Al dengue como a otros trances en la vida hay que aplicarle el refrán de que a falta de pan, casabe, revelador de la necesidad de adaptarse o conformarse a las condiciones que se presentan, aunque no sean las ideales. Es, ni más ni menos, la variante más inteligente para salir adelante mientras buscamos las mejores soluciones.
Bien sabemos, por ejemplo, sobre la limitada existencia ahora de recursos para las fumigaciones masivas que han incluido hasta el uso de la aviación y de vehículos motorizados preparados para intervenir en calles, plazas, además de instalaciones públicas, los ciclos cuadra a cuadra y de la lucha permanente para convencer a muchísimos que no les agradaba la fumigación, esa que ahora mismo piden en do mayor.
Obvio que actualmente se realizan en los lugares más complicados por la infestación del mosquito y donde hay focos activos de la enfermedad, incluidas zonas propensas a proliferar el transmisor. Es decir, como ocurre siempre, no se está de brazos cruzados ante lo que perjudica a la sociedad, al contrario, se enfrenta con lo que tengamos a mano y sin bridas.
A esa verdad verdadera hay que agregarle esta otra: muchísimos no acaban de interiorizar que depende de todos, independientemente de recursos más o menos, enfrentar a este diminuto llamado Aedes aegypti, transmisor del dengue, zika y chikungunya que, en un abrir y cerrar de ojos, nos puede mandar para el nunca jamás. ¡Solavaya!
Solo de pasada, recordar es de sabios, voy a ¿refrescar? lo que sabe de memoria hasta el Bobo de Hatillo: que lo principal radica en eliminar los criaderos del vector que tienen en las casas una gran madriguera. En el interior y los patios se deben evitar los pozos, baldes, tambores y tanques destapados, limpiar las canaletas, llenar con tierra las botellas rotas que se utilizan en las murallas, colocar boca abajo o bajo techo los envases...
Son esas las recomendaciones más conocidas, si cabe, a pesar de existir otras maneras de disminuir la posible picada del Aedes si tuviéramos en cuenta que lo hace principalmente a primeras horas de la mañana y al atardecer. Su vuelo es bajo por lo cual los pies y las pantorrillas son las zonas del cuerpo más accesibles para él, lo que no quiere decir que resultan las únicas.
Entonces, los muchísimos que andan a esas horas en zonas donde hay hasta casos de dengue en bermudas o sentados en tertulias hasta sin camisa le están haciendo un gran regalo al Aedes aegypti.
La elemental lógica indica la gran protección que radica en el uso de pantalón o camisa de manga larga, es decir, cubrirse la mayor superficie del cuerpo. Es otra posibilidad que tenemos al alcance de la mano, pero muchísimos la ignoran. Y ya sabemos que nadie se puede cuidar de sí mismo.