A cada rato los mercados agropecuarios sorprenden con uno de esos precios que dejan boquiabierto hasta al más espabilado y experto en las criollísimas interpretaciones de resoluciones oficiales, que aún con el olor a tinta y después de amplia divulgación, se quebrantan sin el menor recato.
Aterrizo. Hace poco más de dos meses entraron en vigor los precios máximos de venta a la población de productos agrícolas seleccionados, centralizados por el Ministerio de Finanzas y Precios, pero olímpicamente se incumplen cuando se trata de aplicar el bajón.
Tengo un ejemplo a mano. Ahora mismo el sabroso y jugoso mango vale la libra un peso 55 centavos en los mercados estatales villlaclareños. En realidad el precio se corresponde con el máximo fijado para el periodo mayo-agosto. Entonces, ¿cuál es el problema?
¡Ah…! la flagrante transgresión de obviar las calidades de la fruta, pues deberíamos pagar por la de segunda un 20 por ciento menos y por la tercera un 40.
Justa esa medida a favor del consumidor, pero quién la hace cumplir en la práctica, si ahora hay que pagar acá 1,55 por el grande, mediano o pequeño; la fruta «hecha» y la que, a todas luces, no lo está, o con manchas o cuarteaduras en las cáscaras.
En definitiva, el desaguisado lo sustenta, más allá de recoger la cosecha toda de un tirón, la falta de una selección para fijar el monto a pagar, de acuerdo con su buena, regular o peor cualidad.
¿Cómo es posible que una legislación del Ministerio de Finanzas y Precios, de los primeros días de mayo de este año, ya los encargados de materializarla la estén violentando? Elemental que los administrativos de los mercados tienen que conocerla y también los de más arriba. Entonces, ¿se hacen de la vista gorda?
Tales patinazos, ¿involuntarios?, afianzan en los consumidores la incredulidad sobre lo que se legisla porque cuando reclaman le dicen, sencillamente: «Ese es el precio oficial»; una falsedad y, peor todavía, un desacato a las autoridades.
Podemos cuestionar, incluso, lo difícil que resulta digerir, económicamente, que el precio del mango sobrepase en más de medio peso el de la yuca, el boniato, el plátano burro, de fruta, el pepino, la acelga…
Objetivamente para cosechar esas viandas y hortalizas se necesita preparar la tierra, aplicar riego, fertilizantes y pesticidas. Para ello se emplea una mayor fuerza de trabajo. El mango es una plantación de larga duración y que, por lo general, requiere muchísimos menos recursos en su mantenimiento.
Más allá de esa incongruencia matemática, lo que sí desborda la copa es esa inobservancia de las normativas que rigen ese empeño estatal para aumentar la capacidad de compra del peso cubano, que pasa, incuestionablemente, por el pago por calidades.
Ojo. No se trata solo del precio del mango. Hay una tendencia a no aplicar los descuentos a los productos del agro, una práctica en nuestros mercados más vieja que Matusalén. Ocurre, al menos, hacia afuera de los mostradores. Hacia adentro, en los papeles económicos que registran los números y el valor de las ventas, especulo, no sé qué pasa realmente.