Las obras Pepe y la Chata, Paseos corporales y de escritura, La noria, Lecturas y relecturas, Estrías, El 71 Anatomía de una crisis y Aquí de pie, fueron reconocidas el pasado año con el Premio de la Crítica Literaria
Este es tal vez uno de los más bellos libros de Nersys Felipe. Estampa tras estampa esta consagrada autora nos reconstruye La Habana de 1859 ante los ojos y nos presenta a un muy probable José Martí niño, que cuida de sus hermanas, juega, pelea e intenta desde sus casi siete años comprender el mundo que lo rodea. Pocas veces se ha abordado tan íntimamente la vida familiar del Apóstol y se nos ha mostrado tan humano y cercano. Con impecable estilo y una prosa clara y radiante, Nersys nos lleva de la mano por este libro extraordinario que de seguro ya ocupa un lugar entrañable en su extensa obra. Su anhelo más profundo es que las niñas y los niños, «los que bien saben querer», compartan con Pepe, lo conozcan mejor y se hagan sus amigos.
Compilación de diez ensayos de Víctor Fowler que cubren aspectos de la cultura cubana de los siglos XIX al XXI. Miradas originales y sugerentes sobre temas literarios, artísticos e históricos, que de alguna manera marcan el presente del país. Con una prosa cuidada y elegante, el autor se pasea por Casal y Martí, los Independientes de Color, Guillén, Césaire y Orígenes, Piñera, escritoras contemporáneas cubanas, Pedro Llanes, Lorenzo García Vega, las miradas a la Revolución desde el cine y la lectura como acto de resistencia y la libertad. Muy personales planteos para los preocupados por la psicología social, la identidad nacional y la propia condición humana. Todo ello, más un cierto sabor filosófico, hacen de estos ensayos reflexiones inquietantes y lúcidas.
Es un texto atendible porque se constituye en un acierto de construcción literaria. No solo viene a ser un libro de «restitución» de texturas ambientales (en este caso, de inmersión en los sabores y las atmósferas psicológicas de una época), sino que además subraya un asunto importantísimo: el problema de la personalidad del escritor y su identidad (literaria, vital) en función de eso que se llama trascendencia, frente a la caducidad, frente a sus coetáneos, y frente a sí mismo como sujeto. El asunto de la escritura como forma de vivir, como forma de testificar indirectamente la vida, y como forma de configurar la identidad personal en un mundo convulsionado, es un tópico fundamental en La noria. Además de constituirse en un juego literario de significativa audacia, detrás de esta novela hay un proyecto de experimento muy cuidadoso sobre las irresoluciones y certezas de lo que es ser un escritor, pero no solo en los años 60 y 70, de acuerdo con las referencias del texto, sino también hoy, en nuestros días. Como novela que es, no anhela presentar un análisis de una época. Podría ser una novela histórica de un modo muy extraño, pero lo que llama la atención, además, es que su inmersión en el pasado vale para el cuestionamiento de las relaciones del escritor con su medio más inmediato.
La publicación por primera vez en su patria de un libro del profesor y ensayista cubano Roberto González Echevarría, es un acontecimiento de enorme significación para nuestra cultura. No solo porque Roberto es, al decir de Harold Bloom, «el mejor crítico de las literaturas hispánicas vivo», sino porque es también uno de los más grandes intelectuales cubanos de las últimas décadas. La monumental obra ensayística de este autor, lúcida y polémica, tiene en Lecturas y relecturas un magnífico compendio de algunos de sus mejores estudios sobre literatura y cultura cubana y latinoamericana. Los ensayos sobre Cervantes, Cecilia Valdés, Guillén, Lezama, Carpentier y Borges dan fe de una lectura renovada y penetrante de aquellos que llamó en otro de sus libros «la voz de los maestros». Los estudios sobre la novela como mito y archivo, los fundadores de la historia literaria latinoamericana o sobre las relaciones entre béisbol, música y literatura, nos muestran esa manera tan singular de Roberto de acercarse de un modo inteligente y transdisciplinar a temas poco explorados, y encontrar en ellos aristas de insospechada trascendencia.
Las marcas íntimas y ocultas que emergen sobre el cuerpo de la escritura —experiencia y memoria fragmentarias, plenas de retazos que, sin embargo, informan de modo discontinuo y como a saltos el relato de una vida—; la cotidianidad que deviene, bajo la avidez o extrañeza de la mirada, sustancia poética; la superposición, el entrecruzamiento de realidades nimias y decisivas, terrenales y sagradas, formando un flujo único, singularizan las páginas de este cuaderno de Soleida Ríos, evidencia de una obra sedimentada, sólida, que, con el poeta alemán Jan Koneffke, parece confirmarnos que «solo lo recordado habla». Pulsión, tensión lírica la suya que nace de una profunda interioridad, de una simiente espiritual —más que de los oficios de la letra—, e imprime a lo inmediato, a la pobreza y contingencia diarias, un sugestivo temblor.
Es un libro que hacía falta desde hacía mucho tiempo en los estudios culturales por la trascendencia de su asunto: el análisis de los conflictos políticos, económicos e intelectuales que desde finales de la década de los 60 venían produciéndose en la Isla y creando las condiciones para que en 1971 se iniciara una de las etapas más tensas, complejas y desafortunadas en la conducción institucional de las letras, las artes y hasta en algunos aspectos de la enseñanza en Cuba: el Quinquenio gris, oscuro período cuyos efectos se hicieron sentir en buena parte de las obras y creadores del país, aun mucho después de cumplirse el lustro fijado por la conocida metáfora. Como registra la investigación de Jorge Fornet, su autor, las confrontaciones del año 71 no solo repercutieron internamente, sino también entre intelectuales de América Latina y Occidente. El texto, sin embargo, trata de ver con objetividad un momento que a menudo tiende a reducirse en exceso. Eso explica su profusión de informaciones y comentarios sobre los años previos al 71 y en torno a este.
La novela de Teresa Blanco despliega con elegancia una defensa al lenguaje, que es también una manera de defender la identidad. Como quien va dando puntadas para cubrir la herida, perfila la historia de la nación, algunos de sus conflictos y procesos, a través de memorias personales que transcurren en espacios de apariencia común. Sin pretender ser profesoral, guía al lector hacia el descubrimiento de otras lecturas, las resonancias de un amplio conocimiento cultural y estético, además de ejercicios semánticos que van salpicando el texto y desmontan ciertos descalabros del fraseo habitual. Amena e ingeniosa, sus personajes igualan parcelas de responsabilidad civil, urbana, moral, en un contexto cotidiano que apela (y apunta), sobre todo, a la sensibilidad.