«La educación es lo que permanece después de que uno ha olvidado lo que aprendió en el colegio»… Así escribió el científico alemán Albert Einstein, quien quizá hoy encuentre con pesar que muchas personas son duchas en cuestiones matemáticas, logísticas, químicas, económicas, lingüísticas, artísticas, pictóricas, entre otras, pero les falta «lo otro».
El Premio Nobel de Física verá repetirse escenas tristes a diario, de esas que a algunos nos enervan y a otros, no les importa. ¿Buenos días o buenas tardes? ¿Gracias, por favor?, Me permite… ¿Permiso, perdone…? Venga, tome mi asiento… Einstein inventará fórmulas para entender por qué apenas se escuchan frases como estas en nuestra cotidianidad. No comprenderá entonces cómo una persona puede avanzar tanto por una parte y estancarse por otra.
¿Qué pensará si lo ve a usted sin apartar los ojos y los dedos de su teléfono celular mientras otra persona le habla? ¿Cómo explicará que el otro bostece o tosa sin cubrirse la boca frente a aquel, o que ella ni remota idea tenga de cómo comportarse ante un auditorio desconocido?
No quiero ser categórica, absoluta o injusta. Afortunadamente Einstein, usted y yo, podremos hallar todavía a personas dotadas de buenos modales, esos que efectivamente se enseñan en casa, ante todo, y se refuerzan en la escuela. Esos que se aprenden cuando se crece teniendo el ejemplo real y no la palabra que desampara la acción, esos que todos sabemos identificar como normas de educación formal…
El científico más importante del siglo XX —que bien pudiera ocuparse de otros asuntos si vuelve a la vida— dedicaría su tiempo, tal vez, y establecer algoritmos y análisis cuánticos para dilucidar la causa de este desarme de decencia, como diría mi padre, y pondría todo su empeño en avizorar —como podemos hacerlo usted y yo— hacia dónde se dirige una sociedad en la que, desplegando esfuerzos y políticas para salir adelante, sus ciudadanos se comportan, a ratos, de manera irracional.
Instrucción no es sinónimo de educación. Lo más fácil, por ejemplo, es culpar a la institución encargada de colocar cestos de basura por doquier y no educar al hijo para que guarde la lata o el papel sucio en la cartera antes de lanzarlo a la calle. Usted y yo sabemos, y hasta Einstein si anduviera por aquí, que a veces el contenedor de desechos sólidos está ahí, y hay quien bota todo sin tomarlo en cuenta.
Coincido con el autor de la teoría de la relatividad en su frase, y agrego que al final, la educación es incluso lo único que existe cuando ni aprendizaje escolar se tuvo. Y pregunto: ¿Con qué quiere quedarse usted que me lee? ¿Hasta dónde le pasa la responsabilidad al otro? Prefiero pensar que si Albert Einstein aparece, se tropezará con una realidad mejor… para que en medio de un mundo tan convulso, nosotros vivamos mejor, y él descanse en paz o se ocupe de otros asuntos, ¿no le parece?