Quedarse al margen de una revolución tecnológica deviene prácticamente un suicidio y la única respuesta inteligente consiste en remar hacia la conquista de su cima.
Esa lógica se ha aplicado y aplica, por los cuatros costados, en nuestro país en la medida de sus posibilidades económicas para armar una red en la sociedad que facilita a las personas conectarse a través de internet, que ha cambiado hasta las rutinas y modos de bregar.
De hecho, esa revolución tecnológica es protagonista ineludible del ahora mismo a nivel universal, presente en los sectores económicos, científicos, de la prestación servicios, en fin, no tiene campo vedado.
Tampoco se puede negar que tiene sus desventajas por el intencionado empleo con fines políticos, el uso de la mentira, de disfrazar la realidad y de emborrarse de banalidades en la que incurren muchos internautas.
En Cubita, la bella, el desarrollo de internet no ha sido de relámpago, más bien lento, pero sostenido, a pesar de los pesares que sabemos de memoria acá y un poquito más allá de nuestra geografía antillana.
¿Que a dónde voy después de ese repaso?, ataja usted paciente lector. Bueno, ahí les va.
La perfección, lo sabemos, es escurridiza, pero hay patinazos a todas luces inexplicables, capaces de romper la cabeza más dura. ¡Y mira que caminan desatinados cabezones!
¿Qué pasó? Resulta que ahora las ventas en moneda nacional en el villaclareño hotel Central se realizan exclusivamente por tarjetas magnéticas.
Dejemos claro para evitar suspicacias que la generalización en el país de esa forma de pago resulta beneficiosa, porque permite un control más infalible, capaz de romper añejísimas marañas vigentes, a pesar, en primer lugar, de los administradores y del batallar de los inspectores.
A lo que se suma la comodidad, facilidad de uso y seguridad al prescindir de llevar dinero en efectivo para las compras o pago de servicios. Incluso, menos circulación de la moneda se revierte positivamente en durabilidad de los billetes.
Pero razonemos. ¿Me siguen? A ese acogedor lugar, bien atendido, iban muchísimas personas a tomarse un café, por cierto, casi extinguido en Santa Clara, o a disfrutar de otros alimentos ligeros. Y una mayoría eran jóvenes que obviamente carecen de tarjetas.
¿Resultado? las ventas han ido al piso y la gente ha puesto el grito en el cielo. ¿Qué impedía aceptar el pago electrónico y con pesos constantes y sonantes?
Se ha hecho para desembolsos por otras prestaciones. ¿Por qué esta excepción tratándose de un servicio de alta demanda popular? ¿Cuál será la explicación? Bienvenida sea.