Reinado, teleserie norteamericana que sale al aire por estos días en Cuba, se acoge a la filosofía del llamado Fin de la Historia y opta por maximizar la chulería y la bonitura, aunque devengan anacronismo y patraña
Como si fuera imposible reconciliar los extremos del entretenimiento y la reconstrucción histórica más o menos fidedigna, Reinado, teleserie norteamericana cuya segunda temporada está saliendo al aire todos los días de entre semana, alrededor de las tres de la tarde, por Multivisión, se acoge a la filosofía del llamado Fin de la Historia, y opta por maximizar la chulería y la bonitura, aunque devengan anacronismo y patraña. Y así, por lo menos los más jóvenes tienen garantizados el esparcimiento, aunque la serie olvide, a veces por completo, que se habla de personajes reales cuya existencia está bastante documentada.
Ampliamente versionada en literatura, música, teatro y cine, la trágica biografía de María Estuardo atrajo a creadores como Lope de Vega, Friedrich Schiller, Stefan Zweig o Gaetano Donizetti, y la reina de tres naciones y de ninguna tuvo el rostro de Katharine Hepburn, Vanessa Redgrave o Samantha Morton. En la teleserie de marras se asume lo biográfico desde la completa ausencia de rigor histórico, de acuerdo con ciertas ideas latentes en el antes mencionado ensayo sobre el Fin de la Historia, del filósofo Francis Fukuyama, respecto a la sustitución de la ideología por la economía, y la imposición del libre mercado como único motor para dinamizar el progreso.
Pensando a lo Fukuyama, resulta completamente lícito que la cadena The CW Network pase por alto la transición del feudalismo al capitalismo, y recuerde solo, a grandes rasgos, la caracterización de las monarquías absolutistas europeas en el siglo XVI, y convierta los conflictos entre naciones y clases sociales en problemillas de alcoba y libidos más o menos insatisfechas. Porque a pesar de lo mucho que se habla en esta serie, y a sus principales personajes les encanta escucharse, y explicarlo absolutamente todo, como si el guionista menospreciara la capacidad interpretativa del público, el guion y la puesta suelen eludir cualquier tipo de profundización en los personajes, o en la época, en busca de ciertos atractivos para los más jóvenes que conviertan la obra en éxito instantáneo.
Precisamente los adolescentes y jóvenes constituyen el segmento meta de audiencia para The CW Network, que también respaldó Gilmore Girls, Supernatural y The Vampire Diaries, vistas parcialmente en Cuba. La filosofía de la cadena parece refugirarse en la fantasía, la evasión y la frivolidad, y a quien desee aprender Historia le queda el recurso de los libros y los sitios especializados, dentro y fuera de internet, porque la televisión está para entretener, nunca para entregar conocimiento y cultura.
Con tales propósitos demarcados, Reinado se concentra en la juventud de la reina escocesa María Estuardo (Adelaide Kane), quien se convirtió con 15 años, además, en reina de Francia al casarse con Francisco II (Toby Regbo), y aspirante al trono inglés en tanto su prima segunda, Isabel I, nunca tuvo hijos y era considerada hija ilegítima.
La segunda temporada, que estamos viendo, se inicia con el ascenso de María y Francisco a la corona de Francia, y el modo en que ambos lidian con sus anhelos íntimos y sucesivos amantes, mientras en el fondo, muy en el fondo, aparecen los conflictos entre católicos y protestantes, las ambiciones borbónicas al trono galo, la compleja situación política y religiosa de dos o tres o cuatro países.
La extrema liberalidad de las creadoras de Reinado (Stephanie SenGupta y Laurie McCarthy) ha sido reconocida a todos los niveles, incluso por ellas mismas, a punto tal de que algunos clasifican la serie como fantasía histórica, en el mismo apartado que Juego de tronos, aunque en este caso la etiqueta carezca de sentido pues la serie parece referirse, a ratos, a circunstancias y personajes reales. Y por supuesto que las grandes dosis de asesinatos y sangre, intrigas reales y sexo promiscuo contribuyen con los ratings y la preferencia de muchos, sobre todo después de que el argumento se aglutine en torno a seis personajes, quienes finalmente han monopolizado la atención dentro de una historia con demasiados protagonistas y subtramas.
Para comprender mejor la filosofía reinante en el colectivo hacedor, baste la anécdota relatada a la revista Entertainment Weekly: Cuando la diseñadora de vestuario Meredith Markworth-Pollack habló por primera vez con una de las cocreadoras de la serie, Laurie McCarthy, para acordar las claves del vestuario, la jefa solo le dijo que se sintiera libre para que simplemente lucieran radiantes los juveniles actores y actrices, porque de ningún modo aceptarían las limitaciones del verismo histórico, ni mucho menos la tendencia a mostrar la moda isabelina a la manera rígida con que suele hacerse en muchas películas.
Debe tenerse en cuenta que los anacronismos del filme Marie Antoinette, de Sofía Coppola, constituyeron pautas a seguir por el colectivo rector de Reinado, y en esa línea de «libertad» creativa, más tendiente a ofrecer modelitos para las fiestas de gala y graduación que ideadas para mostrar un período histórico determinado, los creadores prescindieron también del recargamiento barroco inherente a la época, y trataron con éxito de lograr una imagen bohemia y etérea, de matriz pop y new age, y a quién le importa que tales paradigmas resultaran incongruentes del todo con las maneras del siglo XVI, si al final se conseguía atraer la atención de un espectador más atento al glamour y la elegancia de aquellos salones palaciegos devenidos pasarelas.
A favor de Reinado valga decir que por encima de sus caprichos, ligerezas y desafueros, todos calculados para espectacularizar época y personajes, se percibe un cierto perfil unificador en estas primeras temporadas, y capítulos, en torno a ciertos dilemas éticos de los poderosos, y sus contradicciones entre un ejercicio progresista y liberal, o retardatario y represivo. Aunque visto en su verdadero peso específico, tal conflicto constituye la esencia de una gran mayoría de notables películas y teleseries históricas y biográficas capaces, además, de apelar a la inteligencia del espectador con algo que trascienda la fácil complicidad con la tersura del cutis, el erotismo adolescente y el exhibicionismo de brillos y poses. Los conciertos de Justin Bieber, Miley Cyrus, Demi Lovato, Selena Gomez, Taylor Swift, One Direction y los Ángeles ofrecen similar menú y requieren mucho menos tiempo.
No pocas críticas han encontrado los trajes que lucen María y las damas que la acompañaron cuando fue a la corte francesa, por ser algo inexactos históricamente, pues en verdad los tejidos, los modelos y los colores corresponden a una estética mucho más moderna que la era isabelina. Por cierto, las cuatro muchachas provenientes de las familias más importantes de Escocia también se llamaban María, pero en Reinado le cambiaron los nombres.
A Torrance Coombs le tocó interpretar a Sebastián de Poitiers, el bastardo real, un personaje ficticio que fue añadido para aportarle otros ingredientes a la trama amorosa. Se supone que Bash, como todos le llaman, es hijo del rey y de su amante, Diana de Poitiers.