¿Qué quieres ser cuando seas grande? Esa pregunta me la repitieron de niño muchas veces. Mi respuesta no variaba: periodista. No tenía mucha noción más allá de ver a los presentadores de las noticias en televisión, y soñaba con algún día estar sentado ahí.
En 2013, tuve el primer contacto con la carrera. La Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana nos abrió las puertas y nos enseñó sus tres disciplinas, nos presentó a sus profesores y a sus ya estudiantes. Una semana después, la prueba de aptitud.
320 estudiantes. Tres exámenes: cultura general, redacción, y una entrevista personal con dos maestros. Tras pasar el primero, no pude hacer lo mismo con el segundo. Cuando llegué a casa, sonó el teléfono. La llamada de Maribel Acosta, en aquel entonces jefa del Departamento de Periodismo, pedía disculpas por un error. Debía presentarme la semana próxima para la entrevista.
La adaptación a la nueva enseñanza no fue fácil. Las horas de estudio que reclamaba Gramática, y la tensión previa a cuando la profesora de Periodismo Impreso revisaba mis primeros trabajos, y la desilusión cuando me los devolvía repletos de tinta roja, fueron sensaciones que definieron ese primer curso.
Los «viejos» no se cansaban de repetir: FCOM es casa. ¿Casa? ¿Cómo puede ser una escuela un hogar, sobre todo cuando lo marcan las tensiones mencionadas? Nos aclimatamos y empezamos a descubrirlo. Los mayores nos «adoptaron» y se encargaron de transmitir su sentimiento hacia ese lugar.
Vencimos primer año, y asumimos mayor protagonismo en la vida universitaria. Las fiestas, los Interaños de deporte y cultura, las peñas y el diálogo entre generaciones, nos ayudaron a entender el eslogan repetido hasta el cansancio. Una casa no se construye en un año.
Ser estudiante es un reto. Te enfrentas a un mundo nuevo, en el que no conoces a nadie. Fuimos entrando en confianza, y fuimos formando una familia. Una que ampliamos con los mayores y a la que sumamos a los nuevos. La casa se iba llenando de gente.
Y la fuimos dotando de vivencias, construyendo nuevos espacios, dándole vida e historias. Colgamos fotografías en las paredes, abrimos las puertas a generaciones más jóvenes, y los guiamos en su nuevo hogar. Ni nos dimos cuenta cuando llegó la hora de irnos, pero con la certeza de que «quien pasó de verdad, siempre está de regreso».
Hace unas semanas, un amigo me preguntó qué le diría, en dos palabras, a mi yo del pasado. Me pensé la respuesta. Al final, contesté: «Estudia periodismo». Y esbozó una sonrisa, porque él también le diría lo mismo a su yo del pasado.