Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Una minigira con fracaso anunciado

Autor:

Marina Menéndez Quintero

Ha tenido una buena respuesta la injerencista minigira realizada por el secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, por el Caribe.

Dos días después de un periplo de solo tres paradas —Jamaica, Guyana y Surinam—, durante las cuales quiso abarcar mucho y apenas apretó nada, la cita 25 del Consejo Político del ALBA-TCP ratificó la vocación autónoma y unitaria de las hermanas islas del Caribe, y confirmó los pocos lauros de un viaje de mucho bombo y platillos en los anuncios, pero con pocos trascendidos finales.

Se sabía que el recorrido del exsenador floridano perseguía dividir la zona caribeña, llevando como aperitivo una ofrecida cooperación en materia de seguridad que incluye la visión trumpista frente a los inmigrantes y su cruzada antinarcotráfico, salpicada por momentos de ofrecimientos de fomento del comercio y las inversiones. Pero EE. UU. solo busca apartar al Caribe de los mecanismos integracionistas que esa parte del hemisferio ha sido pionera en desarrollar.

Dos propósitos principales subyacían detrás de ese objetivo: presionar para que las islas —entre las que se hallan naciones que han sido principales beneficiarias de la cooperación desinteresada de Cuba y Venezuela— rompieran con los convenios que aseguran la atención médica cubana a sus ciudadanos; y que se apartaran de Caracas las naciones beneficiarias de Petrocaribe, el arco energético fundado por Hugo Chávez para llevar crudo a esa parte de la región.

Ninguno de esos difíciles retos para Washington fue cumplido, a juzgar por la ausencia de valoraciones del Departamento de Estado en torno a una gira que ya estaba precedida por las expresiones de rechazo de una amplia representación caribeña a la más reciente medida punitiva de Washington contra Cuba, y por la vigencia de sus ratificados vínculos con Venezuela.

Negar visado para entrar a territorio estadounidense a los funcionarios de cualquier país «involucrados» en los programas de cooperación para la salud que protagoniza el personal cubano no había atemorizado a ninguno de los concernidos.

Representantes gubernamentales de Jamaica, Barbados, Granada, Dominica y San Vicente y las Granadinas, entre otros, habían rechazado ya las presiones.

Por un lado, reconocían y agradecían a los médicos y técnicos de la mayor isla antillana su labor; y, por otro, algunos confirmaron que no había evidencias de trata, como lo reiteró ante Rubio el primer ministro jamaicano, Andrew Holnes, quien dijo que su país había investigado y no tenía absolutamente alguna prueba de que los cubanos desempeñaran esas misiones como «esclavos modernos», que es la justificación usada por la Casa Blanca para denigrar la colaboración, ejecutada, además, bajo el completo principio de voluntariedad de quienes la materializan.

Todo ello explica por qué, durante una de sus intervenciones en el Consejo Político que celebró el ALBA el sábado pasado, el presidente venezolano Nicolás Maduro agradeció al Caribe sus posturas firmes respecto a Cuba, y declaró lo que ya muchos sabían: la gira de Marco Rubio fue un fracaso.

Así lo testimonia la confirmada marcha de los planes del ALBA-TCP encaminados, entre otros propósitos, a garantizar la soberanía alimentaria de los países miembros mediante una mejor agricultura, y al desarrollo tecnológico con énfasis en la inteligencia artificial, concebida con base en las realidades y necesidades de la región, tomando en cuenta las naciones latinoamericanas… y también a las caribeñas.

 

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