¿Qué es un «Mensaje a García»? Preguntó Ignacio Ramonet en el libro Hugo Chávez: Mi primera vida, dedicado a la infancia, adolescencia, juventud y afirmación revolucionaria del líder de la Revolución Bolivariana.
En la respuesta del Comandante-presidente estuvo involucrado nuestro General de las Tres Guerras, Calixto García, destinatario de una carta que le trasladó en 1898 el teniente norteamericano Andrew S. Rowan por encomienda del entonces Secretario de Guerra de EE. UU., en la que portaba ideas del presidente William Mackinley para que tropas cubanas y estadounidenses actuaran coordinadamente en la guerra hispano-cubano-norteamericana.
La travesía del teniente yanqui desde Nueva York hasta la Ensenada de Mora, cerca de la Sierra Maestra (pasando por Jamaica), fue luego hiperbolizada. Rowan se encontró con el oficial holguinero el 1ro. de mayo, y su incondicionalidad para cumplir esa misión motivó la publicación en la revista The Philistine —un año después del encuentro— de un ensayo firmado por Elbert Hubbard, que en 1913 alcanzó el pico de popularidad como el texto más publicado estando vivo su autor, ya que se distribuyeron más de 40 millones de copias y fue traducido a muchísimos idiomas en ese tiempo.
Luego, en 1936, el hecho inspiró una película de Hollywood en la que se ensalza al mensajero yanqui por escapar de fieros voluntarios en una «manigua selvática».
Al referirse al «Mensaje a García», Chávez explica que esa frase en Venezuela significa «que tienes que tumbar el mundo, si es preciso, para llevarle a alguien un mensaje». Sin embargo, detrás del episodio «heroico» hubo otras intenciones, no reconocidas por quienes encumbran al personaje y su historia.
La intervención de EE.UU. en la Guerra Necesaria, justificada de forma descarada y periodística con la voladura del Maine y la Resolución Conjunta, habría costado muchas vidas y recursos a los estadounidenses sin la ayuda del Ejército Libertador. Se trataba de soldados del V Cuerpo de Infantería, fogueado contra los indios, pero que desde la Guerra de Secesión no enfrentaban a un ejército profesional.
El clima cubano tampoco los «aplatanó» (la naturaleza es sabia), los uniformes de lana o caqui se confabularon en su contra y las enfermedades tropicales los apalearon. Solo su Marina de Guerra podía valerse por la superioridad acorazada de varias modernas naves, y los Rough Riders (los jinetes) trajeron caballos entrenados que se tendían a una voz.
Los españoles resistieron a las fuerzas bélicas de la naciente potencia, lograron causarles bajas y frustrar varios desembarcos, hasta que los insurrectos criollos, verdaderos protagonistas de los últimos pasajes de la resistencia latinoamericana frente al yugo ibérico, inclinaron la balanza con su ímpetu y conocimiento del terreno, acciones en que salió a relucir el carácter de estratega de Calixto García.
Cuando los norteamericanos se quedaron sin plan no dudaron en echar mano a la experiencia del hijo de Lucía. Por eso este le protestó a William Shafter, comandante de las huestes «gringas» en tierra, la ofensa de impedir la entrada a Santiago de Cuba de la tropa cubana: Después de «salvar el pellejo» gracias a las operaciones conjuntas, el ejército de Estados Unidos aparecía como pacificador y el Ejército Libertador como un grupo de salvajes que tomarían represalias de entrar a la ciudad.
El conflicto terminó en lo que sabemos: la Isla salió de las garras de España y entró en una etapa neocolonial bajo el nuevo poder que emergía; y una vez más nos despreciaron mientras se cocinaba el Tratado de París.
Sonaba fuerte su nombre como posible presidente de la futura república, pero aturdía su entereza para las intenciones de imponer la Enmienda Platt (con sus intervenciones militares y sus bases navales y carboneras), habida cuenta del patriotismo y prestigio en las filas libertarias y a ojos del pueblo del general holguinero.
En el propio 1898 García encabezó una comisión que viajó a Washington para gestionar el reconocimiento de la Asamblea de Representantes y encontrar recursos financieros que facilitaran licenciar al Ejército Libertador. Allí él, que tantos fortines sitió, terminó sitiado por una neumonía que le provocó la muerte el 11 de diciembre del mismo año.
Su apellido se universalizaría después en el llamado «Mensaje a García», aquel primer recado imperial de deslealtad… pero su arrojo ya era universal sin necesidad de ensayos o filmes.