Recién terminó el 24to. Festival Nacional de Artistas Aficionados de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), celebrado esta vez en la Universidad Máximo Gómez Báez de Ciego de Ávila. A los que estuvimos, nos queda una nostalgia tremenda y un montón de números de teléfono, amistades en potencia, que probablemente nunca volveremos a ver.
El primer día de festival pensé que sería un evento más. Incluso, me planteé hacer otras actividades como estudiar, y confieso, fue imposible. La imagen que cambió todo fue la de estar sola, en un columpio del parque de la universidad, intentar leer y levantar la vista tras el sonido de un chelo, luego una bailarina, una conga, un trovador, casi diez guitarras, descargas, ensayos, amigos.
El arte «envolvió» a Ciego de Ávila esa semana, como pocas veces. La juventud, la risa y las ganas de crear, asaltaron las calles. No recuerdo haberme sentido más joven, más capaz de hacer, más cubana y más libre que viendo entrar calle arriba a tantos artistas orgullosos de pertenecer a su tierra.
Convivieron en el escenario del Teatro Principal desde las propuestas danzarias más atrevidas y contemporáneas como la del Conjunto Alma Máter, de la Universidad de La Habana, hasta los grupos de corte más tradicional y folclórico como Maraguán y 5 de diciembre, de Camagüey y Villa Clara, respectivamente.
Estuvo allí también nuestra trova, en voz de jóvenes como Yeni Turiño, de Santa Clara; Reynaldo Escobar, de Holguín, entre otros. No podré olvidar el sonido de agrupaciones como el Septeto Universon, de Granma, pero, sobre todo, la amistad de todos ellos, la calidez, el colaborar con el otro aunque se tratase de una competencia.
Fue maravilloso ver cuán diferentes somos aunque compartamos la misma Isla. Ver cómo explotaba el oriente en conga y le seguían La Habana cosmopolita y la Santa Clara trovadoresca y espiritual, e incluso, cómo estudiantes africanos defendían su cultura y compartían un juego de dominó. Allí se mezcló el saxofón con la trova tradicional, la rumba y el ballet, el teatro experimental y la danza folclórica.
No sé cómo la energía alcanzó para no dormir, cantar, bailar, ensayar y crear nuevas canciones. Pienso que el consumir y dar tanto arte creó la euforia de todos. Ya lo dijeron muchos de mis compañeros, o mejor, mis nuevos amigos, el premio era estar allí, conocer al otro, convivir.
«Haz tu papel» fue la frase que nos persiguió durante todo el evento. Se trata de una muletilla que sirvió para alentarnos, para hacernos reír. Este festival me cambió la vida, como a muchos, y quiero crear, quiero hacer mi papel.