conector y transmisor de energía, ya que hubo que diseñar informáticamente la forma de «desconectar» la memoria de la computadora, o sea, cortar el paso de electricidad hacia esta, para evitar un cortocircuito a la hora de extraerla.
Muchas memorias, incluso las más fiables, terminan fallando precisamente por ello, al ser desconectadas violentamente, lo que les provoca un minúsculo fallo que daña sus circuitos eléctricos internos.
Cuando todavía los disquetes señoreaban en las computadoras y muchos creían que la aparición de los discos compactos y los DVD serían el futuro indiscutible, la irrupción de las USB vino a cambiar el panorama informático, quizá para siempre.
La primera computadora personal que incluyó un puerto USB de forma estándar fue el iMac de Apple, presentado en marzo de 1998, que utilizaba esta conexión para el teclado y el ratón.
No se pensaba siquiera todavía en los dispositivos de almacenamiento, pues primero los desarrolladores de la conexión llegaron a un acuerdo con Microsoft, que liberó en forma temprana un controlador correspondiente para el nuevo puerto en el Windows 95, que estuvo incluido en la versión de este sistema operativo de 1997.
Las memorias flash debieron esperar hasta la versión de Windows 2000, que ya vino con su respectivo controlador incluido de forma automática, teniendo en sí una gran variedad de modelos y fabricantes de memoria, ante la popularidad creciente de los «llaveritos».
De hecho, Microsoft debió liberar a través de Internet un controlador para que los equipos que tuvieran un sistema anterior, como el Windows 98, pudieran también «entender» a las nuevas memorias.
Pronto los soportes para el USB estarían también en Linux, que desde la versión 2.4 lo incluyó en su núcleo. Rápidamente convergerían dos tecnologías, la USB y la inalámbrica, conjugándose entre sí de tal forma que actualmente muchos «ratones» con conexión USB se han ido cambiando por los inalámbricos que utilizan esa interfaz para sus «antenas», y lo mismo ha pasado con cámaras web, teclados y demás.
A la par ha marchado también su desarrollo tecnológico, desde el USB 1.0 de 1996, o la versión 2.0 más difundida actualmente, que fuera lanzada en abril de 2000, la cual pronto será sustituida totalmente por la 3.0, que ofrece muchísimas bondades más.
Esta última fue presentada en el 2008 y se ha ido incluyendo poco a poco en la mayoría de los dispositivos que actualmente se comercializan, incluyendo las computadoras más modernas, siendo su principal novedad el hecho de que eleva a 4,8 gigabits/s la capacidad de transferencia, que en la actual versión 2.0 es de 480 Mb/s.
Aunque el novedoso formato garantiza la compatibilidad con los anteriores, lo cual quiere decir que los equipos antiguos podrán reconocer una memoria o dispositivos con esta conexión y viceversa, su forma exterior es un poco diferente, pues si en el USB 2.0 el cable dispone de cuatro líneas, un par para datos, una de corriente y una de toma de tierra, en el 3.0 son cinco líneas, dos para el envío de información y otras dos para la recepción, de forma que se permite el tráfico bidireccional, al mismo tiempo.
También se ha aumentado la cantidad de energía que transporta el nuevo formato, por lo cual se reduce el tiempo de recarga de múltiples equipos que dependen de la conexión USB para ello.
Un inconveniente en los primeros modelos es que al aumentar la cantidad de cables este es más grueso, rígido, y por ende más incómodo de manipular, en el caso de las conexiones que los usen.
Para muchos el USB tiene un futuro garantizado, y quizá no les falte razón, al menos por el momento, dada su extensión y la cantidad de equipos cada vez mayor que lo utilizan, así como las prestaciones encontradas en diferentes ámbitos.
Atrás han quedado los reproductores de video sin ese puerto, y ya se habla de unificar todos los cargadores de celulares para que a través de un miniusb sean capaces de cargarse eléctricamente y hacer la transferencia de datos, por solo citar desarrollos futuros.
Pero no todo es cielo despejado. Las conexiones inalámbricas, que se han catapultado con fuerza inaudita, amenazan con dejar al USB como un sistema de conexión y a las memorias como llaveritos lindos, pero poco útiles.
Si un día el disquete «mató» aquellos primeros grandes discos, el compacto a este y las memorias USB o flash impusieron su trono, la vida ha demostrado que en el mundo informático no hay reinas ni reyes eternos.