Torres Cuevas deja una obra que lo consagra como uno de los historiadores más grandes de nuestro país. Autor: Tony Hernández Mena Publicado: 01/09/2025 | 09:14 pm
Cuando se escriba el listado de los hombres y mujeres que marcaron el pensamiento cubano en, al menos, los últimos 50 años, de seguro que en un lugar muy visible, con letras doradas y brillo sereno, ahí estará el nombre de Eduardo Torres Cuevas.
A lo largo de las últimas décadas, su nombre apareció si no en todos, al menos en los eventos de mayor trascendencia de la historia y la política en Cuba. Y el resultado se encuentra a la vista. Una veintena de títulos, numerosos artículos en revistas cubanas y extranjeras, miembro de número de la Academia Cubana de la Lengua, premio nacional de Historia y Ciencias Sociales, profesor invitado a prestigiosas universidades extranjeras; pero quizás la condición que él más prefirió fue una: la de maestro.
HIJO DE LOS SESENTA
Al lado de una trayectoria, muy difícil de sintetizar, aparece un detalle. El inicio del magisterio de Torres Cuevas estuvo en la campaña de alfabetización. En 1961 partió a la Sierra Maestra. Las personas que después escriban sobre él deberían tomar en cuenta ese dato y pensar en qué medida aquella experiencia marcó su trabajo.
Luego vinieron sus estudios en la Universidad de La Habana. Allí llegó para no irse nunca,. Junto a la Campaña de Alfabetización, ¿cuál fue la influencia que tuvieron esos años en su labor a la hora de buscar preguntar, revisar legajos, papeles y, sobre todo, a la hora de pensar el pasado cubano? Esa es otra labor hacia el futuro, pero de seguro se puede adelantar que Torres Cuevas es un hijo de los años sesenta creados por la Revolución cubana. O lo que equivale decir: un hijo del antidogmatismo, dispuesto siempre a pensar la realidad desde los humildes. De los que de verdad mueven la historia.
SENTIR A CUBA
En la Casa de Altos Estudios Don Fernando Ortiz se realizó el homenaje póstumo al brillante intelectual. Participaron los miembros del Buró Político Esteban Lazo Hernández, Presidente de la Asamblea Nacional Cuba; Manuel Marrero Cruz, Primer Ministro de la República; Salvador Valdés Mesa, vicepresidente de la República; Roberto Morales Ojeda, secretario de Organización del Comité Central del Partido; Teresa Amarelle Boué, secretaria general de la Federación de Mujeres Cubanas; y el general de brigada José Amado Ricardo Guerra, secretario del Consejo de Ministros. Foto: @GobiernoCuba/X
En un artículo publicado en la revista Contracorriente, Torres Cuevas reconocía que el siglo XIX cubano parecía imantado. Lo decía con criterio bien fundamentado en el conocimiento. Pero también lo afirmaba desde sus propias vivencias.
Una revisión de sus títulos (ya fueran en revistas o libros) enseguida indicaría esa inclinación a esa época y a los momentos precedentes, sobre todo cuando se tiene en cuenta uno de sus últimos estudios: Historia de la Iglesia Católica en Cuba: la iglesia en las patrias de los criollos (1516-1789), escrito en coautoría con el profesor Edelberto Leiva Lajera.
Las razones de ese interés pueden ser muchas. Sus compañeros de trabajo y alumnos podrán ser más precisos. Sin embargo, nos atreveríamos asegurar que una de las causas de esa disposición se encuentra
en el intento por buscar los orígenes del sentir a la patria, de cómo Varela, José María Heredia, José Antonio Saco, José de la Luz y Caballero (y donde no se puede dejar fuera al obispo Espada) la sintieron y la pensaron.
Detrás de ese imán, Torres Cuevas puso en relieve las complejidades de una época y sus figuras. Y, dentro de ellas, a una: al padre Félix Varela. La biografía que escribió de este (Félix Varela, los orígenes de la ciencia y con-ciencias cubanas), seguida de la publicación de las obras del presbítero cubano, convirtieron al profesor en el más importante investigador sobre la personalidad de Varela en los últimos 50 años, según el criterio del doctor Félix Julio Alfonso López.
A esa personalidad le seguiría otro importante estudio: Antonio Maceo, las ideas que sostienen el arma, donde se adentró en el ideario del Titán de Bronce para develar el importante papel que la masonería jugó en la conformación de Cuba, y en hacer valer que el general mambí era un héroe en el más completo sentido del término: en la acción y en la fuerza de su pensamiento.
LA SEMILLA ESENCIAL
Es muy probable que sus archivos se encuentren documentos de investigaciones y obras por salir. Por lo tanto, hay una enorme responsabilidad para que esa información no caiga en el olvido.
Sobre todo porque Torres Cuevas no era un hombre de espaldas a los tiempos de Cuba, y conocía demasiado bien el papel que debe jugar el conocimiento de la Historia a nivel de sociedad. En ese sentido, recomendaríamos la lectura de dos entrevistas: la realizada por Enrique Milanés León (Yo apuesto por el porvenir), a raíz de la visita del presidente Barack Obama y la de Liudmila Peña Herrera (Nunca antes una juventud tuvo un reto tan alto), donde se reflexionó sobre la juventud y la educación en Cuba.
En la conversación con Peña Herrera, Torres Cuevas tenía la convicción de que la juventud de hoy se encontraba más preparada que la de su tiempo, con más recursos a la mano, pero también con complejidades mayores.
«Hay una cantidad enorme de jóvenes inteligentes y capaces que creen en su Patria y sienten por ella —dijo—. No te voy a decir que está todo claro: hay miles de interrogantes. Yo también tengo preguntas, porque estoy ante una realidad que no pensé ver. (...) el Periodo Especial fue tan terrible, que dejó una huella más grande que toda la historia anterior. Por eso ahora tenemos que cultivar cosas».
Y en ese cultivo hay una semilla esencial: las profundas raíces de la conciencia nacional. Así se lo reconocía a Milanés León: «Cuba lleva dos siglos y medio de elaboración de un pensamiento propio (...) Tenemos que impulsar el conocimiento de nuestro propio pensamiento como expresión de una cultura que nace en la base. En ello radica la fuerza histórica que llevó a que Cuba produjera, en dos siglos, dos hombres extraordinarios, conductores de movimientos que trascendieron el país y
que muestran pensamientos universales: Martí y Fidel».