Mi padre tiene 81 años. Él dice 81 y medio porque en junio cumplirá 82. Mi padre era un niño del campo. Su padre era desmochador de palmas y un día se cayó de una palma y murió. Mi padre tenía nueve años. Era el mayor de cinco hermanos en una escalera de desamparo a partir de ese momento. Pero un amigo de la familia que tenía una finca le dijo aquel día triste del entierro de mi abuelo Amado, que tenía trabajo a su disposición para que sus hermanitos no pasaran hambre.
Mi padre me cuenta que al día siguiente estaba en pie a las cuatro de la madrugada y fue para el campo a trabajar. Al mediodía llevaba almuerzos al campo… caminaba 6,8 km. En las tardes vendía agua… en un palo largo colgaba las latas y las llevaba del pozo a las casas campesinas… A la vez, iba a la escuela cuando podía… cursaba varios grados al mismo tiempo…
Después vino el ciclón del 44 y se cayó la escuelita. Nunca nadie fue a arreglarla y entonces un campesino bueno prestó su casa de tabaco para que la escuela funcionara, pero un día la necesitó y se acabó la escuela. De todas formas, del municipio un día fueron a examinarlos, mi padre hizo las pruebas de 5to. y 6to. grados, y aprobó con cien cada una. Cada día llevaba a casa lo que podía: ayudar a su mamá, mi abuela Lucía, y alimentar a tantas bocas era su sueño. No se podía aspirar a más.
Mi padre me cuenta que cuando triunfó la Revolución y empezaron las campañas de que si aquello era comunismo o no, su abuelo canario, mi bisabuelo Secundino, le dijo: Oye mijo… yo no sé si es comunismo o no. Pero si comunismo es todo esto que están haciendo, ¡pues yo estoy con esto!
Mi padre se incorporó a la Revolución, hizo muchas cosas, estudió en la Facultad Obrero Campesina y se jubiló hace un año solamente porque mi madre tiene Alzheimer y ahora él la cuida y la acompaña.
Mi padre siempre dice que si él hubiera nacido en la Revolución hubiera sido médico. Uno de mis hermanos lo es.
Para mi padre la Revolución es intocable y por duras que sean las circunstancias él siempre tiene una solución original.
A menudo habla de su infancia… y yo lo escucho con emoción. Sin palabras inventadas para impresionar, mi padre habla de una Cuba que yo no conocí, ni mi hijo. Y cuando él habla yo pienso en esta Cuba. Y entiendo… y de él aprendí que para mí también la Revolución es intocable… en mi tiempo, en mis batallas, en mis empeños… pero sin ninguna escalera de desesperanza como aquella en la que mi padre creció, sin más porvenir que ese que se hizo cierto el 1ro. de enero de 1959. ¡Por eso cuenta conmigo siempre Revolución Cubana! (Tomado de Cubadebate)