Paul no tiene conciencia aún de lo que representa. Sus madres, Hope y Dachelys, han permitido que periodistas, fotógrafos y camarógrafos irrumpan en su hogar para hacerles saber a los demás que la familia es aquella que construyes y te hace feliz. Han sido «famosas» en los últimos tiempos, tal vez como nunca imaginaron, pero accedieron a esa visibilidad en todos los medios de comunicación porque, estoy segura, son conscientes de lo valioso que puede resultar para romper estereotipos.
El pequeño, reitero, no sabe lo que él mismo simboliza. Todavía. Mientras, disfruta con la música que le rodea, ríe y lanza besos, abraza y crece. En el futuro ojalá nadie lo señale con el dedo «porque tu familia no es normal». Esperemos que todos hayamos comprendido que convivimos mejor si respetamos los derechos de todos.
Cuando recordamos que en 1990 la Asamblea General de la Organización Mundial de la Salud eliminó la homosexualidad de la lista de enfermedades mentales, y reconocemos que fue un paso de avance en la conformación de una sociedad más inclusiva, entonces quizá resulte paradójico hallar en la Cuba actual comportamientos homofóbicos basados en la intolerancia injustificada y, peor aún, en la creencia errónea de que «el árbol torcido jamás su tronco endereza».
La fecha, enmarcada en la 14ta. Jornada Cubana contra la Homofobia y la Transfobia, vuelve a ser el pretexto para repensarnos el actuar en un escenario en el que, la COVID-19 mediante, hemos aprendido a identificar lo verdaderamente importante. ¿O no?
El gran reto en estos momentos es, más allá de elaborar el anteproyecto de un nuevo Código de las Familias para nuestro país en correspondencia con lo establecido por la Constitución de la República, contribuir a modificar el pensar de quienes todavía temen cambiar sus paradigmas.
Ninguna ley puede, por sí sola, avanzar si la sensibilidad no se desarrolla entre todos. El Centro Nacional de Educación Sexual lidera el proceso, en franco respeto de los derechos sexuales de todas las personas, sin exclusión por su orientación sexual o identidad de género. ¿Lo secundaremos?
Un día después de celebrarse el Día Internacional de la Familia me interesa sobremanera destacar la valentía de Hope y Dachelys, como la de aquellos que, aun sin haber sido entrevistados o sin haber tenido la posibilidad de crear familia como ellas, fundaron un hogar «diferente».
Aceptar al otro implica aceptarnos a nosotros mismos primero. Comprender que las etiquetas de L, de G, de B, de T, de I, de Q no definen a un ser humano es parte esencial de respetarnos, y que sentar las bases del trato social sobre la tenencia de valores y sentimientos es lo que nos permitirá ser mejores cada día.
De lo contrario, puede que las manifestaciones de violencia proliferen y que cada cual calle su verdadero yo para evitar malos ratos a sus allegados, aunque ello signifique ser infelices toda la vida. Se multiplicarán las burlas, los rechazos, las indiferencias y esa minoría, que no por minoría no cuenta, sufrirá. Lo que sucede es que seríamos muy ingenuos si creemos que solo sufriría su dolor…, pues los que parecen «normales y fuertes» proyectarán en ellos sus frustraciones.
Eduquemos. Formemos. Crezcamos. Superemos dogmas. Respiremos otro aire. Cambiemos. Respetemos. Propongamos. Diseñemos otro camino. Caminemos juntos en él.