Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

A nuestros niños y niñas, ¡cuidémoslos mejor!

Autor:

Ana María Domínguez Cruz

Algunos llevan días en este mundo. Otros, anhelan volver al parque, a jugar con otros de su edad, a aprender en la escuela, a poder salir libremente… Son niños y, sin embargo, han debido comprender que la COVID-19 es algo serio.

Luciana, por ejemplo, no necesita que le digan que hay que lavarse las manos o que para poner un pie fuera de la casa es obligatorio usar el nasobuco. Tiene seis años y suspira diciendo: «¿Cuándo el mundo será como antes, antes de que este coronavirus existiera?»  No obstante, por mucho que ella se comporte como le han dicho que debe, está rodeada de familiares que la cuidan, que no la exponen al peligro y con los que ella ha sabido crearse un mundo dentro de la casa, junto al televisor, sus juguetes y llamadas telefónicas para afrontar esta pandemia.

Pienso que esa es la mayor ventaja que pueden tener los menores de edad en medio de esta situación sanitaria tan compleja: un entorno que, preferiblemente, se exceda en cuidados y no en actitudes demasiado confiadas. Ellos y ellas, los niños y las niñas que aún intentan sobreponerse a este cambio radical en sus vidas, deben ser protegidos por todos. No hay razón para que las estadísticas sean las que son, cada vez mayores.

Desde que la pandemia se apoderó del mundo, se ha insistido en la necesidad de salvaguardar a los ancianos, vulnerables en demasía a la enfermedad, pero en el transcurso del tiempo, la gravedad y la criticidad de los casos se han observado en edades tempranas, a pesar de que se creyó que en esos casos, la COVID-19 no saldría victoriosa, y no en todos los casos ha sido así.

Hace pocos días, el 20 de agosto, se confirmó la cifra más alta diaria de menores de 20 años contagiados con el nuevo coronavirus. Del total de 2 029, 1 915 son menores de edad. Un año atrás, en la misma fecha, solo tres pacientes pediátricos con la enfermedad se reportaron.

Por ello, el ministro de Salud Pública, el doctor José Angel Portal Miranda, instó a reflexionar sobre las causas de esos números fatales. Convocó a pensar en lo que significa para los profesionales de la salud que se incremente la cifra de pequeños con esta enfermedad, además de otras que, como es habitual, pueden padecer.

La familia cubana ansía que sus menores estén vacunados. Pero, ¿acaso no se ha pensado que, mientras se terminan los ensayos clínicos pediátricos están expuestos sobremanera al contagio y, por lo tanto, no podemos perder de vista las medidas elementales para evitarlo?

Es en la casa donde se eleva la transmisión. Cualquiera llega y carga al bebé, entra una vecina y juega con la niña, los familiares regresan de la calle y descuidan la higiene y el uso de la mascarilla. No pocos los llevan de la mano a la calle, sin que sea necesario… ¿es tan difícil de entender?, inquiría el Ministro.

Las afectaciones sicológicas de este confinamiento para los menores ya son constatables. Imaginemos las secuelas fisiológicas de la enfermedad, o peor, pensemos en que pueden no seguir junto a nosotros. Por favor, ¡cuidémoslos mejor!

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