Cuba exhibe, y es un orgullo, indicadores de salud que la sitúan en una lista privilegiada a nivel mundial junto a otras naciones mucho más desarrolladas. Es posible que algunos no entiendan cómo, a pesar de las vicisitudes económicas, esos resultados satisfactorios se hayan mantenido en el tiempo, y en no pocos casos, se hayan superado.
La clave, pilar esencial de nuestro sistema de salud, es el modelo de la Atención Primaria de Salud, basado en la medicina preventiva. Justamente es el Programa del Médico y la Enfermera de la Familia —ideado por Fidel en 1984 e impulsado inicialmente en la localidad habanera de Lawton—, la esencia de esos logros, porque se trata de una atención integral directa, una relación estrecha entre el profesional del ramo y el paciente en su entorno más cercano, la comunidad, para garantizar la promoción de hábitos de vida saludables, el control de sus padecimientos y el diagnóstico precoz de las enfermedades.
El líder histórico de la Revolución quiso que fueran ellos, el médico y la enfermera de la familia, los guardianes de la salud del pueblo, y su aspiración se ha concretado durante 35 años. No obstante, y a pesar de que Cuba siga siendo un referente mundial debido a sus logros en el área de la salud, no podemos decir que el programa ha funcionado a la perfección de manera ininterrumpida.
Como parte de las actividades previas al Segundo Período Ordinario de Sesiones de la 9na. Legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular —celebrado en diciembre último—, la Comisión de Salud y Deporte dedicó una sesión a reflexionar y debatir en torno a las fortalezas y debilidades que presentamos en ese primer peldaño de la atención médica en el país.
Existen actualmente 10 869 consultorios y los diputados presentes coincidieron en que en muchos persisten dificultades relacionadas con el mobiliario clínico y no clínico, el suministro de agua corriente, el abastecimiento del modelaje oficial y del material gastable y no gastable.
Uno de los problemas más graves identificados, afirmaron, se refiere a la necesidad de compartir locales y al hecho de que no pocos médicos y enfermeras de la familia deben atender a más de 1 500 personas.
José Ángel Portal Miranda, ministro de Salud Pública, aseveró que, aunque existen estas dificultades, se ha asumido como una prioridad la revitalización de estas infraestructuras, y como resultado, se han intervenido constructivamente cerca de 1 300 consultorios.
Insistió en que no existe razón alguna para que algún consultorio no tenga médico o enfermera, pues aunque muchos de nuestros profesionales brindan sus servicios en otras latitudes, el relevo está garantizado para cubrir esas plazas.
Fue el doctor Roberto Morales Ojeda, miembro del Buró Político y vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros, quien reconoció que, en no pocas ocasiones, «las reuniones y otras actividades a las que se convoca a los médicos y enfermeras de la familia en distintas instancias atentan contra la estabilidad de su atención a la población, tanto como el exceso de papeleo que les agobia su labor diaria».
Pienso, no obstante, que no basta con tener condiciones óptimas desde el punto de vista constructivo, así como menos papeleo y reuniones para que el rol del médico y la enfermera de la familia sea el que, de manera ideal, debe ser.
Cierto es que muchos, a lo largo del país, realizan su labor sin tener en cuenta sus carencias materiales, y de hecho, más bien se las ingenian para conocer a cada miembro de las familias que atienden y estar siempre dispuestos a responder ante cualquier llamado, en el consultorio o en su propia casa, si fuera necesario. Pero también es cierto que, en algunas comunidades, otros se escudan en cualquier pretexto, para no cumplir, cabalmente, con su tarea.
Lo que quisiera, y consciente estoy de lo que ello significa, es que cada uno asuma su rol tal y como está establecido que se haga, porque sin dudas, de ello dependerá el siguiente peldaño, y el otro, y el próximo.
Si el médico y la enfermera de la familia constituyen la base de nuestro sistema de salud, necesariamente tienen que estar excelsamente preparados, cada vez más capacitados y comprometidos con los preceptos fundacionales de un sistema que es universal, accesible y gratuito y, que ante todo, debe ser cada vez más eficiente y sostenible.
Pero, sin dudas, deben ser el médico y la enfermera de la familia también, más estimulados y reconocidos dentro del sector, aunque les baste para sentirse regocijados, el agradecimiento del anciano en un abrazo, de un niño en una sonrisa, de una mujer en un beso, de un hombre en un apretón de manos…