El Instituto Cubano del Libro ofrece un curso de apreciación poética para el televidente, todos los miércoles a las siete de la mañana, con retransmisión los sábados a las dos de la tarde
Desde hace algunas semanas el televidente cubano tiene una opción. El Instituto Cubano del Libro, en colaboración con la Facultad de Artes y Letras de la Universidad de La Habana, ofrece un curso de apreciación poética, todos los miércoles a las siete de la mañana, con retransmisión los sábados a las dos de la tarde.
El objetivo es que la audiencia conozca la evolución de la poesía desde el período clásico hasta el presente, y para ello cuenta con conferencias dictadas por prominentes ensayistas y profesores, entre los que se encuentran Roberto Fernández Retamar, Margarita Mateo, Mayerín Bello, Enrique Saíz, Virgilio López Lemus y Roberto Méndez, quienes durante todo el 2015 se encontrarán con el público televidente en sesiones de 40 minutos de duración.
Para que nos amplíe sobre esta loable iniciativa, El Tintero decidió entrevistar al poeta, narrador y ensayista Jesús David Curbelo, director del Centro Cultural Dulce María Loynaz y coordinador de este empeño.
—¿Por qué un curso de poesía en Universidad para Todos?
—Habría que remontarse a Martí en su ensayo sobre Walt Whitman. Y cito en extenso porque creo que en estas palabras de 1887 va la respuesta casi completa a tu pregunta: «¿Quién es el ignorante que mantiene que la poesía no es indispensable a los pueblos? Hay gentes de tan corta vista mental, que creen que toda la fruta se acaba en la cáscara. La poesía, que congrega o disgrega, que fortifica o angustia, que apuntala o derriba las almas, que da o quita a los hombres la fe y el aliento, es más necesaria a los pueblos que la industria misma, pues ésta les proporciona el modo de subsistir, mientras que aquélla les da el deseo y la fuerza de la vida. ¿A dónde irá un pueblo de hombres que hayan perdido el hábito de pensar con fe en la significación y alcance de sus actos?».
«Y la poesía, no cabe duda, enseña a pensar. Y enseña a asimilar mejor los grandes cambios no solo estéticos, sino históricos y sociales. Ahora bien, me parece que la enorme brecha entre la caudalosa fuente de la poesía universal y el público lector cubano es demasiado amplia. Aquí podríamos apuntar disímiles causas que comienzan, a mi juicio, en la falta de seducción con que hemos diseñado históricamente la enseñanza de la literatura, y de la poesía en específico, desde las más tempranas edades, a nuestros ciudadanos.
«Nuestros libros de texto han insistido más en los valores patrióticos e ideológicos de los autores y poemas seleccionados, que en sus cualidades estéticas, y eso ha disminuido las posibilidades de que, partiendo del disfrute, del placer ante “lo bello y lo grandioso”, como quería el Maestro, lleguemos a aprender a “sobrellevar las fealdades humanas” y a sobrevivir “a una prosperidad siempre incompleta”. Es decir, a ser mejores porque hemos aguzado nuestra inteligencia y nuestra sensibilidad a través de un crecimiento espiritual fomentado, entre otras cosas, por el consumo de poesía.
«Por eso este curso ha sido una necesidad cultural que hemos intentado satisfacer de conjunto entre el ICL, la Facultad de Artes y Letras y el Canal Educativo, en un momento histórico en que precisamos de ciudadanos más aptos para actuar en un entorno complejo y cambiante desde la sensibilidad y la inteligencia y no desde la tecnocracia o las “leyes” implacables del mercado».
—¿Cuáles fueron los criterios de selección de los poetas que se estudiarán?
—Tratamos (y uso el plural porque en la selección participamos un conjunto de poetas, ensayistas, críticos, traductores y profesores que conformamos el claustro) de centrarnos en autores, grupos, tendencias que hubieran constituido verdaderos vuelcos en las formas de entender y escribir la poesía a lo largo de la historia del mundo, desde sus orígenes hasta nuestros días. Pretendimos, además, que fuera representada la mayor cantidad de culturas, lenguas y zonas geográficas.
