Se estima que una persona suda cada día el equivalente, en líquido, a 600 o 700 centímetros cúbicos. En ese sudor hay cloruros, urea (sustancia que le da el nombre a la orina) y amoniaco, unido a proteínas, azúcares, potasio y bicarbonato. Este es un mecanismo importante para que el cuerpo expulse algunos de esos metales.
Sin embargo, no todo lo que abandona nuestro organismo a través del sudor tiene una naturaleza química. Esta respuesta también se familiariza con lo emocional, debido al miedo, la vergüenza, la ansiedad o el dolor.
Las palmas de las manos, la frente y las plantas de los pies están asociadas a la transpiración emocional. Ahí se encuentran glándulas sudoríparas ecrinas, que están distribuidas en millones por casi todo el cuerpo.
Por ejemplo, en esas zonas hay hasta 700 glándulas por centímetro cuadrado de piel, mientras que en la espalda hay unas 64.
El sudor inducido por lo emocional es una herramienta importante de comunicación. De hecho, los olores que detectamos en el sudor nos pueden decir mucho sobre cómo se siente el otro.
En un experimento de la Universidad de Urecht, en Holanda, un grupo de psicólogos recolectó muestras de sudor de hombres mientras veían escenas de películas seleccionadas para evocar sentimientos de miedo o asco.
Los investigadores encontraron que cuando las mujeres eran expuestas a las muestras de sudor derivadas de la emoción de miedo, sus propias expresiones faciales reflejaban también ese sentimiento de angustia.
Por el contrario, cuando las participantes olieron las muestras que servían de control, no mostraron una expresión facial predecible.
Este hallazgo le hizo pensar a los investigadores que el sudor es un mecanismo eficaz para transmitir un estado emocional de una persona a otra.