Seguimos explorando los nombres silenciados de grandes mujeres de ciencia en la historia
La verdad es que se hace harto difícil tener que elegir entre el corro de mujeres que han aportado grandes avances científicos, y es vergonzante admitirse asombrada de hallar tantas. Pero el espacio y su tiranía imponen la subjetividad de las listas, por eso hoy retomamos nuestra selección de los más brillantes cerebros de ciencias femeninos con estas reseñas de mujeres que hicieron sus descubrimientos durante la Edad Media, Renacimiento, Ilustración y etapas posteriores. La mayoría de ellas no fue reconocida en su momento, aunque felizmente es notable la tendencia a ir visibilizando sus logros cada vez más.
Citada en ocasiones como la primera sexóloga de la historia, la alemana Hildegarda Von Bingen (1098-1179) sentó las bases para el estudio de la ginecología y la salud femeninas en pleno medioevo. Además de naturalista y científica, se desempeñó como filósofa, sanadora, teóloga, poeta y compositora. Sobre esta última faceta se dice que también fue precursora de la ópera.
A los 15 años se ordenó como monja bajo la orden católica benedictina y se cuenta que con 38 años confesó que una voz interna le comandaba transmitir el conocimiento del mundo a través de la escritura. A pesar del lógico influjo del misticismo de su tiempo, debemos a sus volúmenes una descripción de los elementos del mundo natural —vegetal, animal y mineral— indicando propiedades útiles para el uso humano, así como una recopilación de sus conocimientos sobre la menstruación y síntomas como la amenorrea.
Mary Anning (1799-1847) fue otra de las muchas que no recibió en vida el reconocimiento que merecía y posee una asombrosa historia de superación. Pobre y sin estudios, de niña acompañaba a su padre a recoger restos marinos que luego vendían a los turistas que visitaban su pueblo natal, al sur de Inglaterra. Cuando este murió, ella continuó con la búsqueda y a los 12 años encontró un cráneo que resultó ser el primer fósil completo de un ictiosaurio. A este le siguieron los dos primeros esqueletos de plesiosaurios y uno de pterosaurio, el primero fuera de Alemania, así como diversos fósiles de peces.
A pesar de ello, por ser mujer no se le permitió formar parte de la Sociedad Geológica de Londres. Fueron los científicos hombres los que escribieron artículos sobre sus hallazgos, que luego publicaban, sin nombrarla, en revistas científicas. Gracias a sus descubrimientos de los primeros restos de dinosaurios, se produjeron grandes cambios en las ideas sobre los orígenes de la Tierra, detalla la revista Muy Interesante.
Mary Anning.
Considerada como la primera programadora de ordenadores de la historia y la persona que inició el sistema informático que conocemos en la actualidad, Ada Lovelace trabajó con Charles Babbage, matemático y científico británico, en la calculadora denominada máquina analítica.
Detalla el sitio oficial de Acnur que entre las notas de Ada sobre esta máquina se encontró el primer algoritmo destinado a ser procesado por una máquina. El Departamento de Defensa de Estados Unidos llamó Ada a un lenguaje de programación en su honor.
Ada Lovelace.
Probablemente la más conocida de las mujeres científicas de la historia sea Maria Salomea Sklodowska (1867-1934), nacida en Varsovia, y más comúnmente referida por su nombre de casada: Marie Curie. Fue la primera mujer en recibir un Premio Nobel y la primera persona en recibir dos. Licenciada en Física y Matemáticas en la Sorbona, dedicó su tesis doctoral a profundizar en la radiación espontánea del uranio a partir de los trabajos previos llevados a cabo por el científico Henri Becquerel.
Inició, junto a su marido Pierre Curie, investigaciones en torno a la radiactividad que los llevaron a descubrir el polonio y el radio. En 1911 recibió el Premio Nobel de Física, compartido con su esposo y Becquerel. En 1906 recibió una cátedra en la Sorbona, convirtiéndose así en la primera mujer de Francia en ocupar dicho puesto. En 1911 recibió el Premio Nobel de Química por sus avances en el estudio de la naturaleza y los compuestos del radio.
Las investigaciones de Barbara McClintock (1902-1992) han sido esenciales para el mundo de la genética. Sus trabajos fueron injustamente tratados, hasta que 30 años más tarde obtuvo el merecido reconocimiento con un Premio Nobel por su teoría de los genes saltarines, que revelaba la capacidad de estos para saltar entre cromosomas, un concepto que hoy es básico en el desarrollo de la genética.
La crueldad de las listas nos deja sin lugar para reseñar la obra invaluable de mujeres como Sophie Germain, Lise Meitner, Emmy Noether, Rosalind Franklin, Jane Goodall, Joselyn Bell, Margarita Salas, Ángeles Alvariño y Katherine Johnson, en campos tan disímiles como la astronomía, la primatología o la física molecular. Pero, sin dudas, al menos ahora podemos recordar suficientes nombres para que ninguna discusión de barrio nos fuerce la absurda idea de que faltan mujeres de ciencia en la historia. Solo faltan en los libros y en los premios. Eso sí.
Barbara McClintock.