El hombre trabajaba con precisión, rapidez y con gracia. Mientras lo hacía hablaba de su profesión como si fuera el mejor oficio del mundo. Para él lo es. La albañilería constituye por estos días uno de los más demandados servicios en los hogares cubanos y él lo sabe, por eso se esmera.
Una hora y media, dos tazas de café y tres cigarros más tarde terminó su obra y mientras cobraba sus honorarios (altos para mi economía) me dijo que eso era producción, «ustedes los periodistas no producen nada, viven de la “muela” y hay que producir para vivir mejor», su sonrisa amigable se me tornó mueca diabólica y sufrí un ataque de adrenalina.
Sin embargo, la capacidad de observar y evaluar los fenómenos y actitudes de manera diferente que me enseñó el periodismo, puso pausa a mis instintos. Lo invité a un traguito de ron para pactar futuras reparaciones y con el diálogo apareció también la oportunidad de hablar de producción y de periodismo «productivo».
Entonces conversamos sobre cómo el acceso a revistas especializadas que compra o mira en internet lo ayudan a mejorar los diseños de cocinas, baños, closets… que sugiere a sus clientes, de las mejoras en la dosificación de las materias primas para lograr colores y matices agradables a la vista y de la publicidad que necesita a fin de mantener su agenda bien «apretadita» para tener ingresos «jugosos».
Se sabe de memoria, porque lo leyó en el periódico Granma, los derechos que tiene como trabajador no estatal y se siente orgulloso de vivir en Cuba, un país que a pesar de las carencias que provoca el bloqueo yanqui, «va pa‘lante y pa‘lante todo el tiempo». Entonces reflexioné con él.
Empecé diciendo que tenía que darse cuenta de que el periodismo puede no producir valores tangibles como los albañiles o cualquier otro oficio, pero produce el conocimiento que encuentra en las revistas para que hagan mejor el trabajo y satisfagan a los clientes.
Al caso vinieron los cientos de historias de vida de hombres y mujeres como él, productores netos, que salen en los diarios para acercar experiencias y modos de hacer a todos los interesados, una manera de socializar rutinas y convocar esfuerzos y vocaciones.
Estuvimos de acuerdo en que, gracias a la prensa, se informa sobre las obras que se construyen en Cuba con mano de obra no estatal, de las realidades de otras naciones del mundo y de cómo los cubanos, a pesar de las limitaciones, no solo trabajamos para mejorar nuestro sistema social, sino que también aportamos al bienestar de personas necesitadas en otras tierras.
El hombre habla de Messi como si fuera su compañero de clases, conoce estadísticas de peloteros cubanos y foráneos, datos profesionales y personales de los Domadores de Cuba y hasta es capaz de pronosticar la próxima serie nacional de béisbol a partir de las nóminas que maneja. ¿Cómo lo harías sin el concurso de los periodistas?, le pregunté.
«Tienes razón», me dijo y hasta propuso un brindis por este oficio que, además de producir conocimientos, socializar rutinas, compartir experiencias, convocar… también produce ideología, pensamiento, herramientas para la toma de decisiones y produce, sobre todo, Revolución.