La pregunta hace días que galopaba tendida, simple y aguda como acostumbra aventurar la sabia tribuna de la calle: ¿quién le acabará de poner el cascabel al gato?, es decir, al bárbaro ascenso de los precios que tiene que pagar el consumidor. Y tuvo una respuesta contundente y definitoria que originó una satisfacción multitudinaria.
La preocupación, desbordante y punzante, tampoco se refería a la reforma salarial que entrará en vigor el próximo 1ro. de enero como parte del proceso de ordenamiento monetario y cambiario, y muchísimo menos a los precios oficiales previstos que permitirán asumir la canasta de bienes y servicios para satisfacer las necesidades básicas.
Según los pronunciamientos oficiales, el fondo total de salario en el país subirá en 4.9 veces; el destinado a la seguridad social lo hará en cinco veces y los precios en el sector estatal tienen previsto aumentos muy por debajo de esas cuantías.
La población tiene seguridad en que lo dicho y redicho para explicar los sustentos de la reforma salarial se cumplirá mediante la aplicación de la ley. Digámoslo tajantemente: a ningún usurero le van a consentir socavarla con la puesta en práctica de montos abusivos por las mercancías, tal como están algunos, lamentablemente, acostumbrados.
La preocupación estriba sobre estos señores que sin tener en cuenta la pandemia ni los azotes atmosféricos, aplican costes abusivos para multiplicar de una mano para otra sus dineros a costa del necesitado consumidor que, sin otro lugar para virarse, muchas veces tiene que ir a morir en sus manos.
Al margen de la garantía salarial para la adquisición de una amplia canasta básica y otros desembolsos, la inquietud de la gente radica en que siempre habrá que buscar un completamiento de productos o servicios fuera del sector estatal. Y los importes que debe pagar el consumidor en este instante están superinflados, más allá de las nubes, que resulta mucho decir.
¿Por qué? Sencillísimo. Los mercados agropecuarios, llamados de oferta y demanda, y diversos negocios de los cuentapropistas, incumplen las legislaciones que rigen el comercio, unas veces solapadamente y otros a cara limpia.
El ejemplo clásico de hacer lo que les dé la gana en materia de ventas resultan los carretilleros, ese eslabón hijo de las patentes, cuyo control ha estado fuera, al parecer, del brazo de la ley. Hace muy poco se les dio una batida a los revendedores y coleros, principalmente de los productos de marca estatal comercializados en tiendas, que todavía andan haciendo de las suyas, pero estamos pasados de hora para encarar resueltamente a los grandes usureros de la producción agropecuaria.
Seguridad hay en que se van a contener por la llanísima lógica de que nadie podrá ponerle piedras impunemente en el camino al ordenamiento monetario, que destraba la mayoría de los temas pendientes en la economía. El Presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez ha alertado que la unificación monetaria y cambiaria no será la solución mágica a los problemas económicos y financieros, «pero sí nos debe conducir a la elevación de la productividad del trabajo y a un desempeño más eficiente de las fuerzas productivas». Contra esa receta para enrumbar todavía más el bienestar en la sociedad nadie podrá osar ir a contracorriente, porque «los precios abusivos y especulativos no se permitirán, se enfrentarán socialmente con medidas de contención y severas sanciones a los incumplidores» enfatizó Díaz-Canel al informar a nuestro pueblo sobre el inicio de la Tarea Ordenamiento, nombre que se le ha dado al proceso de unificación monetaria y cambiaria, y al resto de las necesarias transformaciones que lo acompañan.
Están creadas las condiciones que me permiten asegurar que nadie quedará desamparado, que en Cuba socialista jamás se emplearán terapias de choque contra el pueblo y que las transformaciones se realizarán forjando previamente el consenso a favor de la unidad de la nación, aseveró. Entonces los precios abusivos y especulativos no se admitirán. Esta vez les aplicarán un frenado de emergencia proverbial, justo a tiempo, sin muchos miramientos, a quienes lo pretendan, porque esas medidas facilitarán avanzar de manera más sólida. Así de lógico, así de sencillo.