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¿Los premios vienen vacíos?

Autor:

Laura Fajardo Mastache

La compleja industria musical abarca muchas facetas que incluyen la grabación, publicación, distribución y promoción de la música. A nivel internacional, los premios Grammy componen una parte importante, con un papel clave en su evolución.

Estos galardones, con el nombre de Gramophone, los creó en 1959 la Academia Nacional de Artes y Ciencias de la Grabación (NARAS, por sus siglas en inglés) como una forma de reconocer la excelencia de los compositores y músicos de gran talento.

Los Grammy —diminutivo de gramófono— nacieron también con la finalidad de completar un sistema de honores. Antes de ese momento ya existían los Óscar y los Emmy, premios que reconocían a los principales artistas del cine y la televisión, repetivamente, pero no existía un equivalente musical.

Luego evolucionaron a lo largo de los años para incluir más géneros musicales. Un claro ejemplo es la integración de lo urbano a las premiaciones, lograda mediante la protesta de los artistas contra una posible discriminación racial y social basada en estereotipos.

A pesar de su progreso, los lauros musicales son material de controversia por razones que competen a su organización interna, método de voto, representación de géneros, polémicas políticas, acusaciones de soborno y debates sobre el contenido premiado.

Las explicaciones detrás de estas disputas se refieren a que las decisiones pueden estar sujetas a sesgos personales, el favoritismo por ciertos géneros y los debates sobre diversidad e inclusión, además de la influencia de intereses comerciales, la moralidad y la apropiación cultural.

Quizá los argumentos anteriores puedan parecer un poco dramáticos al lector, pero no hay que olvidar que la industria musical constituye una empresa de miles de millones de dólares, y su producto no escapa de la corrupción, porque los premios abren puertas.

Aun con todo lo polémico y comprometedor que puede ser ganar un Grammy, los artistas siguen apostando por ellos como fuente de reconocimiento profesional con gran impacto en sus carreras.

Otro motivo es el incremento de la popularidad del creador con tan solo la nominación, pues marca un antes y un después en su recorrido personal. Los ganadores se recordarán como parte de la historia y su música puede llegar a ser considerada «clásica».

A pesar de esto, no ganar un Grammy no significa un fallo en la fórmula de creación ni define a un artista. El éxito en la industria musical bien puede medirse mediante la popularidad, las ventas, las críticas y el impacto cultural.

Es común aspirar a la máxima reputación, admiración y credibilidad en cualquier ámbito de desempeño, atributos que denotan la cúspide de la gratificación en una labor, pero un premio contiene el valor y la importancia que la gente le otorgue.

Si bien la música es arte, también es un producto, y como tal requiere esquemas de negocio y comercialización. Lamentablemente, esta última arista dominante ocasiona que muchos artistas queden fuera de la visibilidad que los medios ofrecen.

Aprovecho esta incursión sobre los populares premios de la industria musical para extrapolarlo al ámbito personal y reflexionar sobre lo verdaderamente significativo de obtener un reconocimiento, pues más allá de ser nominado o ganar, existen otras satisfacciones que no podemos perder de vista, cegados por la persecución del éxito.

Aunque pueda ser acogido como motivación para recorrer el camino, lo aconsejable es no dejarle todo el peso del valor propio y evitar desilusiones futuras que puedan repercutir en la autopercepción de las habilidades como artistas.

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