Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Del padre, del hijo y del bien construido

Autor:

Ana María Domínguez Cruz

Teatro La Proa en la mañana, Peña del ratón Federico en la tarde y luego el parque Hábitat, al que habrá que dedicarle páginas de este diario por la maravillosa labor que realizan sus gestores en beneficio de los pequeños y las familias. Fue esa la jornada del sábado reciente que compartieron un padre y su pequeño.

«Disfruto verlo feliz, aprendiendo cosas nuevas, interactuando con otros niños, contando en la casa sobre sus experiencias y, sobre todo, revisitando cada suceso con las fotos y los videos que le tomo con el celular. Todo eso bien vale la pena».

Es ese padre el que habla, el que toma de la mano a su hijo de casi seis años e invierte tiempo de calidad con él para que se divierta, sí, y para que le crezcan saberes cada vez. Y ahí está el pequeño, con excelente vocabulario para su edad, con una profusa expresión oral y sobre todo con algo más que contar que lo que le ofrecen la escuela, la programación televisiva e incluso la bocina del equipo de música de su vecino.

Considera este progenitor —ejemplar, a mi juicio— que el niño debe encontrar sus talentos, sus gustos, sus motivaciones más allá de juguetes nuevos que le regalen, piscinas para festejar un cumpleaños o barritas de chocolate a modo de recompensa por portarse bien. Entonces ahí está cada tarde, esperando poco más de una hora a que el taller de confección de títeres y de actuación termine, consciente de que adentro, con los profesores y otros niños de su edad, su hijo está aprovechando su tiempo en algo útil.

No se trata de convertirlo en un niño «agenda completa» a la fuerza —tema que abordé en este diario hace unos años— porque tampoco es saludable sobrecargarlo y mucho menos cuando son los intereses de los padres los que priman por encima de los del menor.

«Le hago saber de qué va todo, le dejo elegir, acepto su decisión de continuar en un sitio o no, le hablo del tema, lo incito a que se ilusione, se motive por aquello que sé que puede aportarle, y siento que con eso también contribuyo a que sea cada día mejor». Y el padre —quien también tiene muchas cosas que hacer, y las planifica en función de no robarle ese delicado tiempo a su hijo— vuelve a tener razón.

Que el payaso del show que disfrutaban el otro día haya dicho en público: «Aquel papá y su hijo no se pierden una actividad infantil», es reflejo de la ganancia que aplaudo. Que el pequeño le haya insistido al padre para que lo llevara a conocer una iglesia y lo que pasa en ella, y que haya permanecido atento y disciplinado durante la misa, muestra que lo material no es lo único que define a un ser humano, que las curiosidades también pueden construirse y que mañana, más allá de lo que los libros puedan enseñarle, sabrá encontrar sus caminos. El padre duerme tranquilo.

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