Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Lectura con lágrimas

Autor:

Luis Sexto

Quién podría escribir la historia de la ciudad de Bayamo, sin tener muy cerca el libro titulado con el mismo nombre: Bayamo, de José Maceo Verdecia, escritor nacido allí el 15 de abril de 1891 y fallecido el 6 de agosto de 1939.

Adquirí recientemente la quinta edición anotada, publicada en 2015. En mis lecturas históricas solía aparecer el nombre de José Maceo Verdecia y su obra mayor entre las referencias bibliográficas. Al fin, he podido leer este grueso volumen. Quizás Bayamo no tenga que componer una lectura de la madurez y los años viejos, sino de la adolescencia y juventud. Pero no siempre el lector interesado puede disponer de una edición que pudiera hallar en una librería, como ahora lo encontró este comentarista. Y me parece que sería muy útil, incluso, como lectura de estudiantes.

Bayamo no es un texto sistemático. Es un  volumen donde el autor, acuciado por divulgar los méritos insurrectos de esa ciudad matriz de la independencia de Cuba, se dedica a recoger personajes fundamentales y momentos y anécdotas de la crónica bayamesa, en los años previos e inmediatamente posteriores al grito de La Demajagua.

Antes del 10 de octubre de 1868, muchos de los patriotas aparecen comportándose con bizarría y ardor frente al abuso y la insolencia de las autoridades españolas. Escribo casi en términos románticos. Pero no de otra manera el autor de Bayamo dibuja a aquellos personajes y cuenta el inicio y los antecedentes fundadores. Perfiles apegados a la verdad, sin que predomine una secuencia desarrollada en forma orgánica desde el punto de vista narrativo.

La primera edición de Bayamo, data de 1936, y esta que comento es la quinta edición, también anotada como la cuarta, por Ludín Fonseca García, historiador de Bayamo. No dudo en recomendar este libro como lectura obligatoria en el presente. Porque aunque uno aprenda en escuelas y universidades nuestra historia, tanta pasión cubana depositó José Maceo Verdecia en estas páginas, que uno vibra y vive —hasta llora— con aquellos hombres y mujeres que del 10 de octubre en adelante, fueron al campo y las montañas a ganar el derecho de ser un pueblo. Un pueblo libre. Sin tutelas.

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