Los poemas que presentamos hoy a los lectores de El Tintero pertenecen a su libro de poemas Limpieza de sangre, ganador del Premio de Poesía Julián del Casal 2020 y que será presentado en formato papel en esta Feria del Libro por Ediciones Unión
Charo Guerra (Limonar, Matanzas, 1962). Ha publicado numerosos poemarios, entre ellos Un sitio bajo el cielo, Los inocentes, Luna de los pobres y algunos libros de cuento.
Los poemas que presentamos hoy a los lectores de El Tintero pertenecen a su libro de poemas Limpieza de sangre, ganador del Premio de Poesía Julián del Casal 2020 y que será presentado en formato papel en esta Feria del Libro por Ediciones Unión
-I-
Hay un paisaje oculto
en los amables espectáculos del trópico.
Una totalidad que adquiere peso
en visiones veloces
mínimos espacios
donde cortan el pasto vacas ciegas.
Hablo de vacas que quieren suicidarse
y de mulos soleados
que sortean la carga abusiva de los dueños
mientras la tarde se hunde de esquinazo,
sin remedio.
Es una escena desasida de toda permanencia,
penetra en la retina
y continúa luego,
fuera de sí,
registrando detalles (anteriores/posteriores)
de extraños y fugaces movimientos.
-II-
Un tren sin marcha es tiempo roto.
Debe lanzarse llevándose clamores
sobre todo, el placer desaforado
de los amantes que reverencian el ruido del metal.
En su interior planean eruditos,
románticos farsantes
que juran amor eterno a una joven.
Otra cada vez.
(Un impostor usa el nombre del hermano,
porque aborrece que le llamen Juan…
El sabio improvisa cíclicos discursos
acerca de las inmolaciones.)
-III-
Si el tiempo detuviera su paso unos segundos,
si esa sensación tantas veces soñada
se hiciera perceptible,
mortal,
si tocara vivirla,
sería viajar en un furgón
cuyas ruedas rechinan en el giro inverso,
reparten los haces hirientes de las chispas,
y entran apaciguadas en las sinfónicas,
inmóviles imágenes de la paz del trópico.
-IV-
Treinta años después, en la Estación Central,
no sé cuál es el tren que se detiene en la explanada
donde esperan amigos con quienes vamos a pactar
desplazamientos futuros de ida y vuelta.
(Hablo de mis amigos, cuyos nombres a veces no recuerdo.
O no sé si serán los amigos de mi padre,
juntados para una romería.)
Un déjà vu recorrerá mi cuerpo
cuando cierre los ojos y suba la escalerilla
empujada por nadie.
Los trenes ya no existen.
Da igual si continúan en las guías
en paraderos por donde salta el tiempo,
con la solemne prisa de sus itinerarios.
-V-
Parece que escaparon por algún resquicio:
los trenes, el tiempo, nosotros,
las vacas suicidas y quienes juraron ser sus dueños
y tasan ahora sus cargos de conciencia.
¿Quién va a extrañar todo de golpe?
¿En manos de quiénes quedaría
el orden ascendente que prometían las postales
de una ciudad que se escapaba en la mañana
y volvía en las tardes,
dispuesta a perseguir al día siguiente bucólicos follajes?
-VI-
Se descompone el hierro,
se licúan sus íntimas sustancias
y la emulsión corroe la arquitectura de inclemencia
con que fue diseñada la máquina de ver.
Se ha abierto la compuerta
y llegan los feriantes a tomarlo todo.
Como dueños del mundo rodean el andén
y prueban los acoples de otras fastuosas naves
forjadas con oro casi rojo.
Ya nada los detiene.
¿Imitarán y venderán en ellas los rostros ingenuos
de aquellos venerados impostores y eruditos
que pronosticaban epidemias,
catástrofes, indiferencia y ruina y desamor
haciéndole al paseante su viaje memorable?
A la rareza aurífera de máquinas flamantes
se adicionan signos y cantos perversos y graciosos
para franquear el universo en la paz del know-how.
¿Será este el viaje que soñamos?
Rezo porque la lluvia y los lémures
y las entrañas y los líquidos úricos
frezados al paso de los siglos por mis padres y sus padres,
consigan por fin la sanación
en las líneas ardientes donde descansa Oggún.