«Aunque la propuesta inicial partió de un curso que durante varios años impartimos Roberto Manzano, Susana Haug y yo, primero en el Consejo Nacional de Casas de Cultura y luego en el Centro Dulce María Loynaz y en la sede de la Uneac, como fruto de la discusión del proyecto con el resto del profesorado y con los representantes de Universidad para Todos en el Canal Educativo, aumentó la lista de autores hasta la cifra de 50 encuentros (hay que advertir que en algunos programas se habla de varios momentos históricos, o de grupos, etc.; o sea, que sobrepasan esa cifra en realidad), en aras de acercarnos a una mayor diversidad y aspirar así a un alcance más amplio en la recepción.
«El curso se llama Un diálogo que camina, frase con que el poeta Paul Celan acostumbraba a definir el arte de la traducción de poesía, porque quisiéramos que los receptores vean cómo esa conversación de los poetas, a lo largo del tiempo, no ha tenido como principales interlocutores solo a los otros poetas, sino a todos aquellos que han recibido la luz de esas antorchas para pasarlas a los seres humanos del porvenir».
—¿Qué opinión tienes sobre la recepción de la poesía por parte del lector cubano? ¿Es que para disfrutar el género se necesita un entrenamiento previo?
—En comparación con otros públicos del mundo, puede ser que las estadísticas arrojen que en Cuba se consume mucha poesía, porque se publica mucha poesía. Los índices de venta compilados por el ICL parecen indicar lo contrario, aunque ese es un medidor no exacto, pues puede ser que no se compren los libros que están a la venta, en su mayoría de poetas cubanos contemporáneos, con propuestas tal vez muy complejas, o con calidades más bien dudosas en muchos casos, mientras que haya un consumo subterráneo de libros digitales, o traídos del extranjero, o conseguidos en las bibliotecas, de grandes poetas, ya sean cubanos o foráneos. Pero no sería tan entusiasta. Tengo casi la certeza de que la recepción de la poesía en el lector cubano es insuficiente porque ha faltado ese entrenamiento previo del que hablas. Entrenamiento que no reside, como lo veo, en que todo el mundo sepa al dedillo qué cosa son esas categorías literarias que muchas veces tienen nombres más complejos que los de las enfermedades, sino en que puedan apreciar por qué y cómo un autor determinado hizo tal o más cuál experimento literario para volcar en él un conjunto de ideas nuevas con respecto a la política, la ideología, la historia, la vida social y las corrientes estéticas de su tiempo.
«Una vez conseguido esto, para lo cual no se necesita un entrenamiento especializado en tropología o métrica, por ejemplo, los interesados en esos asuntos podrán profundizar en ellos, mientras otros podrán discernir mejor entre el variopinto conjunto de opciones que ofrece el universo de la lectura».
—¿La transmisión de este curso por televisión ayudará a un mayor consumo de los libros de poemas en las librerías cubanas?
—Espero que sí, aunque ese no es el núcleo conceptual del curso, como has visto. Al final, la venta de los libros que editamos es una responsabilidad conjunta de editoriales y libreros, y debe obedecer a una mejor conformación de nuestros catálogos y a una promoción que vaya cada vez más a la esencia de lo promovido y se dirija a los públicos potenciales más importantes. Ahora bien, tal vez el curso ayude a identificar cuáles son algunas necesidades no cubiertas entre los consumidores de poesía y podamos afinar la puntería en ese sentido para que el diálogo siga su camino y publiquemos los libros que las personas necesitan y desean leer. Como todos los demás, este curso tendrá sus tabloides, tres en este caso, que conformarán una breve muestra antológica de los autores y libros tratados a lo largo del programa, acompañados de notas introductorias que intenten explicar la relevancia de los mismos para la historia de la poesía universal.