Un informe revela el alarmante aumento de calor en un 49 porciento por causa de los gases de origen humano
Es interesante que aunque llevemos ya decenas de años conociendo las bondades de nuestra atmósfera, recién comencemos a comprenderla de cerca. Esta semana un estudio reveló una especie de mecanismo de autolimpieza que ocurre en sus capas, a la vez que otro equipo de investigadores evidenció que el efecto invernadero está causando un aumento de al menos un 49 por ciento mayor que en 2021 comparado con un valor cero.
Por si fuera poco, los números sobre la cantidad de muertes causadas directamente por la contaminación humana emergieron también en días recientes, para completarnos un cuadro de lucha entre la naturaleza y los seres humanos que nunca deja de ser dramática. Exploremos algunos de los datos más interesantes de ese forcejeo.
La composición de la atmósfera varía según tiempo y lugar, pero se establece que los componentes mayoritarios en la atmósfera por debajo de los 60 kilómetros de altitud son nitrógeno, oxígeno y argón, en una proporción estacionaria del 78, 21 y uno por ciento, respectivamente.
Ahora bien, el problema habita en el resto de los componentes. Son las denominadas especies traza. La concentración de estos compuestos que se emiten a la atmósfera por procesos naturales, y en los últimos tiempos cada vez más por la actividad humana, es menor del 0,0001 por ciento.
A pesar de su baja concentración, estas sustancias minoritarias son perjudiciales para los seres humanos, los animales, las plantas y los recursos naturales y artificiales. Son las responsables directas de efectos nocivos sobre el medio ambiente como el esmog, la lluvia ácida, el agujero de la capa de ozono y el cambio climático.
Entre las principales especies traza se encuentran gases como los óxidos de nitrógeno (NOx), monóxido de carbono (CO), dióxido de carbono (CO2) y dióxido de azufre (SO2). También metano (CH4), ozono (O3), vapor de agua (H2O) y compuestos orgánicos volátiles (COVs).
La contaminación por gases de efecto invernadero causada por las actividades humanas atrapó el año pasado un 49 por ciento más calor en la atmósfera que en 1990. Así se refleja en la última edición del Índice Anual de Gases de Efecto Invernadero (AGGI, por sus siglas en inglés).
El texto, elaborado por la agencia estadounidense Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA, en inglés), rastrea la influencia del calentamiento de las emisiones humanas de gases que atrapan el calor, incluido el dióxido de carbono, el metano, el óxido nitroso, los clorofluorocarbonos y otros 16 productos químicos.
El Índice convierte complejos cálculos científicos de la cantidad de calor adicional que capturan estos gases en un solo número que se puede comparar fácilmente con años anteriores y rastrea la tasa de cambio. Los científicos asignan un valor de cero a 1750, año tomado como inicio de la Revolución Industrial, y de 1,0 a 1990.
Las capas atmosféricas no son observables a simple vista, pero su composición gaseosa protege al planeta del exterior cada día y permite la habitabilidad del entorno. Foto: NASA
El 96 por ciento del exceso de calor atrapado en la atmósfera debido a la actividad humana desde 1750 es causado por CO2; óxido nitroso, o N2O y metano, junto a varias sustancias químicas prohibidas.
El cuatro por ciento restante proviene de otros 16 gases de efecto invernadero también rastreados por el AGGI. En conjunto, atraparon una cantidad de calor equivalente a 508 ppm (partes por millón) de CO2 en 2021.
Quizá el dato más irrefutable de la química atmosférica, sin embargo, es que todos los gases más nocivos son directamente acumulados en la atmósfera por acción humana, no por algún proceso natural.
Otro estudio de un equipo diferente ha añadido en mayo un dato complementario muy ilustrador sobre los efectos últimos de este problema: las repercusiones de la contaminación en la salud siguen siendo enormes, y los países de ingresos bajos y medios son los que más sufren esta carga.
Así lo reveló la indagación de Richard Fuller, autor principal de un informe publicado en The Lancet Planetary Health. En esta se destacó que la polución fue responsable de nueve millones de muertes en 2019. O sea, una de cada seis muertes se debió a este problema.
El nuevo informe es una actualización del que se publicó en la misma revista en 2015. En este se pone de relieve que el número de muertes por fuentes de contaminación asociadas a la pobreza extrema (como la contaminación del aire en interiores y del agua) ha disminuido. Sin embargo, han aumentado los fallecimientos atribuibles a la contaminación industrial (del aire ambiental y la contaminación química).
Ariel Stein, director interino del Laboratorio de Monitoreo Global (GML) de la NOAA, explicó los últimos hallazgos en tonos nada optimistas. «Nuestras mediciones muestran que los principales gases responsables del cambio climático continúan aumentando rápidamente, incluso a medida que el daño causado por el cambio climático se vuelve cada vez más claro. La conclusión científica de que los humanos son responsables de su aumento es irrefutable».
Por su parte, Pieter Tans, científico sénior de GML, apuntó al CO2 como el principal factor que se debe atender: «El CO2 es el actor principal porque permanece en la atmósfera y los océanos durante miles de años y es, con mucho, el mayor contribuyente al calentamiento global. La eliminación de la contaminación por CO2 tiene que estar en la delantera y en el centro de cualquier esfuerzo para hacer frente al cambio climático».
En la misma cuerda, Stephen Montzka, científico del Laboratorio de Monitoreo Global que dirige el informe de AGGI, añadió que necesitamos «encontrar fuentes de energía alternativas para remplazar a los combustibles fósiles. Reducir las emisiones asociadas con la producción de alimentos es una tarea muy difícil».
Y Philip Landrigan, coautor del informe y director del Programa de Salud Pública Global y del Observatorio de la Contaminación Global del Boston College, apuntó también que los efectos directos sobre los seres humanos son el mayor peligro:
«La contaminación es la mayor amenaza para la salud humana y planetaria y pone en peligro la sostenibilidad de las sociedades modernas. Su prevención también puede frenar el cambio climático». Por ello «reclama una transición masiva y rápida para abandonar todos los combustibles fósiles y sustituirlos por energías limpias y renovables».
Cuando se acerca el Día Mundial del Medio Ambiente, sería un sueño posible que estos datos nos siguieran abriendo los ojos a una realidad crítica: queda poco tiempo para tomar decisiones que puedan revertir este caótico proceso atmosférico y las medidas siguen estando en las decisiones diarias de nuestro estilo de vida y no solo en los grandes empresarios.