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¿Cuándo fue la última vez que fue feliz?

Autor:

Ana María Domínguez Cruz

La interrogante que titula este comentario puede haberle motivado a leerlo, y quizá se detuvo unos minutos antes para encontrar la respuesta en su memoria. Pero no piense demasiado, porque la última vez que se sintió feliz no tiene por qué haber sido hace mucho tiempo. La felicidad, en ocasiones, se halla en lo pequeño, en lo aparentemente impensable.

No deseo esgrimir un sermón con base conformista para convencerle de que, en medio de dificultades y carencias, debemos encontrarles el lado positivo siempre a las circunstancias. Eso, si usted no lo ha hecho hasta ahora, entonces imagino que se entristece e incomoda con frecuencia, sin regalarse a sí mismo un pedacito de sonrisa. Créame, todos pasamos momentos difíciles, pero en busca de la añorada felicidad, vamos teniéndola de a poquito.

Tomo la página en blanco y escribo estas líneas justo después de haberme contagiado con la alegría inmensa de un niño saltando bajo la lluvia, al aceptar la invitación del joven que, sin sombrilla, salió a recoger la pelota escapada de sus manos. Es un breve video que vi en la red social Facebook, de factura asiática, en la que varios adultos se guarecían bajo un techo, mientras el diluvio caía sin cesar.

Y el infante reprimía sus ganas de jugar en plena calle porque su madre, al igual que los demás, creía que no era correcto. Aquel joven desafió las normas, y con la pelota en sus manos, convidó al pequeño y tras él, poco a poco, todos se soltaron de sus amarras individuales y olvidaron sus penas y agobios con cada gota que les corría por el cuerpo.

¿Cree que lo invitó a saltar bajo la lluvia para encontrar la felicidad? No precisamente… Sin embargo, pudiera obtenerla así, si fuera el caso. También puede buscarla en el abrazo de un amigo que no ve hace años, en el andar tranquilo por una calle de su infancia, en bailar su canción preferida al despertar, en aprender aquello que siempre ha postergado, en reunirse con su familia, en cambiarse el color del pelo, en recibir un libro anhelado como regalo, en conocer personas nuevas, en caminar descalzo por el césped… Usted puede ser feliz, en un breve espacio de tiempo tal vez, pero disfrutar de esa sensación de goce incomparable no tiene precio.

Luego mirará la vida de una manera diferente. No porque la vida misma sea distinta, sino porque usted pudo regocijar su espíritu con algo simple, pero inmensamente gratificante. La cotidianidad absorbe, muchas veces, todo intento de soñar. Por eso le pido que piense, honestamente, ¿cuándo fue la última vez que se sintió feliz? Detectar ese instante puede regalarle, ahora mismo, igual sensación, y si no, al menos le permite tener claro lo que quisiera repetir para devolverle al cuerpo y al alma esa emoción. Y no siempre hace falta que llueva: a veces basta con saltar.

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