Jessica Lange y Susan Sarandon decidieron unirse en el plató para relanzar sus carreras por medio de un taquillazo
Desde que mis amigos se pusieran de acuerdo para darme envidia por haberme perdido la primera temporada de Feud: Bette and Joan, transmitida ya por nuestra televisión, me propuse encontrar a toda costa la premiada serie de Ryan Murphy, consciente de que tal vez tendría que recorrer casi todos los lugares de copia digital de Cuba, porque aunque llevara la firma del creador de magníficos dramatizados como Nip/Tuck, American Horror Story, Glee y The People vs. O. J. Simpson: American Crime Story, por su argumento no clasifica dentro de aquellas que favorezcan el «negocio».
Y no es que mi suposición estuviera errada, pero debo reconocer que al menos existe entre muchos de estos cuentapropistas el interés por complacer a sus clientes, algo que entre nosotros ya resulta una rareza. De modo que, después de una larga pesquisa, me sentí un suertudo cuando me avisaron que ya podía recoger los ocho capítulos que, en apariencia, no buscan más allá que mostrar la legendaria rivalidad que existió entre dos incuestionables estrellas del séptimo arte mundial: Joan Crawford (Jessica Lange) y Bette Davis (Susan Sarandon). Esta se hizo más notoria cuando, pasada la época de esplendor y olvidadas por un Hollywood, que ni siquiera las contrataba (únicamente visualizaban rostros bellos y jóvenes), ambas decidieron unirse en el plató, la primera con sus 58, cuatro años mayor que la segunda. ¿El propósito? Intentar relanzar sus carreras por medio de un taquillazo.
La esperanzas las centraron en ¿Qué pasó con Baby Jane?, estrenada en 1962. Se trata de un clásico del terror sicológico que giraba en torno a dos hermanas: ambas actrices que, condenadas a compartir la vejez, deciden hacerse la vida imposible una a la otra.
Definitivamente, mucho tenía que ver con parte importante de la realidad que refleja Feud, el argumento que Joan encontró para la película a la que atrajo a Bette, tras el «pacto» de sacar las dos banderas blancas con tal de atraer la atención de los estudios en el momento en que sus carreras llegaban al fin, porque la industria les había dado la espalda sin importarle lo grande que habían sido tanto en la pantalla como en la taquilla.
Unas líneas atrás decían que contar esa historia era en apariencia el único interés de Ryan Murphy en esta serie antológica; algo que no pocos suponían después de conocerse que el también responsable del telefilme The Normal Heart fue desde niño un fan confeso de la Davis. Por eso a temprana edad le envió una carta que Bette, increíblemente, le respondió; un motivo más que suficiente para que siendo ya estudiante de Periodismo se propusiera y consiguiera entrevistarla en Los Ángeles, poco antes de su muerte.
Justo tal vez por ese motivo, Feud es mucho más que interminables peleas entre dos diosas que, a pesar de ello, son castigadas por la terrible soledad después de vivir rodeadas de luces y halagos, de ser veneradas durante los años 40 y 50: sí es la historia de dos mitos del Hollywood clásico, pero sobre todo de dos mujeres que fueron víctimas de un mundo dominado por hombres, de un sistema misógino que las trataba y movía como marionetas, experto en potenciar miedos, frustraciones, traumas...
Como suele suceder en las producciones que llevan la firma Murphy, este dramatizado se aprovecha de lo histórico para dialogar sobre problemas sociales contemporáneos. Porque lo que aquí se narra no es, en lo absoluto, agua pasada: en la actualidad no suena extraño que por cuestiones de edad muchas actrices continúen siendo excluidas porque al cine no le interesa desarrollar roles a sus medidas. Y ello, para ganancia neta de la televisión, las ha lanzado hacia el medio que sus antecesoras menospreciaron.
