De un lado a otro lanzaron «palabrotas». Luego, la temperatura subió tanto que fue imposible registrarla con los termómetros. El colofón del temible espectáculo llegó con el sonido del filo del machete por el aire enmudecido más de una vez sobre el lomo del cuadrúpedo. Sangre, gemidos, desplome.
«¡La bestia!», gritó una voz desesperada. Muchos buscaron desorientados. ¿Por quién preguntaban? Estaban dos hombres respirando a reventar y un caballo agonizaba.
Pudiera ser la escena de un filme merecedor del premio Óscar a los mejores efectos visuales. Pero no. Pulula en fotos y algún que otro video por redes sociales. Es la más reciente «denuncia colectiva» de maltrato animal en Sancti Spíritus.
Ojalá fuese el último hecho, aunque el número de publicaciones en el ciberespacio sobre este tópico, con demasiados hechos que ocurren de forma sistemática, marca tendencia y ratifica que la crueldad contra esos seres vivientes convive con soltura.
El husky siberiano supuestamente lanzado desde un quinto piso, otro canino brutalmente macheteado, gatos y perros abandonados a la suerte de las calles… azuzan la polémica sobre un tema que se creyó con bozal una vez proclamado el Decreto-Ley No. 31 de Bienestar Animal, aprobado en 2021 por el Consejo de Ministros, el cual facilita, entre otras cuestiones, acciones legales a favor del cuidado y mejor trato de los animales en el país.
Mas la voluntad política significa solo el primer paso. Mientras predomine en buena parte de la ciudadanía una visión que cosifica a los animales y como tal los trata, será imposible asumir el tema como un verdadero problema social.
Y los ejemplos proliferan. Frente a los ojos del país, todavía las peleas ilegales de perros y gallos son heredadas de una generación a otra como forma de ganar dinero de modo fácil y presuntamente con divertimento. Incluso hay quien justifica la violencia contra los animales de carga, sin advertir que esos que permanecen amarrados en lugares sin condiciones son nuestros más cercanos vecinos.
Situaciones naturalizadas por mayorías, pero también cuestionadas por otros muchos, como quienes deciden implicarse en cuanto grupo apueste por aliviar las huellas de la desatención y el maltrato animal. Entre ellos, además del amor y solidaridad, sobrevive una pregunta: ¿cuándo se pondrá fin a esos hechos?
La primera respuesta mira hacia la educación y cultura integral desde las primeras edades a partir de dinámicas en el hogar, los barrios e instituciones educativas. Si no se siembra con base en ejemplos positivos, será imposible obtener buenas cosechas.
También está la erradicación de las fisuras por donde se escurre el desacato. Si en Sancti Spíritus, como en otras muchas provincias —de acuerdo con otros materiales periodísticos— no se materializa un refugio animal, será imposible cumplir con algunas de las disposiciones del propio Decreto-Ley No. 31 de Bienestar Animal.
Otro tanto ocurre con la desinformación sobre lo aprobado desde la legalidad. Y mucho más preocupa la cantidad de obstáculos para hacer cumplir las sanciones previstas para quienes maltratan, que incluyen multas de entre 500 y 4 000 pesos.
No existe un cuerpo de inspectores que con solo recibir una llamada de denuncia realice una investigación a fondo, como ocurre con los delitos cuyas víctimas somos los seres humanos. Exigir personarse en el Puesto de Mando del Departamento de Sanidad Animal con más evidencias que en la serie CSI, obstaculiza. También sucede que no siempre los testigos de los hechos acceden a declarar escudados en evitar problemas con los maltratadores, hasta estos momentos con más impunidad que sanciones.
En el medio de ese potrero, por suerte hay ejemplos positivos que proliferan, como las campañas de esterilización y ferias de adopciones, en colaboración con organizaciones de masas. Aunque poco, ha aumentado la presencia de materiales educativos en los medios públicos, y lo más significativo es el quehacer de voluntarios, protectores, rescatistas y de quienes de manera anónima colaboran con la tenencia temporal de animales o la donación de medicamentos.
De esos pequeños bálsamos también se sabe en Sancti Spíritus, a través de espacios físicos y digitales. Gracias a la rápida activación de un grupo de ellos, hoy el caballo brutalmente atacado permanece de pie y se recupera. Aunque toda una ciudad sabe que ya nada será igual.