Así los espectadores se han dado el gustazo de disfrutar en la pantalla doméstica de las admirables interpretaciones protagonizadas por Glenn Close, Nicole Kidman, Reese Whiterspoon, Viola Davis, Julianne Moore, Sigourney Wever... y, por supuesto, Jessica Lange, la musa de Ryan Murphy, y Susan Sarandon, quienes con el tiempo, como sus colegas, se han tornado más espléndidas.
Lo demuestran en Feud las oscarizadas actrices que llevan la voz cantante, escoltadas aquí por un reparto de lujo: Judy Davis vistiendo a la cronista de Hollywood, Hedda Hopper; Alfred Molina como Robert Aldrich, el director de ¿Qué pasó con Baby Jane?, con su asistente, Pauline (Alison Wright quien asume al único personaje que no es real); Stanley Tucci como el magnate Jack Warner; y Jackie Hoffman como Mamacita, tan magnífica en esa ama de llaves de la Crawford, tan fiel y hasta servil y, a la vez, tan rebelde.
Rivalidad, como se nombra en español esta propuesta de 2017, convocó asimismo a estrellas invitadas: Dominic Burgess (Víctor Buono), Catherine Zeta-Jones (Olivia De Havilland), Sarah Paulson (Geraldine Page) y Kathy Bates (Joan Blondell), aunque las ovaciones son, sobre todo, para Susan y Jessica, quienes se meten en la piel de estos dos mitos como si fueran los papeles de sus vidas.
Ni pensar en posibles caricaturas cuando se trata de estos genios de la actuación. Si la Sarandon casi calca a Bette Davis en su voz, gestos, porte..., y nos entrega una interpretación cuidadísima, respetuosa, perfecta, Lange no se amilana al no poder lograr el parecido que alcanza su compañera, y nos hace pasar por alto su «distancia» con la original retratándola en su profesionalidad maniática, haciéndola creíble en sus momentos de flaqueza y también de admirable valentía. No es aquí Joan Crawford el monstruo del cual hablan los libros, sino un ser vulnerable, humano.
Con Feud estamos ante una serie que no deberíamos dejar de ver. Lo mismo por lo expuesto anteriormente, como por su fenomenal edición, montaje, decorados, vestuario, maquillaje y peluquería..., por la espectacular banda sonora de Mac Quayle, por la presentación animada plena de significados, que no solo recoge el espíritu de una época, sino que también rinde homenaje a la creación del diseñador gráfico Saul Bass, autor de carteles de obras maestras como Psicosis, Vértigo, Anatomía de un asesinato...
Sin duda, Rivalidad es un canto de amor al cine, y un canto feminista, que llama la atención sobre el sexismo, la misoginia y la discriminación que todavía existe en Hollywood. Nos acercan a dos artistas inmensas que, como nos recuerda Susan Sarandon, nos dejaron películas realmente hermosas. «Ese es su legado. Espero que las personas más jóvenes que no están familiarizadas con su trabajo ahora miren algunas de estas cintas, que son realmente asombrosas, y sepan que hubo un tiempo en el que realmente se contaban historias». Una de ellas es ¿Qué fue de Baby Jane? Ojalá que aquellos que siguieron la serie vayan ahora detrás del inolvidable clásico del séptimo arte.
Feud, como American Horror Story y American Crime Story, sigue la fórmula de la serie antológica, al renovar tramas y personajes con cada entrega. En el caso de la última, que se estrenó abordando el juicio a O. J. Simpson, ya se anunció cómo encaminará sus próximas emisiones: continuará con las consecuencias del desastre del Katrina como telón de fondo, para después tener como argumento el asesinato del diseñador Gianni Versace. Según ha trascendido, la cuarta edición girará en torno al caso Monica Lewinsky.
Ryan Murphy concibió esta serie para dedicar cada temporada a una famosa enemistad. La segunda se centrará en una rivalidad muy diferente: la que mantuvo Lady Di con la familia real británica. Tendrá diez capítulos y se emitirá en 2018 bajo el título de Feud: Charles and Diana.